La caediza torre de los ambiciosos
El n¨²mero de combinaciones entre argumentos posibles del cine de Hollywood nunca ha sido muy alto, raz¨®n que probablemente explica una buena parte de su ¨¦xito a lo largo de los tiempos. Una de las variantes m¨¢s acreditadas es la de las pel¨ªculas de jurados y juicios; aquellas en las que una serie de se?ores en torno a la docena se pasan un par de horas sentados ante una mesa o encerrados entre cuatro paredes, discutiendo siempre de lo mismo, pero encontrando ¨¢ngulos constantemente in¨¦ditos a lo que, sustancialmente, es una sola situaci¨®n sostenida.
La torre de los ambiciosos, pese a primeras apariencias en contrario, es una pel¨ªcula del g¨¦nero, en la que la docena de inquisidores consume su tiempo discutiendo sobre la calidad de las sillas y las mesas que produce una importante f¨¢brica de mobiliario de la que son consejeros, y para la que, al fallecimiento de su presidente, fundador y paterfamilias, ha de nombrarse sustituto de entre los presentes.
Lo que hay quien llama el discurso ideol¨®gico que transmite esta pel¨ªcula concentracionaria, es el de que hay que optar entre el beneficio inmediato de la reducci¨®n de costos, cuya defensa corre a cargo de Fredric March, el jefe de contabilidad de tan importante empresa, y la fabricaci¨®n de calidad apoyada en una seria investigaci¨®n tecnol¨®gica, posici¨®n que sustenta William Holden, joven cient¨ªfico que cree en el sue?o americano, y hay momentos en que habla de investigar sobre la fabricaci¨®n de sillas con tanta seriedad como si se tratara de hacer misiles.
Estas pel¨ªculas son especialmente mis¨®ginas porque las cuatro paredes, apenas renovadas, no sol¨ªan irle bien en la ¨¦poca al despliegue de pasiones entre personas del sexo opuesto, y por esta raz¨®n B¨¢rbara Stanwyck circula por la pantalla como un enser m¨¢s de mobiliario que de cuando en cuando utiliza alguno de los protagonistas. Al mismo tiempo, esta pel¨ªcula de jurados va tambi¨¦n de historia de democracia financiera, en la que se elige a un presidente del Consejo de Administraci¨®n igual que a un presidente de los Estados Unidos, con campa?a electoral, juego sucio, conferencias de Prensa, y programa para la elecci¨®n.
Entre jurado y finanzas La torre de los ambiciosos nos cuenta algo muy interesante acerca de la sociedad norteamericana: la habilidad con que sus promotores saben hacer la cr¨ªtica desde dentro del capitalismo salvaje encarnado en el personaje m¨¢s financiero del grupo, el propio Fredric March, el hombre que trabaja con los bancos, que obtiene los cr¨¦ditos, que toca el dinero y se ensucia negociando. Su contrafigura es el creador, el que piensa en prestar un servicio al p¨²blico, el que cree en la socialdemocracia del trabajo bien hecho, aunque adelgace los m¨¢rgenes de beneficio.
La pel¨ªcula d¨¦ Robert Wise, un trabajador para todas las estaciones del cine norteamericano, puede resultar un tanto anticuada no tanto porque falle el suspense razonablemente sostenido sino por una raz¨®n mucho m¨¢s simple. La cinta es en blanco y negro como en la ¨¦poca se pensaba que ten¨ªan que ser las pel¨ªculas de cierta tensi¨®n gris¨¢cea al estilo de Doce hombres sin piedad de Lumet, la obra siempre citada como ejemplo del cine de jura dos. El color sonaba entonces todav¨ªa como demasiado musical o de pasiones m¨¢s carnales.
Una recomendaci¨®n para los admiradores de esos segundos actores tan s¨®lidos que encontramos s¨®lo en el cine anglosaj¨®n. Louis Calhem, el Julio C¨¦sar de Mankiewicz, el fino abogado de Huston en Jungla de asfalto, al que en aquellos a?os sol¨ªa doblar el gran Jos¨¦ Mar¨ªa Ovies, es uno de los convidados a la mesa de las deliberaciones.
La torre de los ambiciosos se emite hoy en La clave a partir de las 20.00 horas.
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