La 'guerra santa' de los sijs contra Indira Gandhi
El Estado de Punjab, uno de los m¨¢s ricos de la India y aut¨¦ntico granero del pa¨ªs, situado en el noroeste del subcontinente, iunto a la frontera de Pakist¨¢n, se convulsiona desde hace m¨¢s de un aflo con las protestas de lo sijs, fieles de una religi¨®n sincr¨¦tica entre la hind¨² y la musulmana, que son mayor¨ªa en el Estado, para el que piden mayor autonont¨ªa del Gobierno federal de Nueva Delhi. Dos enviados especialel de EL PAIS visitaron recientemente Amritsar, la ciudad santa de los sijs, e informan sobre la situaci¨®n en el Punjab.
Cada d¨ªa, centenares de ellos se visten con sus mejores ropas, se engalanan con guirnaldas de flores, se atan cintas amarillas -el color de los sijs- en el turbante y, al atardecer, salen a manifestar¨¢e pac¨ªficamente por las polvorientas calles de . Ainritsar. Entre un enjambre de bicicletas y de ricshaws a pedales, los manifestantes (hombres, mujeres y ni?os) se abren paso hacia la comandancia de polic¨ªa y son, inevitablemente, detenidos. Es la morcha, la guerra santa de los sijs contra el Gobierno central.Desde que los l¨ªderes del partido confesional de los sijs, el Akali Dal, dieran la orden de movilizaci¨®n popular para apoyar sus demandas pol¨ªticas, econ¨®micas y religiosas, han muerto 134 personas y han sido detenidas m¨¢s de 90.000. Su t¨¢ctica de resistencia pasiva consiste en llenar las c¨¢rceles del Punjab, en hacer ineficaz la represi¨®n mediante la masificaci¨®n de las detenciones.
Antes de emprender sus acciones de protesta, los militantes son adoctrinados durante horas en el recinto del Templo Dorado, el lugar sagrado m¨¢s importante de la religi¨®n sij. Fogosos oradores les recuerdan la discriminaci¨®n de que son objeto, el escaso eco que sus peticiones, han tenido ante el Gobierno federal y les incitan a salir a la calle entre el resonar mon¨®tono de los himnos religiosos y gritos de 'Sat Sri Akal" (Dios es la verdad).
Reacci¨®n al sistema de castas
Creada a principios del siglo XVI por el guru Nanak (1469 -1539), la religi¨®n sij es monote¨ªsta y funde elementos de la hind¨² y de la musulmana. Los creyentes no pueden cortarse el pelo ni la barba jam¨¢s, tienen terminantemente prohibido fumar y beber alcohol y, entre otros signos de identidad, deben llevar siempre un brazalete de hierro en la mu?eca y portar un peque?o pu?al. Los nueve gurus que sucedieron a Nanak desarrollaron hasta el siglo XVIII esta religi¨®n, que surgi¨® esencialmente como una reacci¨®n al sistema de castas del hinduismo y que pregona la igualdad total entre hombres y mujeres. "Los sijs tienen un 'esp¨ªritu de cuerpo', muy fuerte, adem¨¢s de la conciencia de haber sido perseguidos siempre. Ello les llev¨® a crear, en los a?os treinta, su propio partido pol¨ªtico, el Akali Dal, que ha gobernado el Estado en tres ocasiones y que ahora est¨¢ en la oposici¨®n al Partido del Congreso (I), de Indira Gandhi", dice un periodista indio experto en el tema.
Hay doce millones de sijs en la India, de los que diez millones es t¨¢n concentrados en el rico Estado de Punjab, lo que supone un 54% de la poblaci¨®n. Tambi¨¦n hay una importante di¨¢spora en m¨¢s de sesenta pa¨ªses y es corriente verles, con su turbante y su barba, al volante de los autobuses p¨²blicos de Londres o Montreal. H¨¢biles con las armas, los sijs eran una parte sustancial del Ej¨¦rcito indio hasta 1974, aunque desde entonces el Gobierno federal ha limitado su incorporaci¨®n a las fuerzas armadas.
En un edificio anejo al Templo -Dorado, el presidente del partido Akali Dal y dirigente de la guerra santa, Sant Harchand Singh Longowal, de 51 a?os, concedi¨® una entrevista exclusiva a EL PAIS para explicar los motivos del movimiento sij. 'He ordenado la marcha para protestar contra la discriminaci¨®n que sufrimos los sijs y el Estado de Punjab. El Gobierno ha accedido a algunas de nuestras demandas, pero no a las b¨¢sicas y, por consiguiente, continuaremos agitaci¨®n", afirma.
Longowal asegura que su movimiento no es secesionista, aunque hay grupos sijs extremistas que: pretend¨ªan la creaci¨®n de un Estado independiente, el Jalist¨¢n, y que: sus peticiones de autonom¨ªa estatal no van m¨¢s all¨¢ de las que tienen los Estados de Norteam¨¦rica o las provincias de Canad¨¢. "Estamos discriminados re¨²giosaniente, porque el Gobierno no quiere declarar ciudad santa a Amritsar, mientras que s¨ª lo ha hecho con lugares sagrados de otras religiones. La se?ora Gandhi y su Partido del Congreso tratan de exacerbar las diferencias entre hind¨²es y sijs para mantenerse en el poder. Nosotros luchamos, siempre por medios pac¨ªficos, contra el Gobierno de Nueva Delhi y no contra los hind¨²es que viven en el Punjab", a?ade el l¨ªder de la guerra santa.
Un presidente sij
En un intento de resolver el problema, Indira Gandhi consigui¨® que el cargo de presidente de la Uni¨®n India, un puesto m¨¢s bien honor¨ªfico, sin poderes reales, fuera otorgado hace ocho meses a un sij, Zail Singh. M¨¢s tarde, el Gobierno accedi¨® a algunas demandas religiosas: se prohibi¨® la venta de tabaco, licores y carne en un per¨ªmetro de doscientos metros alrededor del Templo Dorado, se autoriz¨® la emisi¨®n radiof¨®nica de los himnos sagrados e, incluso, se permiti¨® a los sijs llevar en los aviones de Indian Airlines, la l¨ªnea a¨¦rea interior, el pu?al que les obliga a portar siempre, tanto a hombres como a mujeres, su religi¨®n.Pero las demandas del Akali Dal van mucho m¨¢s all¨¢. Quieren el reconocimiento de unos veinticinco lugares sagrados y el car¨¢cter de ciudad santa para Amritsar. Quieren tambi¨¦n que Chandigarh, la nueva capital del Estado dise?ada por Le Corbusier, se incorpore plenamente al Punjab y no est¨¦ compartida como capital con el vecino Estado de Haryana. Y, sobre todo, pretenden impedir que los Estados lim¨ªtrofes se lleven el agua de los r¨ªos del Punjab. Para un pueblo de agricultores con tierras f¨¦rtiles, esta reivindicaci¨®n econ¨®mica del regad¨ªo es esencial. "Si fu¨¦ramos hind¨²es, el Gobierno no nos tratar¨ªa de quitar el agua aseguran.
Pese al car¨¢cter pac¨ªfico de la marcha, la violencia ha estallado en numerosas ocasiones durante el ¨²ltimo a?o en el Punjab. Militantes sijs extremistas secuestraron aviones y colocaron bombas en diversas ciudades. Ha habido asesinatos pol¨ªticos, muertos en los enfrentamientos con la polic¨ªa y violentos choques religiosos tras las profanaciones sufridas por templos hind¨²es o sijs.
Los alrededores del Templo Dorado, en Amritsar, est¨¢n estrechamente vigilados por efectivos, fuertemente armados, del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa. Dentro del recinto del templo, los s¨ªjs pasean con espadas y pistolas al cinto, con lanzas al hombro e incluso con fusiles. El Gobierno federal denunci¨®, a mediados de esta semana, la existencia de dep¨®sitos de armas y de refugios para extremistas en los templos sijs, inviolables seg¨²n la ley, y dej¨® abierta la posibilidad de efectuar registros, algo que, sin duda, terminar¨ªa en violencia.
Las autoridades han pretendido detener a uno de los ide¨®logos m¨¢s radicales del movimiento sij, Sant Jamail Singh Bhindranwala, quien vive permanentemente en el interior del Templo Dorado, donde recibi¨® a los enviados especiales de EL PAIS. Vestido con una t¨²nica blanca, pistolera al cinto y una canana cruz¨¢ndole el pecho, Bhindranwala, de 33 a?os, ofrece un aspecto impresionante. Es el decimocuarto descendiente en l¨ªnea directa del m¨ªtico guerrero Baba Dip Singh, quien reconquist¨® el Templo Dorado y entr¨® en ¨¦l sujet¨¢ndose con una mano la cabeza semicortada y blandiendo con la otra su espada, para morir apenas conseguida la victoria.
Bhindranwala est¨¢ predicando en punjab¨ª, el idioma de la religi¨®n sij, y un int¨¦rprete nos traduce sus palabras. Habla del sufrimiento que en ocasiones tendr¨¢n que pasar los creyentes para defender su religi¨®n, del amor al mundo que inspira la fe sij, de la no discriminaci¨®n respecto a otros credos, de que la muerte es una celebraci¨®n m¨¢s para los sijs, como el bautismo o el matrimonio. Al fondo, el Templo Dorado se refleja en las aguas del estanque que lo rodea. Es el tanque de n¨¦ctar que da nombre a la ciudad santa, Aniritsar. Cuando se le pregunta que c¨®mo concilia sus pr¨¦dicas de amoruniversal con el pistol¨®n que lleva a la cintura, el l¨ªder religioso extremista sonr¨ªe: "Los gurus ya nos dijeron que un hombre sin pelo y sin armas es como una oveja; cualquiera puede hacer lo que quiera de ¨¦l. Yo no permito a los que vienen a escucharme que se presenten ante m¨ª sin pelo y sin armas. El poder depende de las armas.
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