Mancha de aceite
Me escribe una vieja amiga, brit¨¢nica de origen, pero afincada entre los olivares de Ja¨¦n desde hace a?os, siempre curiosa de las costumbres y cat¨¢strofes humanas, y que, si bien atenta a informaciones de libros y hasta peri¨®dicos, no ha perdido por ello la facultad de ver las cosas y aun olerlas; y me escribe -vean por d¨®nde- a prop¨®sito de esta plaga misteriosa que ya de tiempo cunde entre los hispanos, m¨¢s o menos ligada con diversas alteraciones de aceites de consumo. Como m¨¢s entendida que yo sobre el asunto -y m¨¢s juiciosa seguramente-, voy aqu¨ª a traducirles escrupulosamente la parte correspondiente de su carta."...Al fin he vuelto de mi loco viaje americano a respirar algo de paz en el refugio de la serran¨ªa. Pero al regreso lo primero que me encuentro en los medios informativos es un nuevo brote de inter¨¦s por el s¨ªndrome t¨®xico y la interminable busca de las causas. Sabr¨¢s que he venido siguiendo este curioso caso m¨¦dico-jur¨ªdico desde su arranque hace tres a?os, cuando a la cosa se la llamaba neumon¨ªa at¨ªpica; despu¨¦s, la fase en que prevaleci¨® una atribuci¨®n a fresas, que el entusiasmo de haber dado con el culpable se carg¨® toda una cosecha de Aranjuez; luego, las interpelaciones p¨²blicas al Gobierno para que encontrara las causas y responsables, de los cuales acab¨® por detenerse a unos cuantos ejemplares seleccionados, al tiempo que la investigaci¨®n de la causa se centraba sobre la colza, aunque con disidencias sobre los ¨¢cidos, anilinas o demonios propiamente responsables, y algunas posiciones her¨¦ticas que volv¨ªan, por ejemplo, sobre los tomates; y as¨ª hasta las noticias de estos d¨ªas, en que ruedas de expertos internacionales dictaminan sobre las causas y las culpas.
Nada se esclarece, pero todo en cambio se complica progresivamente, y la red de responsabilidadel alcanza a cada vez m¨¢s elementos de la industria, la distribuci¨®n, los ¨®rganos del Gobierno y los institutos de investigaci¨®n correspondientes. ?No es apasionante? Por mi amigo L. Caram¨¦s, el matem¨¢tico, con quien he estado al paso por Madrid y que lleva un a?o reuniendo furiosamente datos y falacias en los comunicados oficiales, ocultaciones de informaci¨®n o dis¨ªmulos en la Prensa, me he seguido enterando de c¨®mo la vaga conciencia de haber intervenido de alg¨²n modo en el curso de la plaga va invadiendo los m¨²ltiples sectores implicados, fabricantes, manipuladores, transportistas, funcionarios de organismos oficiales, m¨¦dicos y qu¨ªmicos afectos a la investigaci¨®n o disimulo de los procesos, instancias jur¨ªdicas llamadas a declarar culpabilidades; de tal manera que al final nadie se ve con las manos decididamente limpias del grasiento asunto, y a todos, por tanto, mueve un gran af¨¢n por demostrar su l¨ªmpieza o desviar la culpa por otros cauces. ?No se dice tambi¨¦n en espa?ol de algo que se extiende 'como mancha de aceite'?
El resultado es una sospecha generalizada: que, como husmea Marcelo en el Hamlet, 'algo est¨¢ podrido en el Estado de Dinamarca'. Y no es de extra?ar que damas como mis primas inglesas o nuestra vieja amiga de Par¨ªs Elsa Guichard, intr¨¦pida viajera como es, rehusaran venir a pasar conmigo unos d¨ªas, asustadas por el fantasma del aceite, como si estuviera tocada Espa?a de una peste vaga y tenebrosa; que no ven ellas que s¨®lo de momento puede ser de Espa?a en exclusiva, pero que ha de florecer en otras dolencias igualmente at¨ªpicas que surjan (ya est¨¢n surgiendo) en los otros ¨¢mbitos de la cultura progresada, con la que sin duda tales s¨ªndromes guardan, no s¨¦ c¨®mo, alguna relaci¨®n.
Humo de im¨¢genes
Y los medios de informaci¨®n, al no poder informar de lo que nadie sabe, pero esparciendo su humo de im¨¢genes sensacionales o noticias distractivas, han contribuido lo suyo a la propagaci¨®n de este... ?c¨®mo se dec¨ªa entre los antiguos? ?No era miasma, una cosa en que la culpa moral y la enfermedad contagiosa estaban confundidas? Pues mira, tambi¨¦n los centenares de muertos y los de consumidos o mutilados por el s¨ªndrome, sin dejar de ser reales -y demasiado-, van a ser un s¨ªmbolo, una aparici¨®n viva de la negra conciencia que corroe a la especulaci¨®n industrial con alimentos para masas y a la organizaci¨®n pol¨ªtica que con ella colabora. Y la sensaci¨®n de que esta plaga representa algo m¨¢s grande que ella llega a tomar voz incluso en hombres muy alejados de la reflexi¨®n, como un amigo de aqu¨ª, industrial de lo aceitero, que, al sentirse tocado, mand¨® una carta a alg¨²n peri¨®dico, que parece que no la quiso, y ¨¦l reparti¨® copias entre conoci-, dos; aqu¨ª tengo la m¨ªa, y te la transcribo para que veas:
'Se?or director: como regente que soy, por tradici¨®n familiar, de una modesta almazara de esta localidad, tengo a honor hacer saber, a trav¨¦s del ¨®rgano que usted dignamente regenta, que aqu¨ª hemos venido elaborando aceite de oliva por los procedimientos tradicionales, sin acudir a ninguna especie de qu¨ªmica ni manipulaci¨®n, es decir, que, lejos de ser nuestro aceite responsable de enfermedad ninguna, ha sido y sigue siendo una fuente de salud, como lo ha sido siempre este oro de los alimentos, que era la gloria, y un buen recurso econ¨®mico tambi¨¦n, de toda Espa?a. Pues bien, sin embargo, la campa?a de difamaci¨®n de aceites que se extiende por todas partes (que no entro en lo justo que sea que se busque a fondo y se castigue a los verdaderos responsables de las adulteraciones que haya habido), el caso es que tambi¨¦n nos toca a los fabricantes honrados, porque ya no hay ama de casa que no desconf¨ªe de todos los aceites y sospeche si tendr¨¢n adulterantes o toxinas, con el consiguiente perjuicio de nuestros leg¨ªtimos intereses. Y
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digo yo, se?or director, ?por qu¨¦ este encarnizamiento con el s¨ªndrome t¨®xico y con la industria ole¨ªcola? ?Por qu¨¦ no se sacan a la luz y se investigan con el mismo celo otras muchas cosas contaminadoras y causantes de muertes que abundan en la sociedad, y con las que trafican otras industrias acaso m¨¢s poderosas que las del aceite? Porque no veo yo que, causando la industria de la gasolina y el autom¨®vil muchas m¨¢s muertes y mutilaciones y pestes de las que ha producido el s¨ªndrome t¨®xico en todos estos a?os, no veo que se emprenda una campa?a semejante de paralizaci¨®n y desprestigio de las empresas respectivas; y eso que ah¨ª las causas me parece a m¨ª que est¨¢n m¨¢s claras. ?O es que la gasolina es sagrada? ?No es tambi¨¦n un aceite, s¨®lo que mucho m¨¢s infame que el de oliva? O si no quiere usted la gasolina, por qu¨¦ no se cuentan a toda plana los envenenados y difuntos por alcoholes elaborados ni se sacan a la picota las grandes empresas licoreras? O ya puestos, ah¨ª tiene usted la gripe com¨²n, que cada a?o se lleva v¨ªctimas y consume m¨¢s horas de vida que todo el s¨ªndrome. ?Por qu¨¦ no se investiga a fondo el misterio de la gripe, a ver qu¨¦ relaciones tiene con las pestes que echan por el mundo industrias y organismos muy bien consentidos por la autoridad y hasta patrocinados? Puede que todos seamos culpables de muchas pestes que contaminan este mundo; pero lo que quiero hacerle constar, se?or director, es que es de muy poca justicia y tiene muy poca gracia que las culpas y las investigaciones se centren todas sobre este ramo alimentario al que me honro en pertenecer.
Eso es lo que escrib¨ªa el hombre, y ya ves que por ese camino el asunto del s¨ªndrome y la busca de culpables puede venir a parar en una especie de culpa general: que el culpable verdadero lo sea la industria entera de la alimentaci¨®n masiva y todas las empresas que viven de preparar productos para el consumo, y en fin, como a ti te gustar¨ªa, el sistema mismo.
Pero ?crees que te animo yo a dar ese salto y a que, si hablas algo sobre esto, recomiendes que se abandone la persecuci¨®n de unos m¨ªseros culpables personales (siempre falsos -ya te he o¨ªdo-, como son falsos los h¨¦roes personales) y que en cambio sequen la conclusi¨®n de que es el sistema, el enemigo abstracto, el que tiene la culpa del s¨ªndrome t¨®xico, como de tantas otras cosas? Pues no, amigo m¨ªo: por el contrario, lo que pienso es que, de decir algo, lo que debes es an¨ªmar a que se siga, m¨¢s a fondo y m¨¢s por alto, investigando y declarando responsables, en la industria, en la Administraci¨®n, en los organismos cient¨ªficos; as¨ª, al agarrar a unos industriales o traficantes de poca monta, al tener ellos que justificarse, denunciar¨¢n a otros que estaban por encima de ellos, que les daban instri¨ªcciones o promet¨ªan apoyarles; y al procesar a un empleado de rango inferior en ¨¦l escalaf¨®n, ¨¦l tendr¨¢ que just¨ªficarse denunciando a m¨¢s altos cargos que tambi¨¦n ten¨ªan idea del manejo y que los dejaban a ellos arreglarlo o disimular los resultados inquietantes; y as¨ª, luego, al inculpar a grandes empresarios del aceite o de la industria, a prohombres de la Administraci¨®n o de la ciencia, ellos tengan a su vez que denunciar la connivencia y responsabilidad de otros que estaban m¨¢s alto en las empresas o en el aparato; y s¨®lo as¨ª, sigui¨¦ndole la corriente al ansia de culpables personales, pero llev¨¢ndola m¨¢s all¨¢, podr¨¢ llegarse acaso a generalizar la culpa y a desenmascarar al verdadero culpable del s¨ªndrome t¨®xico y de otros s¨ªndromes paralelos. Pero pasemos a otro asunto...".
Pues bien, querida amiga, ah¨ª queda dicho como t¨² dices. Y creo que aciertas en eso de la funci¨®n simb¨®lica de esta plaga que, justamente, al no hallarse causa m¨¦dica ni culpable jur¨ªdico satisfactorios, como mancha de aceite se va extendiendo y nos devuelve un poco a la situaci¨®n arcaica del mismo, en que, no habi¨¦ndose la culpa interiorizado ni atribuido a una intenci¨®n o voluntad personal, se sent¨ªa como enfermedad. No se me olvida c¨®mo tu compatriota S. Butier sacaba en su Erewhon un mundo al rev¨¦s, en que la gente se sent¨ªa avergonzada y culpable de estar enferma, mientras discut¨ªa volublemente de las reca¨ªdas, mejor¨ªas o tratamientos de los cr¨ªmenes y vicios que padec¨ªa.
Al fin, si en la historia de antes del progreso la gente enfermaba y mor¨ªa de hambre y de miserias alimentarias, es l¨®gico y natural que la frase progresada de la histor¨ªa, con sus alimentos preparados a gran escala y distribuidos a las masas desde arriba, vaya encontrando sus propias maneras de enfermedad y peste, que sean reveladoras de la mentira que sostiene ese proceso de producci¨®n y de consumo.
No s¨¦ si atinas tambi¨¦n en la t¨¦cnica que propones de seguir inculpando a responsables que por su propia necesidad de justificaci¨®n hagan remitirse la culpa a instancias superiores, de modo que al fin se llegue a descubrir que culpables todos: o sea que, en definitiva, el verdadero culpable, como ejemplarmente deduce Edipo en su tragedia, no es otro sino yo. Pero ah¨ª queda propuesta tu t¨¢ctica, para lo que valga.
Por mi parte, s¨®lo quiero, aprovechando el caso que el s¨ªndrome t¨®xico nos ofrece, al conjugar la falta de causa cient¨ªfica del mal con la falta de culpables jur¨ªdicos del mismo, insistir un momento en las relaciones entre culpa y causa; a saber: que las paradojas de la culpa personal no pueden menos de corresponderse con las de la causalidad risica, como aparecen en la loca carrera de la ciencia de estos ¨²ltimos siglos y decenios, en que la necesidad de encontrar una explicaci¨®n de las fuerzas que mueven a los cuerpos, de la gravitaci¨®n y de c¨®mo la Tierra se sostiene en el espacio, ha llevado a un desarrollo progresivamente acelerado de teor¨ªas y cosmolog¨ªas de fisicos que se van sin fin superando unas a otras. Porque es que, cuando el Derecho tiembla, la F¨ªsica no puede quedar tranquila, como es natural, puesto que, si en la ficci¨®n social la culpa de la persona est¨¢ fundada en la idea de la causa que la mueve, en la realidad la causa f¨ªsica es una idea que ha nacido de la fe religiosa de que hay culpa.
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