Y N¨²?ez cre¨® un can¨ªbal
Aunque el Barcelona figure en estos momentos en la primera posici¨®n de la tabla, la sensaci¨®n de que la instituci¨®n vive atenazada en una aureola borrascosa y lamentable empieza a calar entre todos aquellos que siendo seguidores del club no adoptan respecto a ¨¦l una actitud fan¨¢tica. La exhibici¨®n antideportiva en la Supercopa y las sanciones que ha merecido a escala europea dan testimonio de la mala imagen exterior que tiene en estos momentos la entidad. La declaraci¨®n de persona non grata contra Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa, por mucho que a la mayor¨ªa de los catalanes les parezca en muchos momentos improcedente el tono de este informador, revela la incapacidad que tiene la directiva de N¨²?ez de asumir la cr¨ªtica y de ir, en todo caso, alos tribunales, lo que constituir¨ªa la ¨²nica salida democr¨¢tica al problema. El conflicto por la retransmisi¨®n del ¨²ltimo partido de baloncesto confirma la teor¨ªa de que a la hora de de limitar la pol¨ªtica de fondo del club s¨®lo parecen pesar los factores econ¨®micos del lucro inmediato y directo. Por eso y por cosas parecidas, al Barcelona se le considera rico, no bueno; sus directivos son negociantes, no ejemplares; y lo que es m¨¢s grave: su imagen es, por todo lo anterior, tan mala, que parece dar la raz¨®n a los chistes m¨¢s lamentables que se hacen por ah¨ª sobre la personalidad y los tics de los catalanes. Muchos barcelonistas se solidarizan ahora con las tesis del escritor Josep Mar¨ªa Espin¨¢s sobre el Barga actual. Aunque Espin¨¢s siempre ha querido el triunfo sistem¨¢tico del equipo, a la vista de la manera de actuar de la directiva de N¨²?ez, ya no se siente "tan comprometido". "Este Bar?a comienza a avergonzarme demasiado" dice, y lo expresa desde su condici¨®n de persona muy poco sospechosa de tibieza en lo catal¨¢n o en lo cul¨¦. Sus razones, las razones de los catalanes que piensan as¨ª, son naturalmente muy diferentes de las de los antinu?istas/ antibarcelonistas del resto de Espa?a. Muchos de esos antibarcelonistas de siempre -que lo eran ya en etapas en que el club estaba dirigido con correcci¨®n y buena educaci¨®n- se apuntan ahora, con oportunismo, al "Bar?a si, N¨²?ez no", disfrazando de esta manera su rechazo a lo que ha existido siempre detr¨¢s de la adhesi¨®n de la grada barcelonista a sus futbolistas, la catalanidad del club.
Ahora, la verg¨¹enza creciente, excesiva" en palabras de Espin¨¢s se abre paso entre los barcelonistas de toda la vida. En general, a esos barcelonistas no les hizo demasiada ilusi¨®n que en su momento ganara las elecciones N¨²?ez. Les parec¨ªa un advenedizo, poco catal¨¢n, sin pedigr¨ª dem¨®crata y con m¨¢s aspecto de hincha que de directivo inteligente. De todas maneras les iba bien por dos de las ideas del N¨²?ez-electorero: "administraremos el Bar?a con crite rios de empresa" y "abriremos el club a la fiscalizaci¨®n por parte de los socios". Las directivas anteriores hab¨ªan estado formadas por caballeros muy correctos, dem¨®cratas y catalanes de toda la vida que, sin embargo, administraron la entidad con criterio de pe?a de amigos, logrando una buena imagen pero escasas victorias.
Luego, con el tiempo, a los bar celonistas de siempre tambi¨¦n les iba bien el catalanismo advenedizo y grit¨®n, victimista -respecto a Madrid- y primario que empez¨® a exhibir N¨²?ez, ya presidente por mala conciencia respecto a sus posturas anteriores, por necesida des dial¨¦cticas al no conseguir ninguna Liga y por consejo de sus asesores de imagen. Simult¨¢neamente, iba bien su eficacia administrativa, la agradable sensaci¨®n de que con este presidente se acababan las ambiguedades y se reconoc¨ªa que la peque?a y trabajadora Catalu?a sab¨ªa crear el club m¨¢s rico del mundo. A trav¨¦s del menudo presidente vasco, debidamente integrado en la sociedad catalana hasta el punto de ceder el Estadi para un acto convocado por la Crida en defensa de la lengua catalana, se exportaba la imagen de la rentabilidad econ¨®mica de los esfuerzos hechos en Catalu?a.
El pecado de la grada de siempre fue, sin embargo, aceptar lo anterior sin mostrarse exigente con lo dem¨¢s, con las formas y los procedimientos, y cerrar los ojos ante s¨ªntomas dram¨¢ticos. Al principio no quiso ver lo que significaba la circulaci¨®n impone de los morenos, una aut¨¦ntica banda armada ma?osa de los nu?istas; luego se desentendi¨® de la campa?a de la directiva contra los periodistas que resultaban inc¨®modos; mas adelante call¨® ante las salidas de tono presidenciales, la exhibici¨®n vanidosa de dinero, las presiones a TVE -y el final de muchas retransmisiones- hechas con mal estilo, el coqueteo p¨²blico con ese enemigo secular de lo que siempre ha encarnado el Barcelona que se llama Pablo Porta; y culmin¨® al tragarse una reelecci¨®n formalmente impresentable. Con todo ello ha ido configur¨¢ndose un club antip¨¢tico y con escasas esencias, de modo que en estos momentos el Barcelona es -y lo sabemos los propios catalanes- la versi¨®n futbol¨ªstica del capitalismo m¨¢s salvaje, de quienes contratan a mercenarios eficaces aunque sean maleducados, de quienes se han descastado respecto a sus propias ra¨ªces, y que a pesar de pagar todos esos precios resulta incapaz de conseguir los objetivos propuestos. El Bar?a no s¨®lo tiene la peor imagen de su historia, sino que en vez de fomentar adhesiones racionales desata furias como la que el pasado fin de semana se tradujo, parad¨®jicamente, en una agresi¨®n al portero de su equipo de f¨²tbol por parte de uno de los seguidores de su equipo de baloncesto. Es, quiz¨¢, s¨®lo un s¨ªntoma, pero tal vez el s¨ªntoma de que el enorme monstruo sin alma que ha construido el nu?ismo puede ser canibal y acabar devor¨¢ndose a s¨ª mismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.