La inquisici¨®n nazi
Hace 50 a?os se desarroll¨® la mayor quema de libros en Alemania. 1.900 autores tuvieron que exiliarse y algunos otros sufrieron torturas
Aunque en la historia de casi todos los pa¨ªses hubo alguna vez persecuciones y expulsiones de minor¨ªas, nunca hasta entonces se hab¨ªa dado el hecho de que la casi totalidad de los representantes de las artes y de las ciencias tuviesen que abandonar su patria, como sucedi¨® en Alemania en 1933. La cifra exacta a¨²n queda por determinar, pero Werner Sterrifeld y Eva Tiedemann incluyen en su biobibliograf¨ªa sobre el exilio a unos 1.900 autores de lengua alemana.Quiz¨¢ fuese el hecho de haber comprendido muy pronto el papel de la fuerza social de la cultura el ¨²nico rasgo inteligente que mostr¨® el nacionalsocialismo. Se dieron cuenta de que ten¨ªan que acapararla inmediatamente y ponerla al servicio de sus intenciones.
El odio por todo tipo de manifestaci¨®n intelectual no era nuevo ni hab¨ªa nacido con la toma del poder. Ya Hitler hab¨ªa escrito en Mein Kampf. "No quiero intelectuales". En marzo de 1930, los doce diputados nacionalsocialistas hab¨ªan presentado ante el Parlamento un proyecto de ley "para la protecci¨®n de la naci¨®n". Con ¨¦l se trataba de proteger a la naci¨®n alemana de los traidores. Traidores eran, por supuesto, todos los que se negaban a cumplir el servicio militar y los que sosten¨ªan la culpabilidad alemana en la primera guerra mundial. Daba la casualidad de que casi todos estos traidores eran intelectuales. Y cuando ese mismo a?o se estren¨® la pel¨ªcula Im Westen nichts Neues (Sin novedad en el frente), seg¨²n la novela de E. M. Remarque, militantes del NSDAP soltaron ratones blancos en la sala, causando el p¨¢nico entre los espectadores. Naturalmente, la que fue prohibida fue la pel¨ªcula, por alteraci¨®n del orden, y no el partido nazi.
La existencia de listas negras tambi¨¦n era anterior al 30 de enero de 1933. Una de ellas apareci¨®, por primera vez, en un n¨²mero del mes de agosto de 1932 del V?lkischer Beobachter, peri¨®dico de tendencia fascista, e inclu¨ªa a doce autores que no podr¨ªan publicar en caso de que el partido de Hitler llegase al poder. Todo estaba perfectamente planeado, y lo ¨²nico que se hizo despu¨¦s del 30 de enero fue pasar a la acci¨®n concreta.
'Censura positiva'
Consecuentemente, una de las primeras cosas que hizo el nuevo Gobierno fue establecer una censura positiva como arma eficaz en la lucha contra la desmoralizaci¨®n imperante hasta entonces. De febrero de 1933 data el decreto Zum Schutz von Volk und Staat (para la protecci¨®n del pueblo y del Estado). En marzo se crea el Ministerio de Propaganda, que ser¨¢ el que canalizar¨¢ todas las acciones en contra del esp¨ªritu antialem¨¢n.
El punto culminante de estas acciones se realizar¨ªa en la noche del 10 de mayo, y no fue, como se ha cre¨ªdo hasta ahora, un acto espont¨¢neo, sino perfectamente calculado y planeado. Tampoco fue una acci¨®n encargada desde arriba, desde el ministerio, sino que la ¨²nica responsable fue la Deutsche Studentenschaft (la Federaci¨®n Alemana de Estudiantes Universitarios). As¨ª lo afirma el especialista en temas legales H. W. Str?tz en su aportaci¨®n a una antolog¨ªa sobre la quema de libros y sus consecuencias que acaba de aparecer en la RFA. Se basa para ello en los datos encontrados en los archivos de la Universidad de W¨¹rzburg.
Lo que s¨ª parece que hizo Goebbels, poco despu¨¦s de tomar posesi¨®n de su cargo, fue ordenar inmediatamente que todas las bibliotecas p¨²blicas seleccionasen los libros de ideolog¨ªa jud¨ªa y marxista para su posterior incineraci¨®n. El 26 de abril aparecer¨ªa en la Berliner Nachtausgabe la lista de libros a quemar. Pero todo ello dentro del marco de una serie de actividades organizadas por la Federaci¨®n de Estudiantes para la ilustraci¨®n del pueblo alem¨¢n y la limpieza de su cultura.
Escribir en hebreo
Otra de estas acciones fue la publicaci¨®n el 13 de abril, en Berl¨ªn, de las Doce tesis en contra del espiritu antialem¨¢n. La n¨²mero 7, por ejemplo, dice: "Queremos considerar al jud¨ªo como extranjero y queremos tomar en serio el concepto de nacionalidad. Por ello exigimos de la censura que las obras jud¨ªas tengan que aparecer en hebreo. Si aparecen en alem¨¢n, hay que calificarlas de traducciones. Que se tomen en¨¦rgicas medidas contra el mal uso de la escritura alemana. La escritura alemana s¨®lo est¨¢ a disposici¨®n de los alemanes. Que el esp¨ªritu antialem¨¢n sea eliminado de las bibliotecas p¨²blicas". Y as¨ª se hizo. Se crea ron comit¨¦s encargados de la limpieza no s¨®lo de bibliotecas p¨²blicas y privadas, sino tambi¨¦n del mismo profesorado universitario.
Los hechos de la noche del 10 de mayo fueron algo as¨ª como el broche final. En Berl¨ªn, Munich, Hamburgo, Franefort y otras ciudades universitarias, los comit¨¦s de acci¨®n en contra del esp¨ªritu antialem¨¢njprepararon la destrucci¨®n de toda la literatura indeseable en grandes hogueras. El acto era obligatorio para los estudiantes, y los elegidos tiraban los libros al fuego despu¨¦s de pronunciar una especie de sentencia. Tambi¨¦n alg¨²n que otro fan¨¢tico ciudadano aprovech¨® la ocasi¨®n para mostrar su af¨¢n de servicio echando al fuego libros procedentes de su biblioteca o de la de alg¨²n amigo, con lo que las acciones de limpieza consegu¨ªan su finalidad: llegar al pueblo y concienciarlo. J¨¹rgen Soenke escribir¨ªa en 1941, en un estudio sobre la censura de la ¨¦poca: "...el fuego de los estudiantes no representaba sino la eliminaci¨®n simb¨®lica de todas aquellas obras sucias y rastreras que deb¨ªan su existencia a una falta de conciencia y compromiso; por tanto, una limpieza necesaria".
Goebbels calific¨® a los libros quemados esa noche (libros que aparecer¨ªan en listas negras, revisadas y aumentadas peri¨®dicamente) de literatura pornogr¨¢fica. Literatura pornogr¨¢fica eran las obras de Heinrich Mann y Thomas Mann, de Sigmund Freud y Einstein, de Marx y Lenin, de Voltaire y Heine, de Romain Rolland y H. G. Wells, por citar s¨®lo a algunos. No s¨®lo fueron v¨ªctimas del fuego purificador autores contempor¨¢neos, sino tambi¨¦n los cl¨¢sicos desde la Ilustraci¨®n. Como dato curioso hay que mencionar lo que le sucedi¨® al escritor b¨¢varo Oskar Maria Graf. Sus libros no fueron quemados; los nazis incluso recomendaron la lectura de sus obras. El d¨ªa 12 de mayo de 1933, el ¨®rgano del Partido Socialista Austr¨ªaco, Arbeiterzeitung, publica en Viena su manifiesto ?Quemadme!- "Seg¨²n el Berliner B?rsencurier, estoy en la lista blanca de los escritores de la nueva Alemania, y todos mis libros, excepto Wir sind gefangene, son recomendados; ?estoy, por tanto, destinado a ser uno de los exponentes del nuevo esp¨ªritu alem¨¢n! In¨²tilmente me pregunto: ?Qu¨¦ he hecho para merecer tal deshonra?". Naturalmente, sus obras desaparecieron inmediatamente de esa lista blanca y en junio se priv¨® a Graf de su nacionalidad alemana.
Al igual que el resto de las acciones en contra del esp¨ªritu antialem¨¢n, la persecuci¨®n de intelectuales ya hab¨ªa sido iniciada con anterioridad. A principios de febrero hab¨ªan sido expulsados de la academia K?the Kollwitz y Heinrich Mann, despu¨¦s de haber hecho un llamamiento a los trabajadores alemanes para oponer resistencia al fascismo. Despu¨¦s del incendio del Reichstag -27 de febrero de 1933-, se hab¨ªan producido detenciones masivas. Entre los detenidos figuraban Ludwig Renn, Erich M¨¹sham, Egon Erwin Kisch y Carl von Ossietzky.
M¨¹sham ser¨ªa asesinado en 1934, en el campo de concentraci¨®n Oranienburg, por las SS. Ossietzky, redactor jefe de la prestigiosa Weltb¨¹hne -revista marcadamente pacifista, y antifascista, que gozaba del especial odio de los nazis-, morir¨ªa a consecuencia de las torturas a las que hab¨ªa sido sometido durante su estancia en un campo de concentraci¨®n, poco despu¨¦s de que, en 1936, le hubiese sido concedido el Premio Nobel de la Paz, premio que Hifler le hab¨ªa prohibido aceptar.
Las expulsiones de la academia siguieron. En marzo fueron expulsados Thomas Mann y Alfred D?blin. Despu¨¦s, Franz Werfel, Leorihard Frank y Bernhard Kellermann. Muchos se exiliaron, otros sucumbieron en c¨¢rceles o campos de concentraci¨®n y otros se suicidaron, como Ernst Toller, en 1939, en su exilio de Estados Unidos, y Walter Hasenclever, este ¨²ltimo en Francia, poco despu¨¦s de comenzar la guerra. Esta suerte no s¨®lo afect¨® a escritores, sino tambi¨¦n a actores, directores de teatro y cine, compositores, pintores, escultores, arquitectos, m¨¦dicos y cient¨ªficos. Sus puestos fueron ocupados en Alemania, en los doce a?os siguientes, por artistas y cient¨ªficos de segunda y tercera categor¨ªa, oportunistas deseosos de hacer carrera. Y aunque todav¨ªa no se sabe demasiado sobre el exilio, y mucho menos sobre el exilio interior, lo que s¨ª se puede decir es que en estos a?os la literatura alemana se escribi¨® fuera de las fronteras de Alemania.
?ste fue el triste resultado de la unificaci¨®n en el terreno cultural. Heinrich Heine, el exiliado alem¨¢n m¨¢s conocido del siglo XIX, ya hab¨ªa escrito: "All¨ª donde queman libros, quemar¨¢n, finalmente, tambi¨¦n a seres humanos".
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