Decepci¨®n
Es habitual discutir en las adaptaciones cinematogr¨¢ficas de grandes novelas la fidelidad al texto original. El cine dispone de un lenguaje en el que la insinuaci¨®n priva sobre la palabra, la ambig¨¹edad sobre lo concreto. En el caso de Bearn, esa diferencia queda ampliada por la imposibilidad de transformar en im¨¢genes el contenido de un texto escrito en primera persona: el que el sacerdote Juan Mayol, protegido del se?or de Bearn, env¨ªa a su superior para que ¨¦ste decida sobre la publicaci¨®n de las memorias del artist¨®crata ya fallecido; la visi¨®n subjetiva de este sacerdote, prendado por el sofisticado mundo de una aristocracia que agoniza, se transforma en datos objetivos al reproducirlo en cine.No es la ¨²nica diferencia. Salvador Maldonado, el guionista, ha ideado aspectos que contradicen seriamente el texto del autor. Baste citar la decisi¨®n del joven cura de no leer las memorias de Bearn, cuando precisamente en ellas encontraba en el texto de Villalonga las razones de su fascinaci¨®n y, al tiempo, las de una incipiente rebeld¨ªa. El personaje cinematogr¨¢fico de Juan Mayol no tiene entidad, se dispersa por situaciones que en lugar de progresar dial¨¦cticamente, se acumulan sin pasi¨®n, como si se quisiera respetar la novela pero sin participar de su esp¨ªritu. En este sentido, la pel¨ªcula no se beneficia de la actuaci¨®n del a¨²n inexperto actor Imanol Arias, que no comunica en la pantalla los dif¨ªciles matices de su personaje.
Bearn
Director: Jaime Ch¨¢varri. Gui¨®n: Salvador Maldonado, sobre la novela de Llorene Villalonga. Fotograf¨ªa: Hans Burman. M¨²sica: Francisco Guerrero. Int¨¦rpretes: Fernando Rey, Angela Molina, Amparo Soler Leal, Imanol Arias, Juana Ginzo, Alfredo Mayo, Mateu Grau, Elena Cava. Drama. Espa?ola, 1983.Locales de estreno: Capitol, Luchana 1.
Jaime Ch¨¢varri, el director, no encuentra un rumbo claro para su versi¨®n. Una confusi¨®n, que a veces se traduce en morosidad, impregna su trabajo. Los distintos personajes de la trama explican verbalmente los conflictos que les definen, pero las im¨¢genes no enriquecen su contenido. A veces, incluso, esa verbalizaci¨®n queda entrecortada: la rebeli¨®n de los campesinos mallorquines, protagonista de una secuencia, queda desva¨ªda, incompleta, sin que conozcamos su desenlace.
En esta l¨ªnea, cabe tambi¨¦n se?alar la esquem¨¢tica participaci¨®n de esos campesinos en el momento final del carnaval, tan precipitadamente realizado: los contrastes de clase que el se?or de Bearn analiza en una ocasi¨®n, no figuran dram¨¢ticamente en la pel¨ªcula.
Se ha optado por una l¨ªnea inspirada antes en esquemas melo dram¨¢ticos que en reflexiones hist¨®ricas. La amarga soledad del se ?or de Bearn, del que se ha escamoteado su aislamiento isle?o, queda as¨ª desdibujada. No llegamos a captar en la pel¨ªcula su ¨²ltimo sentido: la an¨¦cdota, sin compromiso, queda hueca, carente de significaci¨®n. El personaje de Titana, Juana Ginzo, es, por ejemplo, una ilustraci¨®n sin objetivo.
Hay un buen reparto para los personajes adultos en el que tambi¨¦n hay que incluir a Elena Cava y Mateu Grau, que dan vida a los j¨®venes criados de la mansi¨®n.
Fernando Rey, con referencias al Don Lope de Tristana, compone un se?or de Bearn c¨¢lido y relajado, cordial y c¨ªnico: es un actor seguro. Angela Molina aporta su fascinante personalidad a un personaje que vuela, sin apoyo dram¨¢tico, por la pel¨ªcula: lucha con talento contra su juventud ya que el personaje de Xima deber¨ªa envejecer con el tiempo. Amparo Soler Leal interesa al p¨²blico por la vertiente humor¨ªstica sobre la que ha construido su personaje: no le faltan, sin embargo, matices.
El esfuerzo de la producci¨®n
Es de elogiar el esfuerzo de producci¨®n que Alfredo Matas y Televisi¨®n Espa?ola (cuyo nombre no figura en los t¨ªtulos) han coordinado para adaptar a la pantalla la espl¨¦ndida novela de Lloreng Villalonga; no es habitual, desgraciadamente que el cine espa?ol disponga de tales medios, aunque tampoco hayan sido, por pura l¨®gica, cuantos pod¨ªa requerir un proyecto tan ambicioso. (La pr¨¢ctica ausencia de mar, por ejemplo, obliga a que los isle?os viajen en tren, a Europa).Yvonne Blake, en el vestuario, Hans Burman en la fotograf¨ªa y Gil Parrondo en la ambientaci¨®n, son profesionales exigentes y apoyan: las buenas intenciones de los autores.
A ellos se ha a?adido un tan excelente lanzamiento publicitario que el nombre de Bearn ha interesado a los espectadores con antelaci¨®n inusual: buena y l¨ªcita imitaci¨®n del cine norteamericano.
Incluso en Televisi¨®n se ha auspiciado generosamente la pel¨ªcula; en ellas, las citas de la obra de Visconti no han sido escasas, pero cabe en esto la discusi¨®n: no s¨®lo por el escaso parecido entre el autor de El gatopardo y el de Bearn, sino porque no es necesario remitirse a otras cinematograf¨ªas para defender productos propios.
El empe?o es plausible pero caben, naturalmente, decepciones entre quienes admiramos a Maldonado por el gui¨®n de El crimen de Cuenca y a Ch¨¢varri por El desencanto.
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