Felipe Gonz¨¢lez
Lo que m¨¢s cabrea a la oposici¨®n de derecha/izquierda es que Felipe Gonz¨¢lez sea un presidente tranquilo. A las pol¨ªticas, los pol¨ªticos y sus periodismos les iba m¨¢s el hermetismo sin secret¨® de Su¨¢rez, contra el que se pod¨ªa! relanzar la pelota rebotada, o la gomaespuma de Calvo-Sotelo, colchoneta presidencial distinta y distante que dejaba perderse las pelotas en el infinito, o en un vado, como cuando se pierde la pelota de golf en el golf. El presidente Gonz¨¢lez resulta que es el recogepelotas de la democracia y el Gobierno, el que las da todas, el que devuelve las preguntas repreguntadas y agradece el sarcasmo con otro sarcasmo que no lo parece: -Puesto que usted lo afirma, tengo que creerla porque usted no puede mentir...Se ha dicho mucho que Gonz¨¢lez es la norma y Guerra la frase Que en uno encarnan los valores y en el otro los contravalores (no se ha dicho tan bien como lo digo yo ahora, porque la gente no suele escribir as¨ª, pero algo parecido ha querido decirse). No. El presidente Gonz¨¢lez no precisa personal miente -quiz¨¢, s¨ª, gubernamental mente- de la iron¨ªa de Alfonso Guerra. La iron¨ªa del vicepresidente es agresiva; la del presidente, concesiva. Un poco como en la lucha japonesa, FG deja que el adversario se deslice por su propio razonamiento, hasta partirse la vista, el paladar y el alma. El presidente, que inevitablemente se nos "aparece", desde que vive en la Moncloa, no puede andar todos los d¨ªas revuelto entre los mercados y las subastas. Eso ser¨ªa poujadismo, y el poujadismo s¨®lo lo hace la oposici¨®n, o sea Fraga, cuando pregunta por el precio de los garbanzos (demagogia doblemente falsa, porque este pueblo ya no come garbanzos, que son car¨ªsimos, y se acab¨® aquello del cocidito madrile?o repicando en la buhardilla, tan cantado por Pepe Blanco en la post).
En su aparici¨®n de los cien d¨ªas, el presidente luce el pelo m¨¢s corto, el rostro ligeramente embarnecido y traje mucho mejor cortado. (Yo dir¨ªa, incluso, que por el mismo sastre de Ledesma, ministro de Justicia, que tambi¨¦n viste lo suyo.) A lo mejor es que entre estos regeneracionistas de izquierdas se lleva ahora el traje cruzado y la solapa larga y estrecha. Aqu¨ª ha habido una, transici¨®n dentro de la transici¨®n, o sea que hemos pasado del reformismo del Duque al regeneracionismo. del PSOE. Son pasos de ballet, breves y medidos, pero tampoco se puede ir de Pulgarcito dentro de las botas de siete leguas, que ya ven ustedes, o sea, lo que le ha pasado a Mitterrand. Espa?a s¨®lo iba a hacer una reforma, con Su¨¢rez, y ahora resulta que va a hacer una regeneraci¨®n, con Gonz¨¢lez (ya la vulgaridad de estos apellidos es conforta tiva). La regeneraci¨®n es lo que se hace cuando no se puede hacer una revoluci¨®n. La reforma - Franco hizo muchas- puede ser siempre una chapuza. Luis Ruffo, que presenta en Madrid su ballet cl¨¢sico y contempor¨¢neo, quiz¨¢ es hoy el profesor de baile del presidente (Guerra es su profesor de esgrima), que algo tienen que hacer en la Moncloa, digo yo, tantas horas, para no estar haciendo siempre decretos/ley, que son inconstitucionales, seg¨²n Herrero de Mi?¨®n, y van a llevar a todo el Gobierno al trullo, como ahora ha ido el gran Ricardo Cid, compa y coleguilla entra?able, en Zaragoza -?por qu¨¦, Dios, por qu¨¦?-, que s que nos tienes siempre en un grito, con la prosa o con la presa, Ricardo, amore. (Ya te estoy haciendo el envuelto, para llev¨¢rtelo, con brandy, vinos/Rumasa y el original de tu inmediata novela sobre la M-30). El que este presidente no sea iluminista, providencialista de la otra providencia (descolg¨® a Marx de la pared), fan¨¢tico ni col¨¦rico, es lo que tiene m¨¢s cabreado al inmanentismo/integrismo / conservatismo. Hubieran querido un Castro o un Jomeini para cachondearse un poco. Lo que m¨¢s me gust¨® fue cuando citaba, de refil¨®n, a G¨®mez Llorente, subrayando de modo subliminar su pacto con el socialismo cr¨ªtico. Nadie lo ha recogido.
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