Las aventuras del cineasta John Huston
El cineasta norteamericano John Huston acaba de recibir en Beverly Hills (California) el premio del American Film Institute a "la labor de una vida", como reconocimiento al autor de La reina de ?frica, El halc¨®n malt¨¦s, Fat City y Sangre sabia, entre una amplia filmograf¨ªa.Si John Huston no fuera director de cine, quiz¨¢ se dedicar¨ªa a¨²n al boxeo. En su juventud, alcanz¨® el t¨ªtulo de campe¨®n de pesos ligeros en la categor¨ªa de aficionados, y a¨²n se enorgullece de haber perdido s¨®lo dos de los 25 combates en que intervino.
Esa imagen de un Huston deportista, combativo, que todav¨ªa conserva su nariz rota como testimonio de aquella actividad adolescente, coincide con la del cineasta aventurero que se ha fascinado en sus pel¨ªculas con los personajes que arriesgan su seguridad por el placer de lo desconocido: buscadores de oro, de estatuillas m¨¢gicas, de ballenas malditas, de caballos en libertad, pero que no encuentran al final de su aventura la paz que ansiaban; han sabido, eso s¨ª, elegir de la vida lo que la aleja de lo trillado, de lo ag¨®nico.
Con el entusiasmo de su curiosidad, Huston fue tambi¨¦n, antes que cineasta, teniente de caballer¨ªa en M¨¦xico, pintor bohemio en Par¨ªs y escritor de relatos sobre el boxeo y la h¨ªpica, actividad esta ¨²ltima con la que se relacion¨® durante alguna temporada.
Guionista y dramaturgo, mantuvo contactos con otros literatos, Hemingway fundamentalmente, a quien le uni¨® la amistad de saberse ambos incluidos en el mismo grupo de perdedores.
Porque, aunque hombre de ¨¦xito, Huston no ha dejado de admirar en sus pel¨ªculas a los amantes de causas perdidas, a los so?adores rebeldes que no han querido dejarse seducir por los privilegios del orden. Y ¨¦l, por ser visceralmente uno de ellos, no ha tenido siempre la confianza de los estudios que, a la postre, son quienes administran el ¨¦xito ajeno. Con Huston no se han lanzado a grandes aventuras y en numerosas ocasiones hasta han coartado su capacidad de invenci¨®n. Quiz¨¢, quien lo sabe, porque el inconformismo de Huston se tradujo inevitablemente en sus manifestaciones contrarias a la Comisi¨®n de Actividades Antiamericanas; sin ser comunista, el director de La carta del Kremlim antepon¨ªa el derecho de cualquier ciudadano a expresarse como le pareciera oportuno.
Creatividad marginada
Las ¨²ltimas pel¨ªculas de Huston no tienen, desgraciadamente, la libertad de sus t¨ªtulos cl¨¢sicos. Sujeto a las necesidades laborales como cualquiera, ha optado por la pereza, por desinteresarse de las ofertas que valoran solo su excelente conocimiento del oficio y marginan su aut¨¦ntica creatividad. Annie, por ejemplo, su ¨²ltimo filme, no pod¨ªa adaptarse a la visi¨®n esc¨¦ptica que Huston ha deslizado a lo largo de su cine. Esa hueca bonhom¨ªa que Hollywood reivindica espor¨¢dicamente, est¨¢ en las ant¨ªpodas de la est¨¦tica de Huston. Como encargar a Bu?uel una visi¨®n hagiogr¨¢fica de un santo.Lo que Huston piensa del hombre, el amor, la guerra, la justicia, el valor, la amistad y el dinero, ha sido matizado en t¨ªtulos como Paseo por el amor y la muerte, que ahora podemos revisar en las pantallas espa?olas, o tan claves como El tesoro de Sierra Madre, El halc¨®n malt¨¦s, La jungla de asfalto, La reina de ?frica, Moby Dick, La noche de la Iguana, El juez de la horca o El hombre que quiso reinar, pel¨ªculas todas ellas admirables que hablan de un genio que no se reconoce con facilidad en trabajos como Phofia o Annie.
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