"Mala la hubisteis, franceses..."
Nuestros inefables amigos franceses acaban de superar su propio r¨¦cord, Yo entiendo que sus simpat¨ªas no se inclinen precisamente hacia el lado de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica y, por ende, hacia esas ramas de su tronco que somos los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina. Si en Francia han pensado siempre que Africa comienza en los Pirineos -doble error hist¨®rico y geogr¨¢fico, con graves implicaciones-, qu¨¦ nos puede esperar a estas rep¨²blicas de ultramar... Pero inclusive en esta antipat¨ªa, que rebasa ya los l¨ªmites del inconsciente, cre¨ªamos que pudiera haber un l¨ªmite. Ahora ya sabemos que no es as¨ª y que ese sentimiento de rechazo no parece tener fondo.En su edici¨®n del 8 de enero pasado, el semanario Le Nouvel Observateur public¨® una magn¨ªfica traducci¨®n de la conferencia que Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez ley¨® ante la Academia de Letras sueca con motivo del Premio Nobel que recibi¨® en Estocolmo el pasado diciembre. El texto lleva un encabezado con tres errores de tan aberrantes proporciones que s¨®lo dejan lugar a una desesperanzada perplejidad. Veamos, en su idioma original, el engendro de marras: "Face a l'opposition au pillage et a l'abandon, notre r¨¦ponse est la vie'. Le 8 D¨¦cembre dernier le grand romancier uraguayen, Nobel de litt¨¦rature, pronongait ce discours explosif devant l'Acad¨¦mic de Lettres de Su¨¨de". Traduzco: "Frente a la oposici¨®n, al pillaje y al abandono, nuestra respuesta es la vida'. El 8 de diciembre ¨²ltimo el gran novelista uruguayo pronunci¨® este discurso explosivo ante la Academia de Letras de Suecia".
Para comenzar, el texto original de Garc¨ªa M¨¢rquez dec¨ªa la opresi¨®n, no la oposici¨®n. La oposici¨®n tal vez irrite a los franceses m¨¢s que la opresi¨®n, dada su altanera autosuficiencia cartesiana. A nosotros nos fastidia m¨¢s la opresi¨®n. Que Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez es colombiano y no uruguayo es algo que saben hasta los zul¨²es, para usar una expresi¨®n un tanto racista grata a nuestros abuelos. Que el gentilicio de Uruguay no es uraguayen sino uruguayen ya es cosa que demanda un poco m¨¢s de atenci¨®n y buena voluntad de las que puede pedirse al norte de los Pirineos.
Todo comentario sale sobrando. El ¨²nico posible lo hizo el mismo Garc¨ªa M¨¢rquez en un t¨¦lex enviado a su amigo Jean Daniel, director de Le Nouvel Observateur. Le dec¨ªa que esa suma de gazapos s¨®lo confirma la verdad de las tesis expuestas en su conferencia sobre La soledad de Am¨¦rica Latina. Valga aclarar que el semanario de Daniel ha sido siempre de una notable generosidad con la persona y la obra del autor de Cien a?os de soledad; que all¨ª han aparecido los dos ¨²ltimos relatos suyos y, hace unos meses, una espl¨¦ndida entrevista con H¨¦ctor Biancioti, ¨¦ste s¨ª rioplatense y de probado talento.
Pero es que hay m¨¢s a¨²n, y de ello ya nos hab¨ªamos ocupado en alguna ocasi¨®n; pero hoy vale la pena recordarlo, por obvias razones. Le Nouvel Observateur alud¨ªa el 16 de octubre de 1977 al Premio Nobel concedido al poeta espa?ol Vicente Aleixandre con palabras de elogio un tanto lejano y deste?ido y, para finalizar, el comentarista aclaraba: "Vicente Aleixandre es el cuarto espa?ol que recibe el Premio Nobel. Lo obtuvieron antes que ¨¦l Jos¨¦ Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922) y Jam¨®n Ruiz Jim¨¦nez (1956)". De las muchas bromas, no siempre del mejor gusto, que le toc¨® soportar en vida al gran poeta de Palos de Moguer -tal vez las menos tolerables fueron las llamadas telef¨®nicas insultantes de Neruda y Garc¨ªa Lorca-, ¨¦sta, del m¨¢s informado e inteligente de los semanarios que se publican en Europa, debi¨® removerlo en la paz de su tumba en Puerto Rico -otra broma del destino, tampoco de la mejor ley-, si es que fue broma intencionada, cosa que no creo y vamos a ver por qu¨¦.
Desde hace muchos a?os vengo registrando peri¨®dicamente la incapacidad de los franceses para escribir correctamente los nombres de gentes y lugares de Espa?a y Am¨¦rica Latina que ocupan su atenci¨®n de cuando en cuando. Vemos, en cambio, con cu¨¢nta exactitud y correcci¨®n citan apellidos polacos y h¨²ngaros que consisten en un abrumador festival de consonantes que se agrupan para asfixiar una o, cuando mucho, dos indefensas vocales.'Nunca he visto citado err¨®neamente a Andrzejewski, a Wlodzimierz Odojewski, ni la ciudad de Nagyszentinikl¨®s, en donde naciera nuestro admirado Bela Bartok. Ser¨ªa necio y fuera de lugar metemos ahora en honduras psicol¨®gicas y sociol¨®gicas para tratar de explicarnos esta repetida renuencia de los franceses a pasar con menos desaprensi¨®n y ligereza sobre nuestros modestos logros en la cultura y en la civilizaci¨®n de Occidente.
Garc¨ªa M¨¢rquez
Valga la pena anotar, al paso, que los textos cr¨ªticos capitales sobre la obra de Garc¨ªa M¨¢rquez han sido escritos por un escoc¨¦s y un alem¨¢n radicado en Colombia. En efecto, el espl¨¦ndido an¨¢lisis de Alastair Reid, aparecido en New Yorker hace unos a?os, y el cuerpo de art¨ªculos de Emesto Volkening, publicados en la revista Eco, no han sido a¨²n superados. En Francia no existe ni siquiera un mediocre ensayo sobre una obra que es ya patrimonio de nuestra ¨¦poca y de nuestro mundo. Cuando apareci¨® la versi¨®n francesa de El oto?o del patriarca, Le Figaro -s¨ª, el diario en donde un d¨ªa se publicaron los art¨ªculos de Proust- incluy¨® una rese?a sobre el libro, cuya acci¨®n, seg¨²n el firmante del sesudo ensayo, ocurr¨ªa en Macondo, y sus principales personajes eran de nuevo los legendarios Buend¨ªa. Lo cual probaba con penosa evidencia que ni siquiera se hab¨ªa tomado la molestia de abrir el libro antes de escribir sobre ¨¦l. Y, para rematar, mencionaba al premio Nobel uruguayo Miguel Angel Asturias. Dale con Uruguay. El que tres de los m¨¢s grandes poetas franceses de los ¨²ltimos cien a?os hayan nacido en Montevideo -Lautr¨¦amont, Laforgue y Supervielle- no justifica una obcecada cerraz¨®n tan parroquial.
Pero en verdad estamos pidiendo mucho a nuestros amigos galos. Ellos hacen lo que pueden. El m¨¢s importante semanario de la izquierda europea publica, con gran despliegue, un dislate como el que ahora nos ocupa en relaci¨®n con alguien que, por muchos y muy respetables motivos, muchos de ellos de orden pol¨ªtico, deber¨ªa ser tratado con mayores miramientos. ?Qu¨¦ podemos pedir, entonces, de otras voces y otros ¨¢mbitos tambi¨¦n franceses, en donde estas rep¨²blicas y su madre hispana son tierra inc¨®gnita sobre la cual no vale la pena detener la atenci¨®n, as¨ª sea por un instante?
Pero dej¨¦monos de meditaciones y lamentos. Demos gracias a los dioses por el escaso inter¨¦s que mostr¨® la dinast¨ªa Valois en empresas de navegaci¨®n y conquista y sigamos disfrutando de la herencia de aventura y sue?os imposibles que nos dej¨® el c¨¦sar Carlos V y su compa?ero en desmedidas haza?as don Alonso Quijano el Bueno.
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