El voraz movimiento de la transvanguardia
R¨ªos de tinta y reacciones viscerales, en uno y otro sentido, ha provocado la llamada Transvanguardia en Arco 83. Sin duda, las pasiones no se hubieran desatado de esta manera si no fuera porque es excesivamente evidente que Juana de Aizpuru, la directora de Arco, y tan admirable en muchos aspectos, se ha dejado influir de forma casi excluyente por el cr¨ªtico Achille Bonito Oliva y el galerista Lucio Amelio, promotores ambos de este movimiento que vorazmente irrumpe en la escena art¨ªstica internacional desde hace unos pocos a?os. Pues, de hecho, Arco no ofrece un panorama objetivo de lo m¨¢s interesante en el arte contempor¨¢neo de hoy, sino una extra?a selecci¨®n, en la que priva el popurr¨ª t¨ªpico de las galer¨ªas espa?olas; una escas¨ªsima representaci¨®n de galer¨ªas francesas e inglesas, con obra, por lo general, bastante mala; una ausencia total de galer¨ªas norteamericanas (excepto Marlborough, que. presenta al hiperrealista Claudio Bravo), y una nutrida presencia de transvanguardia italiana y nuevos expresionismos austr¨ªacos. Pues por no ver no hemos visto obras de Kiefer, Kirkeby, Baselitz, L¨¹pertz o Salom¨¦, algunos de los nuevos expresionistas alemanes, cuyo trabajo es interesante y, asimismo, pol¨¦mico en la escena internacional. Ehrhardt, que representa a alguno de ellos en Madrid y que el a?o anterior mostr¨® unos excelentes dibujos de Beuys y de Cy Twornbly, se ha decantado ahora por la obra del joven pintor Schmalix y de Anzinger. As¨ª que en la mente de todos los que nos dedicamos a seguir el arte contempor¨¢neo nos queda la sensaci¨®n de que muchos de los artistas, y de las tendencias otras que pueden verse tanto en exposiciones de tesis como la Documenta aqu¨ª brillaron por su ausencia; de que al esfuerzo econ¨®mico y organizativo de Arco, en s¨ª muy meritorio, ha de a?adirse una mayor amplitud de miras.Todo esto ha contribuido a exaltar los ¨¢nimos y a dar como resultado una respuesta agresiva a Achille Bonito, quien, adem¨¢s, siguiendo la conocida regla publicitaria de que aunque se hable mal de uno se hace propaganda igual, ha vuelto otra vez a la carga. Con todo, creo que hay que diferenciar la vacuidad te¨®rica de su discurso (que en la mesa redonda del pasado d¨ªa 19 intent¨® matizar con gran habilidad sof¨ªstica) y la obra de los artistas italianos, desiguales en calidad, pero algunos de ellos interesantes. Varios cr¨ªticos espa?oles comentaban la sensaci¨®n de premura en su lanzamiento, con la consecuente imagen de b¨²squeda a¨²n de un estilo personal en estos artistas, y es en cierto modo cierto. Las prisas por promocionar obligan a presentar lo que sea y como sea (entre otras cosas, dibujos de cualquier cuaderno clavado con alfileres), y as¨ª vemos, por ejemplo, un pabell¨®n bastante lamentable como el de Lucio Amelio, mientras Franco Toselli, por el contrario, ofrec¨ªa un magn¨ªfico Mimmo Palladino, una obra del alem¨¢n Penck y una del artista del arte povera Mario Merz. Tambi¨¦n la muestra paralela sobre la Transvanguardia organizada por la Caixa era desigual, y m¨¢s por la desorganizaci¨®n de los propios italianos que por otra cosa: Chia y Clemente estaban muy mal representados; las obras de Nicola de Maria no dejan de ser una abstracci¨®n decorativa y mal pintada (sus ambientes son, con todo, mejores), mientras las ¨²ltimas obras de Cucchi asombran por su fuerza expresiva.
Creo que esta rapidez en el ciclo de creaci¨®n, apropiaci¨®n y reconocimiento son funestas para el propio artista; unos se quemar¨¢n en dos a?os en la vor¨¢gine de una moda y otros perdurar¨¢n, como siempre sucede. Pero para el espectador de a pie, la confusi¨®n y mixtificaci¨®n es peor: no sabe si esto es lo ¨²nico que se hace en el mundo, si es bueno porque se promociona tanto, etc¨¦tera. Al cr¨ªtico le resta la tarea de matizar e informar, y especialmente de pedir, en un momento en que nuestro pa¨ªs se abre con entusiasmo al arte m¨¢s nuevo, una selecci¨®n m¨¢s amplia, m¨¢s informada, m¨¢s pluralista.
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