Un suceso y una reflexi¨®n
Permitidme que empiece por contaros el suceso, no s¨¦ hasta qu¨¦ punto grave o leve (y para reflexionar sobre ¨¦l escribo este art¨ªculo), que acaba de acontecer hoy en nuestra casa de Fuenterrab¨ªa. Hab¨ªamos empezado a almorzar cuando han llamado a la puerta. Era la polic¨ªa: un funcionario vestido de paisano, acompa?ado por varios con uniformes de la Polic¨ªa Nacional, armados, claro est¨¢, con sendas metralletas. El funcionario ha exhibido su credencial y nos ha comunicado su prop¨®sito de entrar en la casa para proceder a un registro de este domicilio. Interrogado por nosotros sobre la posible existencia de un mandamiento judicial, con la idea de que la Constituci¨®n, que en verdad no conozco demasiado bien, ha de garantizar la inviolabilidad de los domicilios, de manera que solamente una fundada sospecha delictuosa -?Dios m¨ªo! ?Se dir¨¢ as¨ª: delictuosa?-, avalada por la autorizaci¨®n de un juez, habr¨ªa de permitir el acceso de la polic¨ªa a un domicilio cualquiera.La respuesta del funcionario ha sido aproximadamente as¨ª: "Ciertamente, ustedes tienen el derecho a no permitirnos la entrada, en cuyo caso, inmediatamente, proceder¨ªamos a volver con el mandamiento (1) en cuesti¨®n, y entonces realizar¨ªamos un registro mucho m¨¢s riguroso que el que ahora, si no mantienen esa exigencia, realizaremos". "Pasen, pasen", ha sido nuestra inmediata respuesta. A continuaci¨®n han visitado las habitaciones, han tomado nota de nuestros nombres y de los de nuestros hijos y se han marchado. Hasta aqu¨ª el prometido relato de un suceso, el cual ha resultado tener un car¨¢cter colectivo. Hablando en la vecindad, hemos sabido que son much¨ªsimas, si es que no todas, las casas de este pueblo que han sufrido visitas semejantes durante estos ¨²ltimos d¨ªas. Otros amigos, habitantes de otros pueblos de la provincia, nos han informado de que tal suceso ha afectado, con el mismo car¨¢cter colectivo y popular, en otras muchas localidades.
Mi reflexi¨®n, que es la que hace el art¨ªculo, pues de otro modo esto no ser¨ªa sino la transmisi¨®n de una noticia, promueve algunas preguntas que creo interesantes, a partir de una primera consideraci¨®n, quiz¨¢ demasiado severa, seg¨²n la cual se estar¨ªa produciendo en estos d¨ªas en Euskadi una violaci¨®n generalizada de la Constituci¨®n, no s¨®lo por la raz¨®n de que ha de haber alg¨²n precepto en ella que garantice la inviolabilidad de los domicilios, sino tambi¨¦n porque entre aquellos preceptos no puede dejar de haber alguno en el que se presuma la inocencia de los ciudadanos, en lugar de su culpabilidad, salvo quiz¨¢ en el caso de la existencia de indicios clamorosos, por as¨ª decirlo, de que en una casa se est¨¢ procediendo a la comisi¨®n de un delito. En este caso preciso se tratar¨ªa de una presunci¨®n de culpabilidad de una gran masa de ciudadanos, quiz¨¢ de todo un pueblo -y ya no me refiero ahora al pueblo de Hondarribia/Fuenterrab¨ªa, sino al pueblo vasco en general-, con lo que estar¨ªamos en los umbrales de situaciones como las que en otros tiempos, y aun en ¨¦stos, han abocado a episodios hist¨®ricos de los que luego se estudian bajo terribles ep¨ªgrafes, como genocidio y otros quiz¨¢ no tan espeluznantes.
Tambi¨¦n es posible llamar la atenci¨®n sobre alg¨²n detalle puntual (como ahora suele decirse en la jerga de los pol¨ªticos y de los sindicalistas) de nuestra involuntaria entrevista con las fuerzas del orden. ?No hay, digo yo, una puntica de coacci¨®n en las palabras de un polic¨ªa que parece vender una visita c¨®moda a cambio de la renuncia al ejercicio de un derecho, reflejado convenientemente (y estoy seguro de que s¨ª lo est¨¢) en la Constituci¨®n? Y caso de ser as¨ª, ?encierra alguna gravedad una situaci¨®n as¨ª? Se podr¨ªa pensar, desde luego, en algo grave, a la vista de la importancia social o, si se quiere, del alcance colectivo de este suceso, que, por cierto, viene precedido por otros semejantes, pues me cuentan que ya se produjo otra oleada an¨¢loga con ocasi¨®n del secuestro de otro empresario, ocurrido, seg¨²n creo recordar, cuando ya hab¨ªan accedido al poder -si es que alguna vez han accedido a tan elevada instancia- los socialistas, entre quienes hay, estoy seguro, gentes de excelent¨ªsima intenci¨®n y de muy valiosas y honestas cualidades.
No se trata, por mi parte" de alcanzar al PSOE con cr¨ªticas o diatribas m¨¢s o menos instintivas o, menos a¨²n, caprichosas. Pienso mis palabras -y me pienso a m¨ª mismo pensando mis palabras-, siempre que escribo, y tambi¨¦n, naturalmente, las pocas veces que lo hago sobre temas pol¨ªticos.
Cuando este diario public¨® mi ¨²ltimo art¨ªculo, que titul¨¦ -e hice- Con much¨ªsimo respeto, no dej¨¦ de recibir alguna est¨²pida patadita, desde la mala fe de quienes toman sus distancias con relaci¨®n a la zona peligrosa (la del pensamiento sin compromisos bastardos de ninguna ¨ªndole) en que uno se mueve. Cocear a una persona inerme, como es y ha sido siempre uno, es un deporte f¨¢cil, que no dice mucho a favor de quienes, m¨¢s o menos desvergonzadamente, lo practican, unas veces desde la barbarie de la especializaci¨®n y, otras, desde la no menor barbarie del diletantismo. El pensamiento se mueve fuera de esas barbaries.
Contribuir al cese de la barbarie -que no al de la lucha, enti¨¦ndase bien- mueve desde siempre mi trabajo y tambi¨¦n, claro est¨¢, hoy, cuando he contado este suceso, que a m¨ª no me parece insignificante.
1. ?Es as¨ª el asunto? ?Alg¨²n juez ha firmado mandamiento urbi et orbe, en los cuales no hay m¨¢s que escribir el nombre de quien reclame el respeto a sus derechos constitucionales?
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