Ch¨¢charas y alborotos en torno a la cultura
Con la llegada de los socialistas al poder, el nombramiento de un hombre como Jack Lang al frente del Ministerio de Cultura se entendi¨® como una prueba de apertura y como una especie de compromiso personal por parte de Frangois Mitterrand de cumplir sus promesas sobre el desarrollo prioritario de este sector. Los lazos de amistad y de trabaJo que unen a estos dos hombres son bien conocidos, y no se ha olvidado que, durante la era, giscardiana, Jack Lang fue una especie de embajador itinerante de Fran?ois Mitterrand en todos los frentes donde las libertades se hallaban amenazadas. No obstante, no es ¨²nicamente esta relaci¨®n privilegiada la que ha hecho de ¨¦l un ministro aparte: su estilo, poco conforme con el ceremonial que conlleva su funci¨®n, su presencia c¨¢lida, sus accesos de entusiasmo, tan contrarios a la reserva usual y, sobre todo, su capacidad para escuchar a los dem¨¢s -cualidad m¨¢s bien excepcional entre los pol¨ªticos- le han hecho ganarse la siinpat¨ªa de muchos que se hab¨ªan mostrado reticentes sobre su persona. Pero todos estos rasgos; distintivos habr¨ªan de convertirle, de rechazo, en uno de los principales blancos de los conservadores de toda laya.Desde hace algunos meses est¨¢ siendo objeto de ataques veneriosos, insinuaciones y calumnias que proceden, y esto interesa resaltarlo, tanto de la derecha como de la izquierda. La campa?a de prensa desatada contra ¨¦l, sostenida expl¨ªcitamente por ciertos representantes de las grandes editoriales, ha contribuido de modo importante a su mediocre resultado en las ¨²ltimas elecciones municipales. Contra toda l¨®gica, se le acusa de laborar en pro de una eistatalizaci¨®n de la cultura, del tipo de la que reina en los pa¨ªses del Este. Se tratar¨ªa en verdad de un curioso Zdanov, que estimula las iniciativas m¨¢s diversas, a veces las m¨¢s sorprendentes como, por ejemplo, la m¨²sica en la calle, la pintura moderna al borde de las autopistas, los comics, el equipamiento cultural en las prisiones, etc¨¦tera. Presumo que son pocas las personas sensatas que conceden el m¨¢s m¨ªnimo cr¨¦dito a tales acusaciones; dudo incluso que quienes las lanzan crean en ellas, por poco que sea. Pero la campa?a funciona. De semana en semana prosigue, se renueva y se alimenta de s¨ª misma al menor pretexto.
La primera gran ofensiva se lanz¨® con motivo de su intervenci¨®n en M¨¦xico, ante la Asamblea General de la Unesco. Ha de observarse que la opini¨®n fue muy mal informada sobre lo que dijo aquel d¨ªa, puesto que ning¨²n peri¨®dico crey¨® oportuno publicar otra cosa que extractos cuidadosamente seleccionados de su discurso. Y fue el tono, la forma de actuar, lo que se denunci¨® como una incongruencia. ?C¨®mo se atrev¨ªa un representante de Francia a interpelar a la opini¨®n internacional sobre los efectos de alisamiento cultural de los medios de comunicaci¨®n de masas norteamericanos? Si los mexicanos, los guatemaltecos o los salvadoreflos contin¨²an poniendo el imperialismo en la picota es asunto suyo. ?No se trata, despu¨¦s de todo, de pueblos subdesarrolla-
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dos, mal informados, inmaduros, prestos a todo tipo de delincuencias? Parece evidente que el papel de Francia no es, en ning¨²n caso, el de acrecentar la irritaci¨®n de esos pueblos.
La segunda gran ofensiva tom¨® pretexto de lo que se convirti¨®, en unos pocos d¨ªas de manipulaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n, en el escandaloso coloquio de la Sorbona.
Una manifestaci¨®n que para muchos ha sido ejemplar y que no deber¨ªa motivar, en mi opini¨®n, otros reproches que los de su brevedad. Indudablemente, hay muchas cr¨ªticas que cabe hacer al Gobierno de Fran?ois Mitterrand: sobre la poca consistencia de sus perspectivas de cambio social, por ejempllo, o sobre su falta de imaginaci¨®n en el campo de las relaciones internacionales... Pero, ?c¨®mo reprocharle que hace demasiado cuando favorece el encuentro de intelectuales, artistas y creadores de todo el mundo? ?No es de mal augurio que una parte de la Prensa haga vibrar a prop¨®sito de esto una cuerda sensible, de ra¨ªces poujadistas, que a la vez hace evocar otras, de todav¨ªa m¨¢s triste recuerdo? "?Amado pueblo, se est¨¢ tirando vuestro dinero por la ventanal Los franceses no sacar¨¢n nada de todas estas ch¨¢charas y alborotos con extranjeros. La cultura, la cultura... ?s¨®lo tienen esta palabra en la boca.'".
Jack Lang molesta a las facciones y lobbies incrustados en las redes de los medios de comunicaci¨®n de masas, pero tambi¨¦n sacude ciertos h¨¢bitos de pasividad enraizados en el tejido social franc¨¦s. Propone una imagen ampliada de la cultura, que a la vez seduce e inquieta. A diferencia de sus predecesores, dispone de un presupuesto que le concede una relativa libertad de acci¨®n y le permite interesarse por campos que poca gente, hasta entonces, sospechaba que pudieran tener relaci¨®n con la cultura o, al menos, que merecieran intervenciones de tan alto nivel. Pero como es dificil atacar de frente su perspectiva de ampliaci¨®n y democratizaci¨®n de la cultura, se intenta volver el tema del rev¨¦s y se agita el espectro de la dictadura ideol¨®gica de izquierdas. Tales reproches son tanto m¨¢s absurdos cuanto que la pol¨ªtica actual de Jack Lang no representa la del partido socialista en su conjunto, sino esencialmente la del jefe de Estado y de los medios intelectuales y art¨ªsticos, que, cada vez en mayor n¨²mero, empiezan a mostrar inter¨¦s por ella. Hay que admitir que su futuro depende hoy del apoyo que le presten quienes se relacionan m¨¢s directamente con ella. Y depende, igualmente, de la posibilidad que les sea ofrecida de tomar el relevo y gestionarla colectivamente.
En ausencia de esto, apostar¨ªa cualquier cosa a que la pol¨ªtica cultural francesa volver¨¢ pronto a sus tradiciones de marginalidad y miserabilismo.
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