El Tribunal Constitucional y los concejales
Los recientes pronunciamientos del Tribunal Constitucional sobre los concejales de And¨²jar y Madrid que fueron cesados tomo tales al ser expulsados de los partidos en. cuyas lista! hab¨ªan sido elegidos, van a abrir sin duda una larga discusi¨®n sobre nuestra vida pol¨ªtica democr¨¢tica.Interesa adelantar, antes de entrar en su valoraci¨®n, que conviene a los dem¨®cratas que exista un ¨®rgano elegido por el Parlamento y cuya funci¨®n sea referenciar todos los planos de la vida de los espa?oles al cumplimiento de la Constituci¨®n. Los comunistas, que hemos luchado mucho por la democracia en Espa?a, no tenemos duda de que el Tribunal Constitucional es un logro democr¨¢tico que, en el sentido m¨¢s amplio, favorece sobre todo a los trabajadores y a los sectores populares.
Tampoco se nos oculta, por otra parte, que por su mismo car¨¢cter electivo, el Tribuna? Constitucional no puede sino reflejar grosso modo el balance de fuerzas que existe en el Parlamento que lo elige, y que por ello, aunque todas sus sentencias sean respetuosas con la Constituci¨®n, cada una de ellas es una interpretaci¨®n ya regresiva ya progresista, seg¨²n los casos, del texto y del esp¨ªritu constitucional. En concreto, las sentencias sobre los concejales, han sido saludadas desde muy diversos ¨¢ngulos, precisamente como una aplicaci¨®n progresiva de la Constituci¨®n frente a una ley "preconstitucional" que limitaba, en favor de la partitocracia, la pura relaci¨®n entre el elector y a quien elige.
Visi¨®n regresiva de la democracia
Tengo muchas dudas de que eso se corresponda en realidad con una concepci¨®n progresista de la democracia. La relaci¨®n elector-elegido sin veladura es una forma de funcionamiento democr¨¢tico en la que la mayor¨ªa de los ciudadanos participan tan s¨®lo de forma peri¨®dica y s¨®lo como votantes. El ¨²nico control que tienen sobre el elegido es el de la posterior votaci¨®n. El representante queda libre de ataduras, pero s¨®lo con respecto. a los que le eligieron y no ante los poderes de hecho que act¨²an sobre ¨¦l de forma permanente. Por ello, estimo que las sentencias conectan mejor con una visi¨®n regresiva de la democracia, y contraponen las formas representativas con las participativas y de democracia directa.
Y nada m¨¢s absurdo para un dem¨®crata que enfrentar unas libertades a otras, ni nada m¨¢s falso desde el punto de vista hist¨®rico. Desde su origen, el sistema democr¨¢tico. se ha ampliado de forma constante con la incorporaci¨®n de nuevos derechos que en todos los casos han supuesto formas democr¨¢ticas de car¨¢cter participativo y que lejos de enfrentarse al r¨¦gimen representativo, lo han reforzado y lo han hecho m¨¢s genuino. Desde el principio, la burgues¨ªa se ha opuesto a la ampliaci¨®n democr¨¢tica. La abolici¨®n definitiva en Francia de las estructuras feudales, en los decretos de agosto, comportaba al mismo tiempo la prohibici¨®n de la asociaci¨®n sindical. Han sido el movimiento. obrero organizado y las fuerzas pol¨ªticas populares quienes han ido arrancando, una a una -derecho de libre sindicaci¨®n, de huelga, sufragio universal- cada libertad en un proceso de agregaci¨®n de nuevas formas de mocr¨¢ticas que no hay que dar por acabado. El funcionamiento estable de partidos pol¨ªticos de militancia masiva es posterior al sistema de elecci¨®n y representa un perfeccionamiento de ¨¦ste en el camino hacia el ¨®ptimo democr¨¢tico que se cifra en la participaci¨®n permanente de los ciudadanos asociados.
No ahorrar cr¨ªticas
Es claro que en Espa?a los partidos pol¨ªticos, como todas las instituciones democr¨¢ticas, sufren las debilidades y limitaciones que se siguen del largo per¨ªodo dictatorial Y que con seguridad van a necesitar tiempo para superarlas. Apenas dos de ellos pueden cifrar su historia por d¨¦cadas, y a¨²n se est¨¢ en el per¨ªodo de acomodo funcional entre las reducidas vanguardias que compusieron su esqueleto en los a?os pasados y el resto de sus integrantes. En mi opini¨®n, interesa a los dem¨®cratas ayudar a su consolidaci¨®n. De otra forma se corre el riesgo de incidir en el recelo que contra ellos ha dejado la dictadura y que va acompa?ado . de otras muchas concepciones de pasividad pol¨ªtica y de reaccionarismo. Nuestra Constituci¨®n ya les reconoce un car¨¢cter privilegiado para incorporar a la ciudadan¨ªa al quehacer colectivo, y el resto de las fuerzas democr¨¢ticas deben de colaborar a ello.
Si los partidos funcionan mal, que funcionan a¨²n bastante mal, no se ahorre la cr¨ªtica. El control social puede forzar la mano para lograr mejores partidos que los que tenemos. Pero que no sean ocasi¨®n sus limitaciones, que en absoluto son privativas de ellos, para retroceder en la incorporaci¨®n de los ciudadanos junto a sus representantes en la transformaci¨®n del pa¨ªs.
En lo inmediato se corre el riesgo de que las sentencias m¨¢s debiliten que fortalezcan a los partidos. La te¨®rica posibilidad de que, desde el d¨ªa mismo de la elecci¨®n, quien haya integrado una lista cerrada y bloqueada, significada por la sigla partidaria y expresora de un programa partidario, pueda pasar a defender posturas distintas y bajo otra adscripci¨®n, puede favorecer tics de cierre de filas y no de ampliaci¨®n del debate democr¨¢tico. Si as¨ª fuera, todos habr¨ªamos perdido y en conjunto lo habr¨ªa hecho la democracia.
Merece la pena destacar, por fin, la falta de crispaci¨®n con que todos, favorables o contrarios a la tesis de las sentencias, las han acogido, convencidos no s¨®lo de su obligatoriedad, sino tambi¨¦n de la bondad de que funcione el conjunto de las instituciones democr¨¢ticas. Esta madurez de los que han aprendido en su carne que para transformar la sociedad no hay otra v¨ªa que la democracia es la que permitir¨¢ superar los defectos de la situaci¨®n creada, si es que los tiene tal y como yo sostengo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.