La carrera hacia la guerra
Las recientes declaraciones del presidente Reagan apelando al talento cient¨ªfico y tecnol¨®gico norteamericano para generar un sistema de defensa antibal¨ªstico que libere, quiz¨¢, a Estados Unidos de la amenaza nuclear sovi¨¦tica (que, por otra parte, est¨¢ en la base misma de la pol¨ªtica de disuasi¨®n mutua seguida en los ¨²ltimos 30 a?os) han sido una de las causas inmediatas de la proliferaci¨®n de comentarios sobre el posible significado de la inminente revoluci¨®n en la tecnolog¨ªa de la guerra contempor¨¢nea. Pero, en cierto sentido, el presidente norteamericano no ha hecho sino dar, desde la autoridad de su cargo, carta de naturaleza a toda una serie de procesos de innovaci¨®n que, de una u otra manera, est¨¢n ya prepar¨¢ndose en los laboratorios.
Progresos para la guerra
Cuando, como reconoce el informe Thorsson, presentado en 1981 con motivo de la segunda sesi¨®n especial sobre el desarme de las Naciones Unidas del pasado a?o, en 1980 se gastaban 35.000 millones de d¨®lares con fines de investigaci¨®n y desarrollo militares (Estados Unidos, la URSS, Francia y el Reino Unido soportan m¨¢s del 90% de tal esfuerzo) y en la ¨²ltima d¨¦cada entre un 20% y un 25% de los cient¨ªficos e ingenieros de todo el mundo participaban en tareas de aquella ¨ªndole, no es dif¨ªcil predecir avances considerables en la tecnolog¨ªa b¨¦lica del inmediato futuro. Estos avances crear¨¢n una panoplia de nuevas armas que situar¨¢n los escenarios b¨¦licos previsibles en coordenadas que hoy pertenecen todav¨ªa a la ficci¨®n cient¨ªfica.M¨¢s concretamente, son cuatro los procesos tecnol¨®gicos en los que, con mayor probabilidad, seg¨²n dicen los expertos, se registrar¨¢n r¨¢pidos e intensos progresos: aplicaci¨®n masiva de las t¨¦cnicas de utilizaci¨®n de microprocesadores, continua mejora de las t¨¦cnicas de navegaci¨®n, comunicaciones y, por ¨²ltimo, identificaci¨®n cada vez m¨¢s precisa de blancos, vinculando ¨¦stos a las armas empleadas, con lo que se generar¨¢n as¨ª novedosos sistemas de ataques de precisi¨®n. Para algunos analistas, la pr¨®xima revoluci¨®n tecnol¨®gica se anuncia como sustancialmente diferente de otras anteriores, desde el punto de vista de desarrollo de nuevos tipos de armas.
El presidente Reagan anunciaba su creencia en la posibilidad de poder alcanzar rupturas dram¨¢ticas en el equilibrio estrat¨¦gico entre las dos superpotencias gracias a la difusi¨®n de aut¨¦nticas tecnolog¨ªas de frontera. Sin llegar a los l¨ªmites que toda ruptura implica, en los centros de investigaci¨®n se trabaja en, por los menos, cuatro dimensiones que van a cambiar -est¨¢n cambiando ya- los horizontes de un posible conflicto nuclear en el futuro. Son el resultado de la incorporaci¨®n en gran escala de microprocesadores y otras t¨¦cnicas de la alta tecnolog¨ªa electr¨®nica de vanguardia.
La primera de dichas dimensiones se refiere a las mejoras de los sistemas de mando, control y comunicaciones (C 3, en la terminolog¨ªa anglosajona). En ella se espera conseguir progresos sustanciales en la reducci¨®n del tiempo necesario para redefinir los blancos a que apunten los misiles, en los mecanismos de suministro de informaci¨®n en vuelo a estos ¨²ltimos (que podr¨ªan ser armados y desarmados seg¨²n convenga, mientras se dirigen al objetivo), en la capacidad de controlar los veh¨ªculos de reingreso y en la disminuci¨®n de su vulnerabilidad. Nuevos sensores permitir¨¢n detectar el lanzamiento de misiles nada m¨¢s producirse y predecir incluso el car¨¢cter del ataque.
La segunda dimensi¨®n en la que se esperan importantes avances es la que se refiere a la mejora de la precisi¨®n. Tanto Estados Unidos como la URSS conseguir¨¢n desarrollar m¨¦todos para que un elevado porcentaje de sus ingresos nucleares den en los blancos a que est¨¦n destinados, disminuyendo las probabilidades de supervivencia de las bases de lanzamiento de misiles, aun de las endurecidas. Para muchos, ello incrementa la tentaci¨®n de practicar un primer golpe que desarme al adversario, lo que lleva a ¨¦ste a asegurar la posibilidad de mantener su capacidad de respuesta propia (second-strike capability). Quiz¨¢ donde se prevean menos avances espectaculares sea en la lucha antisubmarina. Si ello es as¨ª, la tercera rama de la triada estrat¨¦gica que constituyen los submarinos nucleares conservar¨¢ toda su importancia, aunque tambi¨¦n sus inconvenientes, ligados esencialmente a las dificultades de comunicar con ellos cuando, como es lo normal, est¨¢n sumergidos para evitar su detecci¨®n. Se afirma, pues, que los sumergibles Trident, en particular, extremadamente silenciosos y provistos de 192 cabezas termonucleares de un centenar de kilotones (con una capacidad destructiva ocho veces superior a la bomba lanzada en Hiroshima), no ver¨¢n disminuida su utilidad.
Muchos, desde luego, se cuestionar¨¢n sobre esta l¨®gica: si se posee ya una capacidad de destrucci¨®n garantizada, armas adicionales no aumentan la seguridad. Una persona por encima de toda sospecha, el almirante Rickover, impulsor de la moderna US Navy, se?al¨® al jubilarse que un solo submarino nuclear menos avanzado que el Trident, por ejemplo, el Poseid¨®n, dispon¨ªa ya de las suficientes cabezas nucleares para devastar todas las ciudades sovi¨¦ticas de m¨¢s de 100.000 habitantes. ?D¨®nde est¨¢ la l¨®gica de un overkill elevado al infinito?
La militarizaci¨®n del espacio
La tercera dimensi¨®n de la revoluci¨®n armamentista y tecnol¨®gica apunta al espacio. Y en ello se plantea la supervivencia de los modernos sistemas de sensores y de sat¨¦lites que en ¨¦l se encuentran y que son elementos esenciales de los dispositivos de comunicaci¨®n y disuasi¨®n. Hay quien afirma que no parece posible que en los pr¨®ximos a?os pueda desarrollarse la capacidad para poner fuera de combate sistemas como el NAVSTAR, a 23.000 millas de distancia de la Tierra, pero s¨ª para destruir aquellos otros que se encuentren a m¨¢s bajo nivel. La Heritage Foundation, en un estudio muy comentado, ha sugerido que Estados Unidos introduzca un veh¨ªculo miniaturizado antisat¨¦lite en plataformas que circunden el planeta a una altitud superior a 300 millas, con el fin de establecer una red interceptora de los misiles sovi¨¦ticos.Ahora bien, la innovaci¨®n tecnol¨®gica parece que se orienta hacia el desarrollo de un tipo de arma completamente diferente de los hasta ahora conocidos: las armas de energ¨ªa direccional (directed-energy weapons). Para algunos autores, su implantaci¨®n equivaldr¨ªa a una censura hist¨®rica, no muy diferente de lo que supuso la aparici¨®n de la bomba at¨®mica hace 40 a?os. La revista Time se ha hecho eco de que en el actual a?o fiscal norteamericano, el Pent¨¢gono dedica aproximadamente unos 1.000 millones de d¨®lares a experimentos sobre tales armas, y se afirma que es probable que los rusos gasten de tres a cinco veces, m¨¢s en este campo.
Los rayos l¨¢ser de alta energ¨ªa (HEL) alcanzan la velocidad de la luz, y si un misil, ilustra Time, se desplaza a seis veces la velocidad del sonido, s¨®lo se habr¨ªa movido tres metros antes de que le inutilizase un rayo l¨¢ser lanzado desde m¨¢s de 1.500 kil¨®metros de distancia.
Dentro de esta tendencia a la militarizaci¨®n y utilizaci¨®n estrat¨¦gica del espacio, hay que mencionar los esfuerzos realizados para desarrollar mecanismos de defensa contra misiles bal¨ªsticos que las declaraciones del presidente Reagan han puesto en primera l¨ªnea de la atenci¨®n.
Desde la firma, en 1972, del tratado contra sistemas bal¨ªsticos (ABM), la investigaci¨®n sobre la defensa contra misiles ha hecho progresar mucho la tecnolog¨ªa correspondiente. Para la defensa en la atm¨®sfera, los sistemas LOAD (low-altitude defense) permitir¨ªan desarrollar la protecci¨®n puntual de hangares, estaciones de radar y centros de mando, gracias a la utilizaci¨®n de peque?as cabezas nucleares que destruir¨ªan los misiles que entrasen en ella. Para defensa fuera de la atm¨®sfera tambi¨¦n se ha avanzado: la overlay defense trata de conseguir que, a trav¨¦s de la utilizaci¨®n de misiles sonda no nucleares, sea posible identificar e interceptar los enemigos con carga nuclear. Ello permitir¨ªa adem¨¢s reducir la eficacia de las t¨¦cnicas de sobresaturaci¨®n y contrarrestar la amenaza de los temibles MIRV. Las defensas contra misiles bal¨ªsticos pondr¨¢n en entredicho muchos de sus supuestos tradicionales. Es cierto que tales desarrollos son a¨²n m¨¢s problem¨¢ticos: lo es menos el de la posible utilizaci¨®n militar del transbordador espacial. Por lo pronto, las fuerzas a¨¦reas norteamericanas han creado ya, oficialmente, un space commad responsable de la utilizaci¨®n de todos los sat¨¦lites militares, de las nuevas armas a¨¦reas, etc¨¦tera.
Progresos para la guerra 'convencional'
Con todo, no es la aplicabilidad de la incipiente y espectacular revoluci¨®n de la tecnolog¨ªa b¨¦lica en el campo de la confrontaci¨®n estrat¨¦gica (es decir, nuclear) lo que m¨¢s preocupa a los amantes de la paz. Quiz¨¢ sea m¨¢s significativo el previsible progreso que se registre en los medios de la guerra convencional y del que son t¨ªmidos anuncios las armas utilizadas en Oriente Pr¨®ximo o en las Malvinas.Los analistas esgrimen ya una amplia panoplia de instrumentos que, por ejemplo, permitir¨¢n al mando: a) disponer de una imagen fiel y muy perfeccionada de la evoluci¨®n de la batalla, sea de d¨ªa o de noche y con independencia de las condiciones clim¨¢ticas y atmosf¨¦ricas; b) tener presentes la situaci¨®n y estado de las unidades en cada momento; c) anticipar las necesidades log¨ªsticas, y d) mantener el enlace, preciso y seguro, entre los diversos escalones.
Estos instrumentos, en los que se incorpora toda una revoluci¨®n en ciernes, se desarrollar¨¢n en los pa¨ªses industrializados, pero, por mor de la existencia de una serie de mecanismos de proliferaci¨®n horizontal, no tardar¨¢n en expandirse hacia los pa¨ªses en desarrollo, es decir, hacia aquellas ¨¢reas en las que hasta el momento se han concentrado los conflictos b¨¦licos desde la segunda guerra mundial. La transferencia de las nuevas tecnolog¨ªas afectar¨¢ a la naturaleza del combate y a los riesgos en estas zonas del mundo, con efectos imprevisibles en t¨¦rminos de destrucci¨®n y de sufrimiento humano.
La pulsaci¨®n armamentista no viene determinada s¨®lo por la evoluci¨®n de los misiles y los sistemas propios de la confrontaci¨®n estrat¨¦gica. Malverri Lumsden, en una importante investigaci¨®n para el SIPRI (Stockholm Peace Research Institute), ha ilustrado c¨®mo es el deseo de eliminar de la manera m¨¢s convencional, pero m¨¢s efectiva posible, al ser humano lo que est¨¢ en la base de tal pulsaci¨®n.
Ya en la actualidad, cluster bombs como la BL-755 pueden afectar f¨¢cilmente a superficies de una hect¨¢rea de extensi¨®n, lo que equivale a los efectos de una bater¨ªa de artiller¨ªa de cuatro o seis piezas. En la Rep¨²blica Federal de Alemania se ha desarrollado un instrumento, la Mehrzweckwaffe 1, (arma polivalente n¨²mero uno), que pesa unos 4.600 kilos y puede desparramar hasta 4.000 peque?as peque?as bombas sobre una superficie de 2.500 metros de longitud por 500 metros de anchura. Extensiones a¨²n mayores pueden ser cubiertas utilizando dispositivos especiales, hasta el punto de que un ¨²nico bombardero est¨¢ ya hoy en condiciones de arrojar sobre varios centenares de kil¨®metros cuadrados 10.656 bombas BLU3/B o 25.488 BLU-26/B o 77.040 granadas M-40. Las bombas de concusi¨®n o los fuel-air explosives son, por otra parte, los posibles precursores de una nueva generaci¨®n de medios de destrucci¨®n en gran escala.
Y no es necesario detenernos en el campo de las armas bacteriol¨®gicas y qu¨ªmicas, en el que los avances de destructividad y letalidad son casi inimaginables.
Implicaciones para la disuasi¨®n estrat¨¦gica
Son numerosos los autores que han manifestado que los avances previsibles en la tecnolog¨ªa b¨¦lica del futuro afectan cr¨ªticamente al equilibrio estrat¨¦gico mantenido hasta la fecha.Uno de los aspectos m¨¢s preocupantes tal vez sea el atractivo que despiertan ciertos adelantos para estimular golpes cauterizadores o, simplemente, para poner en pr¨¢ctica una guerra nuclear limitada. Como es notorio, tales perspectivas han sido y son muy debatidas, y la doctrina sovi¨¦tica, ha se?alado hace poco John Erickson, rechaza axiom¨¢ticamente esta ¨²ltima noci¨®n y divisa en el comportamiento norteamericano la aspiraci¨®n a desarrollar una capacidad que permita a Washington recuperar una postura de disuasi¨®n unilateral mediante la posible realizaci¨®n de golpes destinados a asegurar el desarme del adversario.
Sea ello como quiera, lo cierto es que los avances tecnol¨®gicos dificultan el recuento (bean counting) de sistemas y la comparabilidad de sus caracter¨ªsticas. As¨ª, se ha afirmado que la determinaci¨®n del equilibrio relativo en t¨¦rminos de misiles basados en tierra depender¨¢ crecientemente de las estimaciones de su precisi¨®n y fiabilidad relativas, de los efectos de los sistemas C 3 y de la eficacia de los sistemas de conducci¨®n terminales, aspectos todos ellos en los que los medios t¨¦cnicos nacionales de verificaci¨®n pueden no suministrar la informaci¨®n necesaria para poder realizar una valoraci¨®n adecuada.
La tendencia en pos de la consecuci¨®n de una precisi¨®n absoluta en la utilizaci¨®n de misiles lleva a aumentar la vulnerabilidad de las bases fijas de lanzamiento, induciendo temores a recibir un primer golpe. Una vez que los submarinos nucleares dispongan de los sistemas necesarios de C^3 y mejoren la precisi¨®n de tiro, los misiles intercontinentales resultar¨¢n totalmente vulnerables.
Se argumenta que las respuestas m¨¢s f¨¢cilmente previsbles son tres: a) la adopci¨®n de, variantes m¨®viles para los misiles (el temido SS-20 sovi¨¦tico es una muestra de ello; b) el desarrollo de la defensa antibal¨ªstica puntual, y c) la asunci¨®n de una doctrina que prevea el lanzamiento de los misiles propios antes de que sean inutilizados por el adversario (launch on warning). La primera, se ha dicho, generar¨¢ problemas en materia de control de armamentos. La segunda requerir¨¢ la revisi¨®n del tratado ABM de 1972 (que algunos ya no descartan) y la tercera provocar¨¢ nuevas tensiones. No es inveros¨ªmil, pues, que la disuasi¨®n nuclear se vea socavada por toda esta evoluci¨®n.
El tema -extraordinariamente complejo de c¨®mo pueda afectar la revoluci¨®n tecnol¨®gica a la estabilidad de la disuasi¨®n depender¨¢, en consecuencia, de todo un complejo de factores, entre los cuales figuran:
1. La realidad y las percepciones sobre la fiabilidad de los nuevos sistemas que tengan ambas partes.
2. La complicaci¨®n que introduzcan los avances en materia de defensa antibal¨ªstica y antisat¨¦lite. En ning¨²n momento cabe pensar que el avance tecnol¨®gico sea, de por s¨ª, estabilizador. Y, como ha se?alado Strobe Talbott, si Estados Unidos progresa r¨¢pidamente hacia el despliegue de un sistema defensivo ultraperfeccionado, ello podr¨ªa inducir a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a asestar un primer golpe antes de que su propio arsenal resultase impotente y la dejara expuesta a merced de la estrategia norteamericana.
Reflexiones finales
Frente a la acumulaci¨®n monstruosa, racionalmente injustificable, de cabezas nucleares (hay m¨¢s de 50.000 de variado tama?o y capacidad destructiva), la seguridad no puede hoy alcanzarse contra alguien, sino s¨®lo en combinaci¨®n con la otra parte. M¨¢s armamento no genera m¨¢s seguridad, antes al contrario. La seguridad absoluta de un pa¨ªs puede provocar la inseguridad total de otros.Ahora bien, la producci¨®n (perm¨ªtaseme la terminolog¨ªa econ¨®mica) de seguridad s¨®lo puede realizarse sobre la base de negociaciones y de acuerdos conjuntos. No cabe descuidar todo esfuerzo en pos de conseguir una medida de control que canalice, limite y estabilice la pulsaci¨®n armamentista. Y se trata, no en ¨²ltimo t¨¦rmino, de aumentar la calculabilidad de la reacci¨®n ante situaciones de crisis.
Hay que desconfiar de que la implantaci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas -y en particular de algunas de las preconizadas por el presidente Reagan- pueda, por lo costoso de las mismas, desalentar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica en su empe?o de seguir un curso paralelo. En consecuencia, cabe prever un est¨ªmulo intenso a la carrera de armamentos. La historia muestra que la sociedad rusa no ha vacilado en dedicar a la defensa porcentajes extraordinariamente elevados del presupuesto nacional. Seg¨²n D. R. Jones y Carl Jacobsen, a finales del siglo XVIII se destinaba a ello en torno al 50% del gasto p¨²blico. De 1710 a 1715, la cifra lleg¨® al 80%. De 1730 a 1860, la norma fue un 40%-46%, y todav¨ªa en 1911 se alcanz¨® esta cota. Quiz¨¢ sea cierto que la sociedad sovi¨¦tica contempor¨¢nea no acepte f¨¢cilmente estos porcentajes, pero si el gasto de defensa norteamericano se dispara (y ello se percibe como amenaza en el Este) no es dif¨ªcil predecir la vuelta a aquellas pr¨¢cticas. La caja de la Pandora b¨¦lica no est¨¢ abierta del todo. En los pr¨®ximos a?os puede que ya no sea posible cerrarla.
N. B.: No me resisto a recomendar la lectura de la obra de Sheila Tobias, Peter Goudinoff, Stefan Leader y Shelali Leader What kind of guns are they buying for your butter? A beginner?s guide to defense, weaponry, and military spending. William Morrow, Nueva York, 1982.
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