El pecado de informar
"Con la palabra y la pluma comienza una cadena causal que ha terminado en la muerte de dos personas ( ... ). Efectivamente, una palabra pronunciada puede dar lugar a esto; cabe una autor¨ªa puramente intelectual o espiritual" (palabras de Bur¨®n, fiscal general del Reino, sobre el caso del periodista Xavier Vinader).Los periodistas tenemos, como cualquier ciudadano, una opini¨®n sobre la actuaci¨®n del poder judicial, opini¨®n, por otra parte, siempre necesaria y complementaria con la independencia de ese poder. Sin embargo, no es nuestro prop¨®sito en esta ocasi¨®n volver a comentar la sentencia contra nuestro compa?ero Vinader; nuestra intenci¨®n es opinar, reaccionar incluso, ante las palabras expresadas y publicadas en la Prensa por Bur¨®n.
En primer lugar, cre¨ªamos que las leyes eran un conjunto de formulaciones l¨®gicas y pens¨¢bamos que la introducci¨®n de elementos religiosos -del tipo pecar con el pensamiento- en el C¨®digo Penal, el conceder car¨¢cter de principio jur¨ªdico a unos presupuestos tan abstractos y ambiguos, era costumbre antigua, hoy relegada a los estantes de una biblioteca de los or¨ªgenes del derecho, a no ser que se pretenda convertir el C¨®digo Penal en una nueva versi¨®n del catecismo del padre Ripalda. Pero no, parece que ¨²ltimamente algunos muertos gozan de buena salud, y se vuelve a hablar de autor¨ªas espirituales de delitos. Ahora, gracias a este mecanismo, el informador que relata unos hechos se convierte en inductor o c¨®mplice de todas las consecuencias que pueden desencadenarse con el conocimiento, por parte de la opini¨®n p¨²blica, de esos hechos. Es tambi¨¦n, como advert¨ªa recientemente un editorial de Prensa, "el retorno a la mentalidad m¨¢gica, seg¨²n la cual basta que un acontecimiento preceda a otro para ser su causa".
Recordar el caso Watergate y la posterior ca¨ªda del presidente Nixon puede ser ¨²til para reflexionar sobre la relaci¨®n que se establece entre unos hechos, la comunicaci¨®n de los mismos y la reacci¨®n que ello genera en la opini¨®n p¨²blica. Sirve asimismo para comprender al papel del periodista como un elemento m¨¢s -imprescindible, eso s¨ª- en el proceso de comunicaci¨®n. En este sentido, ser¨ªa falso, adem¨¢s de simplista, decir que fueron dos periodistas, Woodward y Bernstein, quienes hicieron caer a Nixon. Fueron unos hechos y el conocimiento de los mismos por parte de los ciudadanos quienes, informados, actuaron en consecuencia.
Sigamos por un momento con este recordatorio del Watergate. ?Qu¨¦ hubiera sucedido si tras la publicaci¨®n por The Washington Post de aquellos hechos un loco hubiera asesinado a Nixon? ?Ser¨ªan Woodward y Bernstein condenados por negligencia profesional? Podr¨ªamos poner ejemplos m¨¢s recientes, como la extra?a muerte del banquero italiano Calvi o la captura del criminal nazi Klaus Barbie y su extradici¨®n a Francia. Precisamente en Par¨ªs, una anciana jud¨ªa, que hab¨ªa sufrido las torturas de Barbie, fue detenida cuando, armada con una escopeta, pretend¨ªa matar al criminal nazi. ?Se deber¨ªa procesar por imprudencia a cualquiera de los periodistas que investigaron y publicaron el pasado de Barbie? Los informadores no somos m¨¢s que unos instrumentos, todo lo conscientes que se quiera, en el proceso de transmisi¨®n-comunicaci¨®n de los hechos a los ciudadanos, el nexo entre esos hechos y la opini¨®n p¨²blica.
La confirmaci¨®n de la sentencia de Vinader se produce, por otra parte, en un contexto preocupante: desde la puesta en libertad de siete de los implicados en el frustrado golpe de Estado del 23-F a la condena a cuatro a?os al polic¨ªa Ros Frutos, fuente principal de informaci¨®n para los reportajes de Vinader, hasta la orden de detenci¨®n dictada por un juez de Barcelona contra nuestro compa?ero por no presentarse a un juicio por querella interpuesta por la amante del dirigente del grupo de extrema derecha que atent¨® contra la revista El Papus, atentado en el que muri¨® una persona y veinte resultaron heridas. La citada se?ora se sinti¨® injuriada por los datos investigados por este periodista represaliado que es Vinader.
Castigo a la Prensa
En este particular contexto es preciso subrayar la intoxicaci¨®n y hasta la distorsi¨®n informativa de algunos medios que publican titulares con palabras de Ros Frutos diciendo que el informe Vinader "fue todo inventado", cuando no s¨®lo la Prensa, sino hasta el juez que conden¨® a Vinader, conocen, porque fue una prueba en el juicio, que la totalidad de la entrevista publicada fue realizada ante notario y existe acta de la misma, adem¨¢s de las correspondientes cintas magnetof¨®nicas.
Seguro que hay quienes est¨¢n interesados en una confrontaci¨®n entre el poder judicial y la Prensa, pero ciertamente no la inmensa mayor¨ªa de los periodistas espa?oles ni mucho menos una sociedad que tiene tanto que transformar, construir y crear. Si lo que se pretende es dar un castigo ejemplar a Xavier Vinader, lo cierto es que el castigo alcanza a la Prensa en su conjunto. Y lo decimos con toda la seriedad y todo el temor posibles. El se?or Bur¨®n afirma que la sentencia a Vinader no supone "un recorte a la libertad de expresi¨®n" e insiste en que no puede sentar un precedente jur¨ªdico, "dada la singularidad de los hechos".
?C¨®mo hay que entender esto? ?Que es s¨®lo un castigo, y ejemplar, a Vinader? ?Que lo que se pretende es que no haya m¨¢s casos Vinader porque, sencillamente, todos los periodistas espa?oles escribiremos con una afilada guillotina en la mente que saje de ra¨ªz cualquier ligera inclinaci¨®n del verbo? Desde nuestro humilde conocimiento jur¨ªdico, creemos que toda ley y toda sentencia, en tanto que aplicaci¨®n de esa ley, contienen un elemento de ejemplaridad, pero lo que no alcanzamos a comprender es d¨®nde est¨¢ la singulayidad del caso Vinader.
En resumen, semanas despu¨¦s de la confirmaci¨®n de la sentencia, bastantes periodistas que creemos que, en tanto trabajadores de la informaci¨®n, recae sobre nosotros el uso diario y, en parte, la salvaguardia de la libertad de expresi¨®n y del derecho a la informaci¨®n de los ,ciudadanos; esos periodistas, que creemos que nuestro deber es transmitir una informaci¨®n lo m¨¢s veraz y completa posible, nos sentimos preocupados, incluso asustados, y nos preguntamos -como debe preguntarse toda la profesi¨®n y toda la sociedad- si la Prensa espa?ola no habr¨¢ dado un paso atr¨¢s en estos ¨²ltimos tres a?os.
Firman este art¨ªculo, adem¨¢s de
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