Habiendo sufrido,
al igual que los cientos de personas concurrentes a la plaza del Dos de Mayo, la brutal y sistem¨¢tica represi¨®n de los cuerpos policiales, sus p¨¢ginas ¨²nicamente recogen una benigna impresi¨®n de chacotas, chirigotas y cuchufletas, pues si en realidad nuestra mirada se hubiera maravillado tan s¨®lo con estas espont¨¢neas manifestaciones jubilosas y populares, esta protesta ser¨ªa del todo improcedente. Esa era, en todo caso, nuestra intenci¨®n. Sin embargo, a las dos de la madrugada se vio truncada por un golpe s¨²bito, de violencia y despotismo, que invitaba, apoyado en porras, rev¨®lveres apuntando a un lado y a otro, pelotas de goma e incluso r¨¢fagas de subfusil, a desalojar la plaza y cercan¨ªas. No puedo precisar el motivo de tal despliegue, ya que los hechos me sorprendieronmezclado en una multitud, expulsada a golpe de porra del interior de un bar. No obstante, a la salida, mis ojos no pod¨ªan dar cr¨¦dito a lo que ve¨ªan: luces azules centelleantes acordonando la plaza, subfusiles amenazantes en alto, inspectores desenvainando el rev¨®lver y enca?onando a la gente a discreci¨®n y, lo que m¨¢s me impresion¨®, un se?or de paisano (anorak rojo, tal vez secreta) apuntando su pistola contra una muchedumbre que hu¨ªa enloquecida por la calle Ruiz y disparando. ?Fogueo? No era precisamente fogueo la decena de casquillos recogidos en'una esquina de la plaza. De esta manera, el lugar qued¨® desalojado en veinte minutos, y la gente: carnavalera y bulliciosa, sin salir de su consternaci¨®n, buscaba en desbandada abrigos m¨¢s seguros. Despu¨¦s, desde la glorieta de Bilbao hasta San Vicente Ferrer, la noche se debati¨® entre sirenas, botellas arrojadas contra los radiopatrullas e insultos a Barrionuevo. As¨ª, casi hasta las cuatro de la ma?ana, en que la situaci¨®n se normaliz¨®, y un par de centenares de pesonas trataron de reconsquistar la ilusi¨®n, desterrada por las sirenas y los fogonazos. Por esta raz¨®n me parece extra?o que sus p¨¢ginas se circunscriban con ternura y casi socarroner¨ªa a dar una cr¨®nica incompleta del desarrollo, bonach¨®n y populachero, de los carnavales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.