Lluis, en la sala de estar
Tal vez fue la fiebre de una gripe reci¨¦n inaugurada lo que se le subi¨® a la cabeza a Llu¨ªs Llach durante su primera actuaci¨®n en Madrid, o quiz¨¢s que se hab¨ªa tra¨ªdo un poco de viento tramontano alojado en la oreja. El caso es que, a lo largo de los abundantes parlamentos que precedieron a sus interpretaciones, estuvo especialmente sembrado de humor ampurdan¨¦s, especialidad poco conocida pero muy apreciada en la meseta, a juzgar por las risas que supo provocar.Tuvo Llach comentarios ir¨®nicos para ex personajes de la vida pol¨ªtica espa?ola -especialmente sabrosos porque, en la platea, se encontraban no pocos personajes actuales de esa vida ali?ada ya por el cambio-, para otros de car¨¢cter incombustible -"cuando el l¨ªder de la oposici¨®n era ministro del Interior", dijo en un momento dado-, y provoc¨® el aplauso del p¨²blico al nombrar en repetidas ocasiones al periodista Xavier Vinader, locual era perfectamente l¨®gico dentro de la trayectoria del artista y de un recital que empez¨® con un parlamento de un representante de Amnist¨ªa Internacional en favor de los presos de conciencia.
Complicidades entre Llach y el p¨²blico, gui?os amistosos referidos a un pasado que los dos frentes hab¨ªan compartido. En la platea, veteranos como Santiago Carrillo, que seguramente acudi¨® m¨¢s de una vez, durante sus a?os de exilio, al H?tel de Ville de Par¨ªs, a escuchar al cantante. Y personajes de hoy mismo que fueron haci¨¦ndose en su compromiso mientras, paralelamente, Llu¨ªs Llach se hac¨ªa en el suyo: Gregorio Peces Barba, Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall, Ernest Lluch -que lleg¨® a concierto iniciado y se desliz¨® sigilosamente hasta su asiento-, Anna Balletb¨®, Salvador Clotas... Y Rafael Alberti, admirador antiguo del artista, y Luis Eduardo Aute, que lleg¨® poco antes de que lo hiciera el bailar¨ªn Antonio.
Fue un encuentro entre viejos amigos, con una calidez y una tersura de sala de estar. Como si Llu¨ªs Llach se hubiera levantado esa ma?ana con algo que decir a sus colegas -no de canci¨®n, sino simplemente de vida- y se hubiera puesto al piano, a cont¨¢rnoslo.
Sabiendo que su historia y la nuestra son como dos cuerdas paralelas en las que hemos ido tendiendo prendas pertenecientes a una misma cojada aunque utilizando agujas diferentes.
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