El 'centro' posible
Hace unos meses, cuando se iniciaba la agon¨ªa de UCD, advert¨ª, desde estas mismas columnas, que fuese cual fuese la suerte del partido que hab¨ªa encarnado el centrismo durante nuestra dificil transici¨®n, el centro seguir¨ªa siendo necesario. La situaci¨®n pol¨ªtica actual me reafirma en aquella convicci¨®n.Hay, a mi entender, un hecho indudable en nuestra historia m¨¢s reciente: el talante centrista -verdaderamente civilizado- de la sociedad espa?ola. Y lo que tras ese talante -tras esa vocaci¨®n- se descubre como exigencia para el encauzamiento de la realidad pol¨ªtica, en l¨ªnea con la constante apelaci¨®n de la. Corona a una integraci¨®n social definitiva, es un repudio de los maximalismos intansigentes que anta?o alumbraron la guerra civil.
El m¨¦rito, para m¨ª indiscutible, de Adolfo Su¨¢rez, fue haber sabido interpretar y encauzar, en el momento preciso, ese anhelo colectivo. El empe?o conciliador por ¨¦l desplegado, se proyect¨®, incluso, en la estructuraci¨®n de su partido: desde el cual oper¨® no s¨®lo el cambio fundamental -la recuperaci¨®n de la democracia-, sino la moderaci¨®n progresiva de sus adversarios de la izquierda. El resultado ha sido la creaci¨®n de un clima convencional de centro, en el que cabe perfectamente el actual PSOE, pero que resulta evidentemente rebasado hacia la derecha por el aliancismo, con todas sus adherencias electoralistas.
Me preocupa -y creo que, conmigo, a muchos espa?oles- la futura alternativa pol¨ªtica. Aun mirando con simpat¨ªa la gesti¨®n del partido obrero -su rigorismo ¨¦tico, su dif¨ªcil empe?o de equilibrio, de contenci¨®n- es indudable que la dura brega con la realidad de cada d¨ªa le har¨¢ perder adeptos, sobre todo en aquellos n¨²cleos fluctuantes de opini¨®n que le dieron, desde la izquierda, un voto ¨²til -pero demasiado prendido en la utop¨ªay que se sienten ya ingenuamente desencantados porque el cambio en que ellos so?aban no se ha producido de la noche a la ma?ana, a pesar del rotundo triunfo logrado en las urnas. El PCE est¨¢ muy atento a reclamar para s¨ª cualquier parcela program¨¢tica no cubierta -todav¨ªa- por el socialismo. (Actitud que recuerda mucho la que en los a?os treinta opon¨ªa la CNT ante las masas proletarias para desacreditar a sus rivales -los socialistas- en el poder. porque no hay actitud m¨¢s comoda que la de acosar desde la ventaja de la propia irresponsabilidad a los que mandan, sin contar con la complejidad de los condicionantes reales entre los que ¨¦stos se mueven).
Algo parecido, por razones muy distintas, puede ocurrirles a determinados votantes desgajados de un ucedismo despechado, pero que miran con irritaci¨®n medidas tan decentes como las que plantea el problema de las incompatibilidades, o las ¨²ltimas consecuencias del asunto Rumasa.
De una divisi¨®n del bloque de votantes del 28-0, saldr¨ªa beneficiado el PCE; relativamente, por supuesto, pero quiz¨¢ lo bastante como para hacer perder su aplastante mayor¨ªa actual al socialismo. Tal puede ser la oportunidad esperada por el se?or Fraga y los aliancistas, pero tambi¨¦n por la masa de adheridos a Fraga que nunca han mirado con buenos ojos la democracia, y que le consideran a ¨¦l como un mal menor, y a su posible gesti¨®n al frente del Gobierno como un medio de recuperar el a?orado horizonte franquista. Aunque estimo sincera la autodefinici¨®n democr¨¢tica de Fraga, su clientela de ¨²ltima hora -la posibilidad de que esa clientela le pase recibo a
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El 'centro' posible
Viene de la p¨¢gina 9la hora de la verdad- consituye un motivo de preocupaci¨®n y alarma que, conviene no olvidarlo, ¨¦l mismo ha estimulado con su atropellamiento oratorio o con sus desplantes caracter¨ªsticos. As¨ª, aquella parrafada, cargada de demagogia antidemocr¨¢tica, de uno de sus m¨ªtines electorales: "?Y ahora nos hablan del cambio! El cambio ya se hizo: ?y para qu¨¦ sirvi¨®? Para que, si antes no hab¨ªa parados, los haya ahora; para que si antes no hab¨ªa terroristas, tengamos ahora terroristas". O aquel desplante en las Cortes de mayor¨ªa socialista: "Es preferible mancharse las manos de sangre, que lav¨¢rselas con el agua de Pilatos".
Hay, sin g¨¦nero de dudas, un gran n¨²mero de espa?oles que, a¨²n respetando al PSOE, no pueden votarlo por incompatibilidad con ciertos aspectos sustantivos de su programa y que preferir¨¢n quedarse en casa antes que dar su voto a la alternativa de la gran derecha, y son ellos los que reclaman un centro pol¨ªtico capaz de garantizar la continuidad democr¨¢tica y el civismo, eludiendo las nostalgias ultras y la dureza de los.bandazos involuci¨®nistas. Pero, ?qui¨¦n puede encarnar ese centro?
Me parece evidente que la UCD est¨¢ muerta y enterrada despu¨¦s de cumplir una gloriosa misi¨®n. La precipitaci¨®n con que algunos de sus valores han acabado por entregarse a la sugesti¨®n de la gran derecha -en cuanto que puede franquearles, trag¨¢ndose ellos sapos y culebras, una vuelta al poder- clarifica el campo de esa nueva opci¨®n de centro (que no puede ser la izquierda de la derecha; la izquierda de la derecha es tambi¨¦n derecha: gran derecha). el nuevo centro ha de estar inmunizado de las lacras que hundieron a UCD: la honestidad y la continuidad en una postura insobornable, demostradas por alguno de sus antiguos dirigentes, me parecen gayant¨ªa imprescindible a la hora de incorporar elementos capaces y experimentados a la nueva opci¨®n centrista. Pero la verdadera refundici¨®n de esa idea -de la idea de centro- aparece ya concretada en una de las personalidades m¨¢s brillantes que la democracia ha revelado en nuestro Parlamento: me refiero, claro es, al se?or Roca Junyent.
?l mismo ha formulado n¨ªtidamente lo que puede ser el programa reformista: "Una opci¨®n moderna, progresista, dem¨®crata, liberal en lo que tiene de voluntad de:profundizar en el ejercicio de las libertades, socialdem¨®crata, porque no podemos renunciar a una apuesta decidida en favor de la mejora de la calidad de vida, y pragm¨¢tica en lo que representa la aceptaci¨®n del realismo econ¨®mico como marco de la propia actividad pol¨ªtica". Se comprende el apresuramiento con que tanto Fraga como su alev¨ªn -Verstringe- se han lanzado a descalificar a Roca; -a negar toda posibilidad de futuro al reformismo. Pero, a su vez, Roca ha advertido que-la ¨²nica posibilidad de que Fraga gane las elecciones es que Espa?a se vuelva loca y se produzca un movimiento pendular muy fuerte. Y eso no es bueno, no lo es ol ue el pa¨ªs vaya pendulando de izquierda a derecha; el pa¨ªs necesita, para su propia estabilidad democr¨¢tica, un partido que recoja las voluntades del centro".
El programa reformista tiene, a mi , modo de ver, una ventaja considerable, ya de entrada; y es que surja en Catalu?a. Que la vocaci¨®n conciliadora -en definitiva, integradora- se manifieste desde el catalanismo no es una novedad, para los que sabemos algo de Catalu?a, del catalanismo y de nuestra historia contempor¨¢nea. La mentalidad catalana se reparte entre el seny -del que Roca es un ejemplo clar¨ªsimoy la rauxa -o el totorresismeen que se exaltan los partidarios del todo o nada. Reforzar al seny, abri¨¦ndole horizontes sobre el plano nacional, implica hacer retroceder a la rauxa, siempre negativa en sus ¨²ltimas consecuencias.
Dando una muestra lamentable de horterismo y de ignorancia - tan frecuentes, por desdicha, entre los responsables de nuestros medios de comunicaci¨®n-, cierto entrevistador de Roca le espet¨® recientemente, en un programa de TVE, que "muchos pensaban que el reformismo no es viable precisamente por ser catal¨¢n su valedor". Decir ¨¦sto en los momentos en que acaba de plasmarse el Estado de las autonom¨ªas, parece una incongruencia; pero adem¨¢s es un agravio est¨²pido a los catalanes -agravio que siempre podr¨¢napuntar en favor de sus tesis los totorresistas: porque si el catal¨¢n, en cuanto tal, no puede aspirar a formular un proyecto espa?ol, se entiende que no es espa?ol. El intetpelante en cuesti¨®n prosigui¨® con una pregunta idiota: "Se?or Roca, ?es usted separatista?". La respuesta -y la cara- de Roca reflejaron un desagrado y un desaliento l¨®gicos. Porque el catalanismo -nunca ha sido separatista. Si se buscan -y siempre se buscan- antecedentes a la opci¨®n Roca en el Camb¨® de principios de siglo, convendr¨¢ siempre recordar la estupenda definici¨®n del l¨ªder de la Lliga: "Lo que nosotros queremos en definitiva es que todo espa?ol se acostumbre a dejar de considerar lo catal¨¢n como hostil; que lo considere como aut¨¦nticamente espa?ol; que ya de una vez para siempre se sepa y se acepte que, la manera que tenemos nosotros de ser espa?oles es conserv¨¢ndonos catalanes; que no nos desespa?olizamos ni un ¨¢pice manteni¨¦ndonos muy- catalanes; que la garant¨ªa de ser nosotros muy espa?oles, consiste en ser muy catalanes. Y, por tanto, debe acostumbrarse la gente a considerar ese fen¨®meno del catalanismo no como un fen¨®rneno antiespa?ol, sino como un fen¨®meno espa?ol¨ªsimo". Y tambi¨¦n ser¨¢ bueno traer a colaci¨®n este otro texto del mismo autor: "Cuando aqu¨ª se habla... de separatismo, no s¨¦ por qu¨¦, en el fondo, m¨¢s que expresar un temor parece que se expresa un deseo: parece que hay alguien que tenga inter¨¦s en que seamos separatistas, en que se nos considere como tales, y en que, ya sea por propio impulso, ya por voluntad de los dem¨¢s, nos sustraigainos a la pol¨ªtica general. No lograr¨¢n su intento. Le hemos tomado cari?o....".
En cualquier caso, en el Estado de las autonom¨ªas, ya cuajado -muy otro era el panorama de comienzos de siglo-, carece de sentido aquel famoso ap¨®strofe de Alcal¨¢ Zamora al propio Camb¨®: "Cabe que su se?or¨ªa aspire al papel de Bol¨ªvar o al de Bismarck. Lo que no cabe es que quiera ser al mismo tiempo Bismarck en Madrid y Bol¨ªvar en Catalu?a...". Y tambi¨¦n queda Roca al margen de las molestas matizaciones clasistas de la vieja Lliga: ha llovido mucho desde los d¨ªas de 1919 hasta hoy. ("Convergencia y Uni¨®n" es el nombre del partido catal¨¢n en que milita Roca. Todo un programa interclasista en s¨ªntesis).
El hombre del reformismo ha repetido siempre, con modestia, que ¨¦l est¨¢ dispuesto sencillamente a ayudar all¨ª donde exista una iniciativa. "Que me llamen y yo voy. Todos cuentan conmigo para articular un partido moderno, distinto de lo que ha habido hasta ahora". Pero es indudable su propio papel de polarizador, de l¨ªder. ?Qui¨¦nes podr¨ªan acompa?arle, fianquearle en la tarea de estructurar el centro? Lamento -y no acabo de entender- el rechazo de Su¨¢rez. Creo que se equivoca plenamente en su actitud.
De la antigua UCD conviene no dejar de contar con los insobornables. Y hay otra figura a¨²n en reserva: la del hombre que ide¨® el partido del centro, y cuyo prestigio y proyecci¨®n internacional han ido creciendo con el tiempo. Me refiero, claro es, a Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza.
En ¨²ltimo t¨¦rmino, me parece claro -y tranquilizador- considerar que el centro no es ya s¨®lo necesario: el centro es ahora posible.
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