EL PAIS y el pa¨ªs
En unas jornadas culturales en las que particip¨¦ hace alg¨²n tiempo, los organizadores hab¨ªan puesto especial empe?o en obtener la atenci¨®n de la Prensa. Con este objeto se invit¨® a los principales medios informativos a que destacasen corresponsales, con todos los gastos a cargo de la organizaci¨®n, que cubriesen el intenso y extenso programa de actividades. Ante tan gentil invitaci¨®n, los periodistas especializados en estos menesteres comparecieron puntualmente y la organizaci¨®n les facilit¨®, como estaba previsto, una agradable y bien equipada sala de Prensa, as¨ª como alojamiento y manutenci¨®n en un discreto y confortable hotel de dos estrellas. El corresponsal de EL PAIS, sin embargo, fue objeto de una halagadora discriminaci¨®n: fue hospedado en el hotel de cuatro estrellas de la ciudad.Los organizadores no eran gente maleducada ni ignorante, sino todo lo contrario. En realidad, el alojamiento de cuatro estrellas con el que quisieron honrar a EL PAIS en la persona de su enviado especial no era m¨¢s que una met¨¢fora material de la mezcla de admiraci¨®n, temor y bobaliconer¨ªa con que nos relacionamos intelectual y sentimentalmente con este diario casi todos los que estamos metidos en el mundillo pol¨ªtico-cultural (*).
De la pre a la posdemocracia
En efecto, en su corta vida, EL PAIS ha conseguido lo que ning¨²n otro peri¨®dico hab¨ªa jam¨¢s logrado en este pa¨ªs: pi¨¦nsese lo que se piense de su supuesta objetividad, se est¨¦ m¨¢s o menos de acuerdo con su l¨ªnea editorial, comp¨¢rtanse o no sus fobias y sus filias, EL PAIS ha llegado a ser punto de referencia y lectura obligada para toda la clase pol¨ªtica y para toda la intelligentsia del pa¨ªs. Los periodistas, las informaciones, las opiniones, se dividen hoy y aqu¨ª en dos clases: los que escriben o las que son escritas en EL PAIS y los / las que no. EL PAIS es a la Espa?a culta lo que Televisi¨®n Espa?ola a la Espa?a toda: lo importante es aparecer ah¨ª, independientemente de lo que uno diga o sea dicho.
Como en tantos otros terrenos, tambi¨¦n en el de la informaci¨®n y la opini¨®n parecemos haber pasado de la pre a la posmodernidad, sin haber apenas experimentado la cosa misma. En pol¨ªtica hemos pasado de la ignorancia y/o negaci¨®n de los derechos civiles y pol¨ªticos de la ciudadan¨ªa a un reconocimiento formal, pero estrictamente ritual, de los mismos, sin que se haya forjado la trama democr¨¢tica civil, molecular y difusa, socialmente interiorizada y articulada, que los sustente y defienda. Aqu¨ª, el art¨ªfice y defensor ¨²ltimo de la democracia es, al parecer, el Rey, y las Fuerzas Armadas siguen siendo -mejor dicho, vuelven a ser- la columna vetebral de la naci¨®n. (Por cierto, ?de qu¨¦ naci¨®n?)
En econom¨ªa hemos pasado del anti al posliberalismo, es decir, de un proteccionismo y un intervencionismo protocapitalista a diversas y m¨¢s o menos exitosas modalidades de planificaci¨®n concertada entre el poder pol¨ªtico y los diversos agentes econ¨®micos -patronal, banca, sindicatos-, seg¨²n los c¨¢nones del capitalismo tard¨ªo. Pero aqu¨ª esos agentesjam¨¢s se han constituido aut¨®nomamente seg¨²n su fuerza en la sociedad civil de la econom¨ªa, o sea, en el mercado, sino seg¨²n su incrustaci¨®n en o su exclusi¨®n de la vida pol¨ªtica, con lo cual su poder de presi¨®n se revela desigualmente deformado: exagerado, en el caso de patronal y banca; rid¨ªculo, en el caso de los sindicatos.
En el campo de la "cultura de masas" hemos pasado de la aculturaci¨®n provincianista del franquismo a la poscultura de la aldea global: del nacionalcatolicismo y la unidad de destino en el lfni a Dallas, 300 millones y las epifan¨ªas posretroconciliares del Papa. La gestaci¨®n, difusi¨®n, interiorizaci¨®n, de una cultura democr¨¢tica, racional, pluralista, aprendida y realimentada en la experiencia cotidiana, vivida como valor y no como espect¨¢culo, sigue siendo una asignatura pendiente.
El mundo de la informaci¨®n y la opini¨®n no escapa a estas coordenadas. De una situaci¨®n de grosera censura informativa e ideol¨®gica hemos pasado a una situaci¨®n posinformativa y aparentemente posideol¨®gica, en la que un producto period¨ªstico rayano en la perfecci¨®n, EL PAIS, est¨¢ modificando profundamente la estructura y comportamiento de la "opini¨®n p¨²blica".
En efecto, EL PAIS no se limita a ser un excelente diario de informaci¨®n general, sino que en poco tiempo ha llegado a ser el principal vehiculador y hacedor de opini¨®n cualificada de este pa¨ªs. Su informaci¨®n nacional e internacional es la mejor y m¨¢s completa; sus editoriales son los m¨¢s inteligentes e incisivos; sus p¨¢ginas de opini¨®n acogen las m¨¢s interesantes y a veces rigurosas reflexiones de todo el espectro ideol¨®gico; sus amplios suplementos culturales pronto abarcar¨¢n todos los ¨¢mbitos de la creaci¨®n y la investigaci¨®n art¨ªstica, literaria y cient¨ªfica su dise?o y composici¨®n constituyen un ejemplo dificilmente superable de armon¨ªa y limpieza, etc¨¦tera.
Es decir, de una situaci¨®n en la
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