Los cien d¨ªas de Fraga
LA CONFERENCIA de Prensa celebrada ayer por Manuel Fraga buscaba, en el nivel simb¨®lico, la simetr¨ªa con la previa comparecencia del presidente del Gobierno ante los periodistas para realizar el balance de los primeros" cien d¨ªas de poder socialista. Sin embargo, la cita convocada para s¨®lo dos horas despu¨¦s por los dirigentes del PDP, el partido democristiano coaligado electoralmente con Alianza Popular, podr¨ªa ser interpretada, sin demasiada malicia, como un gesto dirigido a, afirmar la autonom¨ªa program¨¢tica y estrat¨¦gica del grupo de Oscar Alzaga, m¨¢s all¨¢ de los compromisos ante las urnas y del pacto de legislatura. De esta forma, la pretensi¨®n de Manuel Fraga de constituirse en el l¨ªder de la oposici¨®n al Gobierno socialista no s¨®lo tropezar¨ªa con las resistencias de las minor¨ªas vasca y catalana -fuertemente implantadas en sus comunidades aut¨®nomas- y de los restos del centrismo, sino que tambi¨¦n podr¨ªa quedar afectada por la salva de advertencia de los democristianos. Aunque integrado en el Grupo Parlamentario Popular y necesitado por ahora del arrastre de Fraga para obtener resultados apreciables en las urnas, el PDP no parece dispuesto a comprometer todas sus bazas y su entero futuro con el no siempre reflexivo liderazgo del presidente de Alianza Popular. Las apreciables diferencias de matiz entre las palabras de Manuel Fraga y las intervenciones de Oscar Alzaga, Javier Rup¨¦rez o Javier Tusell no hacen sino apoyar la hip¨®tesis de que el medio y el largo plazo de los democristianos podr¨ªa discurrir por cauces propios e independientes. La comparecencia p¨²blica de Fraga ayer produjo esa invencible sensaci¨®n de distanciamiento que suscitan siempre los actores que repiten, sin convencimiento y de forma mec¨¢nica, un papel aprendido de memoria y recitado sin atender a las reacciones del auditorio.
La complejidad de la situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco hace muy dif¨ªcil el hallazgo de las f¨®rmulas adecuadas para la erradicaci¨®n del terrorismo y la pacificaci¨®n de esa atormentada y desgarrada sociedad. Pero una de las pocas cosas seguras a este respecto es que el programa preconizado por Manuel Fraga -quien tuvo ya ocasi¨®n de ponerlo en pr¨¢ctica con dram¨¢ticos resultados mientras desempe?¨® la cartera de Interior durante el primer semestre de 1976- acabar¨ªa con cualquier posibilidad de encontrar una salida al conflicto y ampliar¨ªa considerablemente los apoyos populares a las bandas armadas. La moderaci¨®n de la inflaci¨®n, la contenci¨®n del d¨¦ficit, el relanzamiento de la actividad econ¨®mica, la mejora de la balanza exterior y la recuperaci¨®n del empleo constituyen objetivos de dif¨ªcil realizaci¨®n, en medio de una crisis econ¨®mica mundial, y un tremendo desaf¨ªo para el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez. Pero tanto el programa electoral de Alianza Popular, aberrante combinaci¨®n de las medidas ultraliberales abandonadas ya por Reagan y del recentario corporativista del anterior r¨¦gimen, como el. talante arbitrista de Manuel Fraga cierran las puertas a la esperanza de que la econom¨ªa espa?ola pudiera mejorar con los remedios milagreros de ese curanderismo improvisado, basado en la libertad de despido y en la contradictoria f¨®rmula de rebajar los impuestos y mantener el gasto p¨²blico inherente a una Administraci¨®n intervencionista. Los socialistas se mueven todav¨ªa en la ambig¨¹edad de una pol¨ªtica exterior que no termina de encontrar sus se?as de identidad. Pero la francofobia de Manuel Fraga, su defensa de las dictaduras latinoamericanas y su resignaci¨®n respecto a la geopol¨ªtica de los bloques Se limitan a dar respuestas simples a problemas complejos y a descalificar como tercermundistas a sus adversarios.
La constitucionalidad de los decretos-ley del Gobierno o de las leyes aprobadas por la mayor¨ªa parlamentaria socialista se halla abierta al debate pol¨ªtico, y ser¨¢ resuelta, en ¨²ltima y ¨²nica instancia, por el Tribunal Constitucional. Pero Manuel Fraga, cuyos elogiables esfuerzos para adaptarse al sistema parlamentario resultan sobremanera meritorios al recordar el disparatado tinglado neofranquista de reforma pol¨ªtica que se invent¨® cuando fue vicepresidente de Carlos Arias, carece de t¨ªtulos para reclamar el monopolio de defensor exclusivo y excluyente de la Constituci¨®n. La insistencia de los dirigentes socialistas en las invocaciones ¨¦ticas puede servir involuntariamente de coartada a los abusos de poder de algunos administradores arrogantes.
Los socialistas mantienen, efectivamente, un programa doctrinario m¨¢s radical que su programa electoral, sometido, de a?adidura, a las rectificaciones de la realidad que s¨®lo la ocupaci¨®n del Gobierno permite conocer. Pero Alianza Popular tambi¨¦n mantiene una dicomotom¨ªa program¨¢tica, cuyo aspecto m¨¢s preocupante es un proyecto de reforma de la Constituci¨®n que incluye, entre otras cosas, el restablecimiento de la pena de muerte y la abolici¨®n del reconocimiento de las nacionalidades hist¨®ricas. La reforma de la Administraci¨®n iniciada por el Gobierno socialista crear¨¢, sin duda, tensiones y problemas con los funcionarios de los aparatos estatales y de la Seguridad Social. Pero no parece que sean las eventuales injusticias cometidas con los funcionarios modestos por el Gobierno socialista, sino la defensa de los intereses creados de los cuerpos privilegiados, el caballo de la demag¨®gica batalla emprendida por Alianza Popular.
Tal vez Manuel Fraga, cuya formidable vocaci¨®n pol¨ªtica le ha permitido siempre adaptarse a los cambios del paisaje en funci¨®n de las realidades del poder y de los sistemas de gobierno, logre refrenar sus viejas inercias y transformar sus h¨¢bitos de pensamiento para conseguir, de esta forma, estar a la altura de esa figura de l¨ªder liberal-conservador que resolvi¨® hacer suya durante la anterior legislatura. Pero los signos de esa reconversi¨®n, cuya utilidad para la estabilidad de nuestro sistema. democr¨¢tico ser¨ªa indiscutible, no han sido visibles en su conferencia de Prensa de r¨¦plica al presidente del Gobierno. Si Manuel Fraga aspira, de verdad, a ser el l¨ªder de la derecha democr¨¢tica espa?ola, comparecencias como la de ayer hacen un flaco servicio a sus pretensiones.
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