La nueva tecnolog¨ªa y la vida cotidiana
Es evidente que la tecnolog¨ªa ha cambiado nuestra vida y que impregna adem¨¢s todos y cada uno de los aspectos que la integran. Nacemos y morimos en hospitales. Hogar y educaci¨®n, por un lado; hogar y puesto de trabajo, por otro. Constantemente hemos de adquirir nuevos conocimientos y habilidades para seguir el ritmo impuesto por el desarrollo tecnol¨®gico. Los medios de comunicaci¨®n -Prensa, radio y televisi¨®n- nos bombardean con m¨¢s informaci¨®n de la que podemos utilizar. Incluso los procesos m¨¢s simples de la rutina diaria, como ir de compras, cocinar, lavar, etc¨¦tera, se ven alterados como consecuencia de dicho desarrollo.Sin embargo, lo que a primera vista parece un cambio espectacular puede no ser cambio alguno si se analiza con algo m¨¢s de detenimiento. Si comparamos nuestra relaci¨®n con ese mundo de avances tecnol¨®gicos, veremos que no hay nada nuevo o inaudito en ¨¦l. O, para ser m¨¢s precisos, que esa penetraci¨®n en nuestras vidas no implica necesariamente un cambio en nuestra conciencia respecto al mundo que nos rodea. El hecho de disponer de cocinas el¨¦ctricas es algo que damos hoy por supuesto, igual que anta?o, cocinar sobre una hoguera; cuando nos sentamos ante el televisor lo hacemos con la misma naturalidad con que nestros antepasados se sentaban en tomo a sus mayores para o¨ªr sus relatos. Los da?os que un apag¨®n general ocasiona en una ciudad moderna son comparables a los que un hurac¨¢n produc¨ªa en las ciudades primitivas. No es la existencia de la tecnolog¨ªa lo que nos induce a reflexionar sobre ella, a analizarla o intentar influir en ella.La civilizaci¨®n humana puede permanecer fiel a principios antediluvianos en medio de los vertiginosos cambios de la tecnolog¨ªa. Las ormas de vida premodemas y fundamentalistas no est¨¢n necesariamente re?idas con el confort. La tecnolog¨ªa moderna supone racionalizaci¨®n, pero no hace la vida m¨¢s racional, y mucho menos, m¨¢s libre. El "desarrollo de las fuerzas de la producci¨®n" no nos acerca al socialismo, como Marx supon¨ªa. Del mismo modo, tampoco son correctas las siniestras predicciones de las utop¨ªas negativas, como la que Huxley formula en su obra Un mundo eliz. Ni al destino escrito en las estrellas ni a los avances tecnol¨®gicos puede hacerse responsables de la manipulaci¨®n de nuestras vidas.
En las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, los movimientos ecologistas han comenzado a poner en tela de juicio la viabilidad y racionalidad de la tendencia experimental de la tecnolog¨ªa m¨¢s avanzada. En contraste con las utop¨ªas negativas de tipo huxleyano, su principal preocupaci¨®n ha sido desde el primer momento la autodestrucci¨®n del hombre m¨¢s que la amenaza de una manipulaci¨®n total. Lo esencial de tales movimientos no son sus proyectos o recomendaciones, algunos de los cuales son realmente absurdos o rayanos en la locura. La soluci¨®n no estriba en desenchufar los aparatos el¨¦ctricos ni en retornar a una "forma de vida natural". La tecnolog¨ªa pertenece ya a nuestra ecoestructura y no podemos volverle simplemente la espalda. Por otro lado, nuestro planeta est¨¢ tan densamente poblado y el equilibrio de su ecoestructura actual es tan fr¨¢gil que cualquier cambio abrupto en la tecnolog¨ªa podr¨ªa resultar fatal. Repetimos, no son sus programas o sus recomendaciones los que han aupado los movimientos ecologistas hasta el lugar donde se encuentran hoy d¨ªa, sino su actitud cr¨ªtica, que nos ha hecho reflexionar sobre la tecnolog¨ªa, que nos ha inducido a plantearnos, entre otras cuestiones, si debemos aceptar el desarrollo tecnol¨®gico como algo natural. Aunque las recomendaciones de los ecologistas no nos sirvan de mucho en nuestra vida cotidiana, al menos podemos tomar conciencia de los problemas que plantean.
El sentido del avance
Ciertamente, no es posible llevar una vida normal poniendo cuanto nos rodea en tela de juicio, lo que no significa que debamos aceptarlo todo sin m¨¢s. ?ste es precisamente el rasgo m¨¢s llamativo del per¨ªodo hist¨®rico que llamamos modernidad. Aunque los cambios inherentes al desarrollo tecnol¨®gico nos parezcan los m¨¢s ins¨®litos, los cambios fundamentales que ha experimentado nuestra forma de vida no son consecuencia de la tecnolog¨ªa, sino de la democracia. Y cuando hablo de democracia no me refiero solamente a las instituciones pol¨ªticas, sino a la posibilidad de cuestionar determinadas normas y costumbres de nuestra vida diaria. Podemos cuestionar, por ejemplo, la conveniencia de darlas por sentado, podemos discutir si son beneficiosas o perjudiciales, justas o injustas, si debemos aceptarlas tal como son o cambiarlas, o incluso rechazarlas. Las instituciones pol¨ªticas de la democracia permiten este tipo de preguntas y consideraciones. Los partidos socialistas van todav¨ªa un paso m¨¢s all¨¢, al animar a la gente a formular preguntas de esta ¨ªndole y a convertir las preocupaciones y necesidades de la vida diaria en temas de inter¨¦s p¨²blico, y viceversa. Es preciso estimular a nuestros semejantes a reflexionar sobre los cambios que la tecnolog¨ªa ha introducido en su forma de vida; sobre si ¨¦stos han sido beneficiosos, con o sin condiciones, y bajo qu¨¦ condiciones lo han sido, y si, por el contrario, han resultado perjudiciales y en qu¨¦ grado lo han sido. La idea de una vida mejor, de una vida plena de significado, es el baremo con que deben medirse los efectos beneficiosos o perjudiciales de la tecnolog¨ªa. No es necesario decir que, aunque por lo general no se tiene una idea muy clara de lo que significa una vida mejor, s¨ª se sabe en seguida si algo no funciona, si falta algo. Al mismo tiempo, los aspectos problem¨¢ticos del desarrollo tecnol¨®gico a gran escala deben presentarse tambi¨¦n a debate p¨²blico, a fin de mantener vivo el proceso de reflexi¨®n. El p¨²blico necesita conocer perfectamente los peligros incipientes de la tecnolog¨ªa moderna, lo mismo que los medios para prevenirlos. Solamente si la poblaci¨®n est¨¢ bien informada podr¨¢ reflexionar con serenidad y adoptar decisiones racionales. El problema que aqu¨ª se debate no es el desarrollo tecnol¨®gico como tal, del mismo modo que nadie en su sano juicio dar¨ªa su consentimiento al proyecto del crecimiento cero a la vista del empobrecimiento del mundo. M¨¢s que el desarrollo tecnol¨®gico en su conjunto, lo que hay que cuestionar son algunos aspectos particulares del mismo, as¨ª como su velocidad y su l¨®gica interna. ?Por qu¨¦ se necesita un desarrollo uniforme a lo largo y ancho de nuestro planeta? ?Por qu¨¦ no se desarrollan diferentes tecnolog¨ªas alternativas acordes con las necesidades espec¨ªficas de una comunidad y su idea de una vida mejor? ?Por qu¨¦ se da por bueno un determinado desarrollo tecnol¨®gico que no es capaz de solucionar los problemas m¨¢s elementales que acucian a la humanidad, tales como una alimentaci¨®n suficiente y una vivienda digna? ?Qu¨¦ priva a la mayor¨ªa de los seres humanos del placer de desempe?ar un trabajo gratificante? ?Por qu¨¦ se da por bueno algo que, por un lado, ha permitido desarrollar aparatos altamente complejos capaces de mantener vivas a unas cuantas personas con ayuda de corazones y ri?ones artificiales, mientras por otro se muestra impotente para salvar de la muerte a millones de ni?os por falta de prote¨ªnas? ?Por qu¨¦ necesitamos un desarrollo tecnol¨®gico que ha logrado los resultados m¨¢s espectaculares en el campo del armamento? Esta ¨²ltima cuesti¨®n es quiz¨¢ la m¨¢s obvia y la que todo el mundo entiende. Es dif¨ªcil imaginar c¨®mo la poluci¨®n puede llegar a destruir nuestro. ecosistema y con ¨¦l la vida humana, pero no as¨ª c¨®mo puede hacerlo una guerra nuclear. El car¨¢cter contraproducente del progreso tecnol¨®gico est¨¢ simbolizado por la bomba nuclear. Este artilugio, que lleva impl¨ªcita la destrucci¨®n total, es todo un s¨ªmbolo: quien lo capte comprender¨¢ que la tecnolog¨ªa moderna se ha deslizado hacia la locura.
Tecnolog¨ªas alternativas
Hay dos razones, en cierto modo interconectadas, que justifican plenamente la existencia de tecnolog¨ªas alternativas. Una es la prevenci¨®n del desastre total, ya sea en una guerra nuclear o a trav¨¦s de la destrucci¨®n pac¨ªfica de la humanidad. Otra, la creaci¨®n de las condiciones necesarias para una vida mejor, una vida con alg¨²n significado, para los habitantes de nuestro planeta. El objetivo final no es crear una ¨²nica forma de vida, sino una pluralidad de estilos de vida, cada uno de ellos con una alternativa tecnol¨®gica adaptada a sus necesidades.
Ciertamente, es muy f¨¢cil esbozar soluciones en una hoja de papel; las dificultades comienzan cuando se pretende llevarlas a la pr¨¢ctica. Si los seres humanos no se esfuerzan por cambiar sus vidas, ¨¦stas no podr¨¢n cambiarse o si lo hacen no ser¨¢ para mejorar. Pero la gente no est¨¢ preparada, en general, para construir castillos en el aire, sino que necesita una base firme sobre la que fundamentar sus esfuerzos y, por ello mismo, se ve abocada a aferrarse a las tendencias y posibilidades existentes. Est¨¢ claro que las tecnolog¨ªas alternativas no pueden implantarse de un d¨ªa para otro, como ya he se?alado, pues de hacerse as¨ª desembocar¨ªamos en una cat¨¢strofe mucho m¨¢s abrupta que la pac¨ªfica autodestrucci¨®n de la humanidad, por la que, al parecer, nos hemos inclinado, y tan fatal como ¨¦sta. Y, lo que es m¨¢s importante, si en alg¨²n momento nos decidi¨¦ramos a desarrollar tecnolog¨ªas alternativas, las iniciativas deber¨¢n provenir tambi¨¦n, aunque no de manera exclusiva, de quienes padecen injusticias -f¨ªsicas o mentales- en su vida diaria. Aqu¨ª radica la aut¨¦ntica importancia de la autorreflexi¨®n sobre esa tendencia a dar por bueno cuanto la tecnolog¨ªa moderna aporta a nuestra existencia. Y como la tecnolog¨ªa no puede modificarse sin introducir cambios en el marco institucional, en la relaci¨®n de propiedad y en la forma de vida de nuestras sociedades, es preciso analizar, considerar y reconsiderar todo el paquete en profundidad.
En el mundo occidental moderno hay tres aspectos, relativamente independientes, que fomentan el desarrollo: la industrializaci¨®n, el capitalismo y la democracia. Si la democracia logra imponerse a la industrializaci¨®n y al capitalismo, someti¨¦ndolos a sus propias reglas de juego, y convertirse as¨ª en una instituci¨®n aut¨¦nticamente global y con ello, en el marco de acci¨®n adecuado, existir¨ªa una oportunidad real para el desarrollo de tecnolog¨ªas alternativas y su posterior puesta en pr¨¢ctica. Ni los sue?os sobre el para¨ªso perdido ni los sue?os sobre un para¨ªso a reconquistar, sino la participaci¨®n general por conseguir la radicalizaci¨®n de la democracia, lo que para m¨ª es sin¨®nimo de socialismo, puede resta?ar las heridas infligidas por la moderna tecnolog¨ªa sin da?ar las ventajas de que disfrutamos en la actualidad. Nunca ha habido un para¨ªso sobre la Tierra y nunca lo habr¨¢, pero todav¨ªa es posible dar a nuestras vidas un aut¨¦ntico significado si sabemos someter los avances tecnol¨®gicos a las necesidades y valores de los seres humanos, a los prudentes procesos decisorios de los miembros de diferentes, pero cooperantes, comunidades.
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