El maximalismo en el empleo
Suele existir -dice el autor- una tendencia, casi c¨®smica, de aplicar grandes remedios a los grandes males. Y eso -sigue-, que se agudiza en las sociedades latinas con indudables impregnaciones pol¨ªticas, suele acabar en situaciones borrascosa.
Nos falta, en el tratamiento pol¨ªtico de los temas sociales, una importante dosis de posibilismo, o, mejor a¨²n, de matices. Los problemas sociales -y el empleo lo es de primer orden- generan a menudo reformadores-profetas que acaban siendo v¨ªctimas desencantadas de su propio y sincero sue?o. Y es que el hombre, m¨¢s que el dato econ¨®mico, echa mucho hierro y pragmatismo al asunto.Desde un Saint-Simon hasta un Emiliano Zapata pueden ser testimonio -en sus polos tan diversos- de esa tremenda decepci¨®n que los hechos, los hombres, los sistemas, pueden producir en los m¨ªsticos sociales.
La paz pasa por el empleo
En nuestro tiempo que vivimos est¨¢ en juego el bien nuclear de todo sistema productivo libre: el trabajo. No hay trabajo para todos. Y ante tan rotunda y dura realidad, los pensadores, los pol¨ªticos, los reformadores y los gobernantes est¨¢n en toda Europa -por ir a nuestra ¨¢rea- buscando f¨®rmulas que palien las consecuencias del brutal desajuste laboral entre oferta y demanda. Y lo buscan con ansiedad y honda preocupaci¨®n, porque la paz del mundo o, si se quiere, la estabilidad social en Occidente pasa por el empleo, especialmente el juvenil. Es nuestra guerra diaria, la no sangrienta en lo risico, peyo s¨ª en lo ps¨ªquico, que nos retrataba, en otra l¨ªnea, Arnold Toynbee.
En tal situaci¨®n se puede actuar con t¨¦cnicas autoritarias o de animaci¨®n socioecon¨®mica. Las primeras, salvo en sistemas ordenancistas o de ukasses, no dan resultado porque la norma acaba siendo arrumbada por la propia realidad, social. Por ejemplo, es una tentaci¨®n el decir por decreto que los contratos de trabajo han de ser indefinidos. Bueno, eso acaba siendo un sue?o del legislador, La norma, evidentemente, tiene un papel fundamental que cumplir, cual es la ordenaci¨®n de las relaciones sociales. Sin el derecho no se puede vivir eri un mundo civilizado. Pero en la norma no pueden ponerse todas las esperanzas de cambio, a no ser que se caiga en un narcisismo que, sin duda, acaba siendo ineficaz y paralizante. La norma es necesaria, pero la norma no agota el tema. Un Gobierno que tenga en su haber un muestrario de leyes no coincidentes con la demanda social mayoritaria es un Gobierno proyectista. Hay que aguantar el tir¨®n subyugante del BOE e ir a la animaci¨®n socioecon¨®mica. A convencer. Y tras el convencimiento, la ordenaci¨®n jur¨ªdica.
Me estoy refiriendo, como es obvio, al tema del empleo, puesto que en otros campos, como por ejemplo y m¨¢s t¨ªpico, el penal, el tema es distinto.
El trabajo a tiempo parcial
Pero a¨²n as¨ª y todo, la norma ha de ser imaginativa. No s¨®lo adaptarse al terreno, sino avanzar sobre el mismo. Y ah¨ª tenemos un handicap de primera magnitud. Se trata de lo que denominar¨ªa el complejo social. Se tiene miedo a la libertad en el mercado de trabajo, y se tiene -aunque puedan existir razones- un recelo de principio contra el que emplea, por los abusos que pueda propiciar la libertad. Yo dir¨ªa que en el mercado de trabajo hay dos campos muy diferenciados: el de los inactivos y el de los activos. En el primero hay que ser muy intervencionista por muy asistencial, y en el segundo, m¨¢s liberal por el hecho sindical.Y yendo a las cuestiones imaginativas, creo que las empresas (no el trabajo) temporales y el trabajo a tiempo parcial son dos f¨®rmulas generadoras de empleo que se utilizan poco. No trato ahora de las empresas temporales, pues merecen una dedicaci¨®n espec¨ªfica, sino del trabajo a tiempo parcial o part-time.
El trabajo a tiempo parcial ha sido normalmente un cauce adecuado entre las posibilidades del trabajador y necesidades de la empresa. Algo as¨ª como la acomodaci¨®n entre jornada-salario en funci¨®n de lag circunstancias de las partes contratantes. Esto que, repito, ha sido as¨ª, no lo es tanto en los momentos actuales por la crisis de empleo. Hoy, el trabajo a tiempo parcial no pue de ser enfocado por el legislador como una f¨®rmula de bienestar laboral, sino como un sistema de alivio del paro. No es lo mejor, pero puede ser un acicate de empleo. En Europa, el trabajo a tiempo parcial ha dado un paso gigantesco en su implantaci¨®n, hasta el punto de que se ha sobrepasado el 10% de la poblaci¨®n activa. Por dar alg¨²n ejemplo, en Alemania Occidental la cifra en 1980 era de 2.700.000 empleados a tiempo parcial, y en el Reino Unido, de 3.700.000. En Espa?a los datos son inciertos, pero no pasamos de los 20.000; de ello se derivan las enormes posibilidades que tenemos por delante, sobre todo cara a las peque?as y medianas empresas, que sobrepasan el mill¨®n y que son el principal potencial de empleo por el ajuste de sus plantillas.
Ante ello, la legislaci¨®n, que ha pasado de prohibitiva -por el hecho de que se cotizaba a la Seguridad Social como en el supuesto de trabajo a tiempo completoa permisiva -cotizaci¨®n por el tiempo trabajado- ha de dar el salto hacia el fomento de este tipo de contratos que, sobre todo para determinadas capas, de la poblaci¨®n -j¨®venes y personas con responsabilidades familiares-, resulta especialmente apta. La rigidez, en cuanto a la definici¨®n del trabajo a tiempo parcial, requisitos formales e intervencionismo administrativo, s¨®lo puede llevar a maximalismos ineficaces.
Bien es cierto que, como se puso de manifiesto en un encuentro propiciado por la Fundaci¨®n Ebert, en El Escorial, en 1981, y al que asist¨ª, el trabajo a tiempo parcial plantea importantes y nuevas cuestiones al sindicalismo, y que los sindicatos tienen en ello un reto de primera magnitud. Pero eso lo saben y se preparan para ello. Lo que no se puede es sacrificar -en las circunstancias cr¨ªticas de empleo- lo posible por lo mejor. Quiz¨¢ el camino est¨¦ en posibilitar lo que d¨¦ empleo del mejor modo posible.
Juan Antonio Sagardoy Bengoechea es catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo en la facultad de Derecho de la Universidad de Alcal¨¢ de Henares.
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