Presdente que est¨¢s en los cielos
No s¨¦ si nos damos cuenta de la ciega devoci¨®n con que estamos acatando el pase de Felipe Gonz¨¢lez a lo que podr¨ªamos llamar la reserva espiritual del cambio. Sin ¨¢nimo de comparar ni deseos de que me llamen perversa, dir¨ªa que hemos saltado de un gobernante -o lo que fuera- que se trajinaba de Espa?a por los confines el brazo de Santa Teresa, a un presidente que es puritito brazo todo ¨¦l, escapulario milagroso.Claro que esto nos ocurre por ser el nuestro un pueblo mitad monje y mitad soldado, un pueblo dividido entre lo beat¨ªfico y lo castrense, que o bien nos hincamos entierra con el "a Dios rogando" o nos lo montamos de "con el mazo dando" hasta que la muerte nos separe. Si fu¨¦ramos normales, estar¨ªamos ahora mismo exigiendo que Felipe descienda de las alturas, que se pringue en la vida misma, es decir, en los aconteceres de su Gobierno, en vez de dejarle a solas en su urna monoplaza con derecho a indulgencia plenaria y botafumeiro. Que lo c¨®modo, demasiado c¨®modo para un presidente de sus expectativas, es quedarse deshojando la flor de santidad mientras Boyer y todo el casting ministerial van de activos y hasta de malos en esta pel¨ªcula que al fin y al cabo, es tambi¨¦n la suya.
Yo comprendo que cuando se tiene un pasado liso y llano y una fama de Nadiusko uno ha de hacer lo posible para cambiar de imagen, a la manera en que Violette Val¨¦ry se traspone en el segundo acto de La Traviata para sentar cabeza junto al caro Alfredo del mio cuore. Pero a m¨ª no me gustar¨ªa que nuesta violeta presidencial se nos muriera tuberculosa a fuerza de no tomar el aire. Cierto: el aire contamina; pero el aire lo respiramos todos, es lo que compartimos, lo que nos une. Ser¨ªa una l¨¢stima sustituirlo por el incienso.
Porque, a este paso, me temo que un buen d¨ªa Eduardo Sotillos convocar¨¢ a la Prensa y nos comunicar¨¢ solemnemente que Felipe Gonz¨¢lez se ha marcado una meditaci¨®n trascendental seguida de meditaci¨®n y cierre y se nos ha ascendido a los cielos hecho un suspiro, dejando tras de s¨ª tan s¨®lo el humo del Cohiba y la ilusi¨®n de lo que pudo haber sido. Y ese d¨ªa, ni los ni?os del colegio de San Ildefonso le van a poder entrevistar.
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