Fraser se enfrenta a un doble enemigo: laboristas y sindicatos
"Me gusta m¨¢s Robert Hawke, pero votar¨¦ a Malcolm Fraser". No pod¨ªa dar cr¨¦dito a mis o¨ªdos y pensaba que hab¨ªa entendido mal. Pero no, no hab¨ªa ninguna duda. Esta joven de diecinueve a?os me estaba repitiendo que el 5 de marzo votar¨ªa a la coalici¨®n liberal-nacional, a pesar de sus preferencias por el l¨ªder laborista. Su caso no es ¨²nico. Son miles los australianos partidarios de Hawke, el m¨¢s popular de los pol¨ªticos de este pa¨ªs, que confiesan su intenci¨®n de votar por el primer ministro. Seg¨²n los observadores, estos miles de australianos podr¨ªan llevar a Fraser a formar Gobierno por cuarta vez.
Hace tres semanas, Fraser decidi¨® jugarse el todo por el todo. Disolvi¨® las dos C¨¢maras y anunci¨® que no era posible gobernar con la oposici¨®n activa de los sindicatos a su pol¨ªtica de congelaci¨®n salarial. Desde el primer momento centr¨® sus ataques en los sindicatos, seguro de que as¨ª mataba dos p¨¢jaros de un tiro: la figura de Hawke est¨¢ ¨ªntimamente ligada a la Federaci¨®n de Sindicatos Australianos (ACTU), de la que ha sido presidente hasta hace tan s¨®lo tres a?os, momento en que inici¨® su carrera pol¨ªtica propiamente dicha.Al anunciar la disoluci¨®n del Parlamento, Fraser dirig¨ªa su punto de mira a estos sindicatos: "Si el movimiento sindical no est¨¢ dispuesto a escuchar a este Gobierno, si el movimiento sindical no est¨¢ dispuesto a escuchar al conjunto de los gobiernos de los seis Estados, les reto a que escuchen la voz del pueblo de Australia".
Pocos d¨ªas despu¨¦s, el primer ministro anunciaba su intenci¨®n de convocar un refer¨¦ndum nacional, en el caso de salir reelegido, para permitir que el Gobierno federal y la comisi¨®n de arbitraje laboral puedan ordenar a los huelguistas el retorno al trabajo en los sectores clave para la econom¨ªa del pa¨ªs.
Reconciliaci¨®n nacional
Frente a estas amenazas a su principal clientela, los laboristas no parecen haberse arredrado. Como alternativa a esta pol¨ªtica, que califican de confrontaci¨®n, proponen una reconciliaci¨®n nacional. Una cumbre de todas las partes interesadas -Gobierno federal, gobiernos estatales, empresarios y sindicatos- deber¨ªa reunirse en cuanto fuera elegido un Gobierno laborista.
De momento, los laboristas han llegado ya a un amplio acuerdo con los sindicatos sobre la pol¨ªtica de inversiones p¨²blicas, regulaci¨®n de precios e ingresos personales (no s¨®lo salarios), impuestos (bajar¨ªan ligeramente los actuales, algo superiores al 30% sobre los ingresos personales) y pensiones.
Frente a la pol¨ªtica de modera ci¨®n, prudente gesti¨®n y congelaci¨®n salarial de los liberales, los laboristas apuestan sin ambages por la carta del relanzamiento. Conseguir un crecimiento econ¨®mico del 3% el primer a?o y del 5% en 1986 es el objetivo de Hawke. Se propone incrementar en 1.500 millones de d¨®lares el d¨¦ficit presupuestario, que ya supera los 4.000 millones.
Los liberales han acusado a los laboristas de irresponsabilidad y arremeten contra la posibilidad de un Gobierno que "quiere gastar un dinero que Australia no tiene", lo que llevar¨ªa al pa¨ªs a una bancarrota. Fraser juega a fondo la carta del miedo a un futuro incierto para convencer a los indecisos, consciente de que le quedan pocos d¨ªas para recuperar la ventaja de los laboristas en las encuestas y para hacer olvidar la crisis en que est¨¢ sumido el pa¨ªs: un d¨¦ficit presupuestario que duplica el calculado hace tan s¨®lo siete meses, 10% de paro, 11 % de inflaci¨®n, un descenso lento pero firme del d¨®lar australiano frente al americano y unas tasas de inter¨¦s que han irritado a millares de familias.
El pasado fin de semana, las elecciones del Estado de Australia Occidental eran un serio aviso para los liberales, que han perdido el Gobierno de este Estado por primera vez en nueve a?os y, lo que parece m¨¢s grave, han perdido el 8% de sus votos en favor de los laboristas. Lo que nadie sabe todav¨ªa es si esta oscilaci¨®n del voto se mantendr¨¢ la pr¨®xima semana a nivel federal. Nadie se atreve a hacer pron¨®sticos demasiado firmes tras el fracaso de las predicciones en las elecciones generales de 1980: a dos semanas de las urnas, los laboristas llevaban una ventaja del 5% en las encuestas, pese a lo cual acabaron perdiendo por un escaso 1%, suficiente para asegurar la victoria de la coalici¨®n liberal-nacional de Fraser.
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