Las ¨²ltimas batallas
La etapa de ayer, al fin, s¨ª fue de transici¨®n. Al Reynolds, equipo del l¨ªder, no le pudo ir mejor la jornada. Se acerc¨® m¨¢s al ¨¦xito absoluto de Gorospe en un d¨ªa especialmente temido y peligroso, y adem¨¢s, gan¨® de forma inesperada en la meta. Pudo controlar la carrera, pero fue muy ayudado por el viento de cara, freno siempre clave en cualquier intento de romper un, gran pelot¨®n. El retraso sobre el horario previsto fue sintom¨¢tico. En caso de haber soplado de costado es posible que Hinault no hubiese desaprovechado la oportunidad de sorprender otra vez a sus rivales. Hoy, ma?ana y pasado, quiz¨¢ sea tarde, aunque las ¨²ltimas batallas parecen seguras.Mientras tanto, sigue su tensi¨®n. El incidente con el muchacho en la salida ayer, as¨ª lo atestigua. Sin justificar en ning¨²n caso un mal modo, ni su mal humor por la oposici¨®n que ha encontrado, un odio al franc¨¦s exagerado, cabe hacer una serie de precisiones sobre las acciones hechas a los ciclistas. Una palmada, aunque sea con todo el cari?o, puede resultar perjudicial, al margen ya de la suceptibilidad reinante y que se puede dar de una forma y entender de otra. No pocos ciclistas, atados como van con los calapi¨¦s cerrados, han sufrido ca¨ªdas tontas y lamentables, cuando es absurdo perder el equilibrio as¨ª y no al jugarse la vida bajando un puerto a 90 kil¨®metros por hora. Es un ejemplo parecido al de los aguadores, que no refrescan al pobre ciclista sudoroso, sino que le dejan helado y le cortan el ritmo, cuando no le provocan un principio de enfriamiento. Hay cari?os que matan y en el ciclismo moderno, donde casi todo se puede prever, ya no hay gigantes de la ruta con los tubulares al hombro y que necesitaban hasta la generosidad de los aficionados.
La sorpresa de ayer fue el triunfo de un escalador en una jornada llana. Pero s¨®lo fue relativa. La llegada ten¨ªa un falso llano, ideal para un sprinter de minimonta?a, lo que es, en realidad, Lagu¨ªa. Adem¨¢s, su astucia al saltar antes de que se planteara el sprint entre los especialistas como Saronni o Deraerden, se vio favorecida por el eterno miedo de los velocistas a ser sorprendidos en el demarrage decisivo. Los tres modestos escapados, por ejemplo, dejaron pr¨¢cticamente de pedalear esperando que uno no se aprovechara de la rueda del otro. En ciclismo, la estela de un corredor que salte de un grupo es como un camino abierto a seguir. La conocida frase chupar rueda es bien clara. Un corredor detr¨¢s de otro lleva marcado el ritmo, va protegido del viento y puede atacar cuando menos lo espere su rival. Pero esperar demasiado puede beneficiar a terceros.
De esta t¨¢ctica, en pista, existen ejemplos tan significativos como el llamado surplace, equilibrio de los dos o tres participantes en la prueba de velocidad sobre 200 metros. El corredor que sale delante, por sorteo, para las primeras vueltas -s¨®lo se cronometran los ¨²ltimos dos hect¨®metros- trata de ir al ritmo m¨¢s lento posible para que le pasen los restantes y poder controlar as¨ª sus ataques s¨²bitos. El surplace supone quedarse completamente parado hasta ver qui¨¦n resiste m¨¢s. Ahora est¨¢ limitado, pero se han dado casos de m¨¢s de una hora de espera, entre la desesperaci¨®n de los espectadores, pues la prueba en s¨ª se decide entre los 11 y los 12 segundos ¨²nicamente.
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