Cuatro bajo par en cuatro hoyos, clave del ¨¦xito de Severiano Ballesteros en el Masters
Desde un principio ya pareci¨® que la chaqueta verde del Masters esperaba el lunes a uno de los cuatro mejores jugadores de golf del mundo. Todos ellos hab¨ªan ganado el Augusta National en a?os anteriores, y tres de ellos hab¨ªan vencido en los cuatro principales campeonatos del pasado a?o. Tom Watson gan¨® el Open de Estados Unidos y el Open brit¨¢nico; Raymond Floyd, el campeonato de la Asociaci¨®n de Jugadores Profesionales de Golf, y Craig Stadier, el Masters. El cuarto, el espa?ol Severiano Ballesteros, hab¨ªa ganado el Masters de 1980 y el Open brit¨¢nico de 1979. De hecho, cualquiera de los cuatro pod¨ªa ganar el dinero, que en esta ocasi¨®n se elevaba a la cifra r¨¦cord de 90.000 d¨®lares (12 millones de pesetas). Pero, al final, fue Ballesteros quien se puso la chaqueta verde, que parec¨ªa estar hecha a su medida, despu¨¦s de haberse situado cuatro bajo par en los cuatro primeros hoyos.
A trav¨¦s del fuerte viento, este espa?ol de 26 a?os consigui¨® 69 golpes de los 72 de par, totalizando 280, gan¨® su segundo Masters y borr¨® por completo a sus otros tres, rivales. Entre los cuatro hab¨ªan acumulado antes del lunes los cuatro t¨ªtulos m¨¢s importantes: Watson, siete; Floyd, tres, y Ballesteros y Stadler, dos cada uno.Aproximadamente una hora antes de sacar la pelota desde el tee, los cuatro llegaron por separado al peque?o vestuario del piso de arriba, reservado exclusivamente para el Masters. Ballesteros fue el primero, comiendo dos bollos ingleses con mantequilla y tomando una taza de caf¨¦, se sent¨® en una de las peque?as mesas. Floyd entr¨® separando las batientes de madera. Un momento m¨¢s tarde lleg¨® Watson.
"Caballeros, caballeros", dijo Watson alegremente. "Buenos d¨ªas, caballeros". Floyd y Ballesteros respondieron al saludo con un gesto. "?Est¨¢ aqu¨ª Stadler?", pregunt¨® alguien. "Ya deber¨ªa estar aqu¨ª. Se est¨¢ retrasando". "Stadler est¨¢ abajo", dijo otro que andaba por all¨ª. "Est¨¢ llamando por tel¨¦fono".
Unos minutos m¨¢s tarde, Floyd, concentrado y sin sonre¨ªr, sali¨® hacia la planta baja. Ballesteros apareci¨® a continuaci¨®n. Momentos despu¨¦s apareci¨® Watson sonriente. "Ha llamado su amigo Tony", le manifestaron, "dice que est¨¢ listo". "Y yo tambi¨¦n", respondi¨® el campe¨®n de los Masters de 1977 y 1981.
Watson se apresur¨® escaleras abajo, cruz¨® por la verde alfombra del peque?o vest¨ªbulo, donde Craig segu¨ªa todav¨ªa hablando por tel¨¦fono, y recorri¨® el paseo hacia el campo de pr¨¢cticas en el que Ballesteros ya estaba lanzando pelotas. A los pocos minutos, los cuatro se mov¨ªan con graciosa elegancia, cada uno con su caddie al lado, mientras las pelotas remontaban el vuelo por el amplio campo hacia las dos banderas amarillas que ondeaban en los greens de blanco.
No faltaba ni media hora para que los cuatro iniciaran el saque del tee. Ballesteros con Watson en la primera pareja, y Floyd con Stadler en la segunda tanda.
Al verlos en el tee de pr¨¢cticas, todos ellos aparentaban ser iguales, y a un tiempo muy diferentes. Cada uno a su manera simulaba ser un campe¨®n de cualquier otro deporte. Watson, robusto y vigoroso, pelirrojo y compacto, con un wedge en vez de un bal¨®n de baloncesto. Ballesteros, moreno y elegante, un joven torero espa?ol con un guante de golf en vez de una capa roja. Stadler, rechoncho y con bigote, un interior en punta, con un putter en vez de un casco de rugby. Floyd, alto y ancho, un bateador nato de 40 a?os, con un driver en vez de un bate de baseball.
Los cuatro, cada uno en su estilo, se mov¨ªan con gracia, sin esfuerzo aparente. Pronto, Watson y Ballesteros salieron del campo de pr¨¢cticas, camino del primer tee. Floyd y Stadler siguieron poco despu¨¦s. Ahora, en el primer tee, un miembro del Augusta National hizo se?as con los brazos. "?Atenci¨®n, por favor!", dijo el hombre, "va a sacar Seve Ballesteros".
Un instante despu¨¦s, el saque de tee del espa?ol remont¨® el vuelo por encima de la arena de la cima de la colina, por la derecha del recorrido principal. Entonces, Watson, con un drive, lanz¨® hacia la izquierda, contra los pinos. Su pelota hizo caer una pi?a y cay¨® sobre la hierba todav¨ªa h¨²meda por las lluvias del viernes y el s¨¢bado. De pronto, una ni?a peque?a cogi¨® la pelota de Watson. Pero varios espectadores gritaron, dej¨® caer la pelota y, sali¨® corriendo.
Desde all¨ª, Watson dio un potente golpe que hizo volar la pelota por entre dos pinos y cay¨® a poca distancia del green de este primer hoyo de 400 yardas. Ballesteros consigui¨® aproximarse a un metro del hoyo. Watson intent¨® salvar el par, pero el espa?ol hizo un birdie. Se hab¨ªa colocado ya bajo par en el torneo, poniendo serios a Stadle y Floyd, que estaban esperando para hacer su lanzamiento en el primer green.
En el segundo hoyo, de 555 yardas, un terreno inclinado hacia la izquierda, Ballesteros hizo un lanzamiento casi a domicilio. Lo mismo hizo Watson, aunque quiz¨¢ unas 15 yardas m¨¢s lejos. Con un bosque en el green, Ballesteros dio un golpe que vol¨® como un reactor de combate, pero se pos¨® sobre el suelo con la suavidad de una mariposa, rodando hasta metro y medio del hoyo. Watson ejercit¨® pr¨¢cticamente el mismo golpe, y su pelota se coloc¨® a unos tres metros y medio. Con los espectadores en vilo, Watson golpe¨® con su eagle y fall¨®. Ballesteros utiliz¨® tambi¨¦n su eagle y lo consigui¨®.
Tan s¨®lo despu¨¦s de dos hoyos, Ballesteros se encontraba de pronto a la cabeza del Mastes -ocho bajo par en el torneo, tres bajo par en la ronda- En el cuarto hoy de 205 yardas, golpe¨® un iron como si estuviera lanzando un dardo. Su pelota cay¨® en el green a unos treinta cent¨ªmetros del agujero y retrocedi¨® otros treinta cent¨ªmetros. Al hacer el birdie se encontraba a nuevo bajo par en el torneo y a cuatro bajo par en cuatro hoyos en la ronda. En realidad el Masters ya hab¨ªa concluido. Watson se coloc¨® a dos tiros del espa?ol con un eagle de siete metros y medio en el octavo hoyo. Pero en los tres hoyos siguientes hizo bogey, bogey, bogey.
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