LOS votos perdidos
LA COMPARACI?N entre las elecciones legislativas del 28-O y los comicios municipales del domingo se halla enturbiada por la distinta naturaleza de ambas consultas populares, por la popularidad personal de los candidatos locales y por los divergentes planteamientos de los partidos acerca de la significaci¨®n de las elecciones municipales.La experiencia de situar la consulta en un domingo, medida que deber¨ªa convertirse en norma inalterable de aqu¨ª en adelante, ha podido contribuir a la tibieza participativa y al aumento de la abstenci¨®n con respecto a las ¨²ltimas legislativas. Pero la clave de la menor asistencia a las ¨²ltimas habr¨ªa de buscarse, tambi¨¦n, en el distinto nivel en el que se instalan las decisiones de los ciudadanos cuando son llamados a renovar las Cortes Generales y los ayuntamientos.
En cualquier caso, y teniendo presentes las salvedades de rigor, ofrece indudable inter¨¦s comparar, en t¨¦rminos absolutos, la votaci¨®n obtenida por los partidos el 28-O y el 8-M. Hay que advertir que mientras los resultados de las elecciones generales fueron ya oficialmente proclamados por la Junta Electoral Central, los datos hasta ahora disponibles para las municipales son aproximados y est¨¢n sujetos a rectificaciones posteriores. Las imprecisiones o errores de los resultados a continuaci¨®n utilizados -procedentes de los c¨®mputos del Ministerio del Interior sobre el 97%. de las mesas escrutadas, extrapolados al total de votantes- no afectar¨¢n, sin embargo, significativamente al an¨¢lisis.
De acuerdo con el cotejo provisional, el PSOE ha pasado, de los 10.120.000 sufragios del 28-O a unos 7.700.000 votos el 8-M, con la p¨¦rdida de m¨¢s de, 2.000.000 de electores. ?D¨®nde han ido a parar esos sufragios prestados a los socialistas hace seis meses, seg¨²n la interpretaci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez? La ganancia de unos 600.000 votos del PCE da pie para conjeturar que el avance de los comunistas se habr¨ªa hecho a costa del PSOE, que deber¨ªa justificar todav¨ªa, sin embargo, la p¨¦rdida de los restantes sufragios (en torno a 1.800.000). La averiguaci¨®n del paradero de esos votos resultar¨ªa de enorme inter¨¦s tanto para confirmar si el bipartidismo es una tendencia irrefrenable en la vida pol¨ªtica espa?ola como para examinar la correcta fundamentaci¨®n del pron¨®stico que atribuye al liderazgo de Fraga un techo electoral imposible de rebasar.
La comparaci¨®n entre los resultados del 28-O y el 8-M muestra que Alianza Popular ha conservado en la pr¨¢ctica su porcentaje sobre el total (un 26,18% frente a un 25,87%), en contraste con la p¨¦rdida relativa del PSOE (un 48,40% frente a un 43,28%). Ahora bien, la coalici¨®n de Fraga ha sufrido tambi¨¦n una apreciable sangr¨ªa de votos en los comicios locales. Mientras Alianza Popular obtuvo 5.470.000 votos en las elecciones legislativas, sus sufragios en las municipales habr¨ªan descendido a 4.600.000 votos, lo que significar¨ªa la p¨¦rdida de 850.000 electores. Lejos, pues, de beneficiarse de las deserciones socialistas, Alianza Popular tiene que lamentar sus propios abandonos.
Esos votantes perdidos no agotan el saldo negativo. La tesis de la mayor¨ªa natural o de la gran derecha, propagada por Fraga desde mediados de la anterior legislatura, afirmaba la identidad de los electorados de UCD y AP, cuya convergencia era frustrada tan s¨®lo por las ambiciones de algunos dirigentes centristas. La comparencencia en solitario ante las urnas de UCD en las pasadas legislativas, donde obtuvo 1.500.000 votos, impidi¨®, seg¨²n esa teor¨ªa, que la derecha unida frenara el triunfo socialista. La liquidaci¨®n de UCD durante el pasado diciembre y la incorporaci¨®n de algunos de sus l¨ªderes a la coalici¨®n dirigida por Fraga exigir¨ªan, para validar la hip¨®tesis de la mayor¨ªa natural, haber atribuido la expectativa de esos sufragios -o de algunos de ellos- a Alianza Popular. En tal caso, la p¨¦rdida, en t¨¦rminos absolutos, de Fraga tendr¨ªa que sumar los 850.000 votos perdidos a su nombre con los 1.500.000 sufragios de UCD, totalizando, de esta forma, una cifra casi id¨¦ntica a la merma del PSOE.
Para complicar m¨¢s las cosas, los 600.000 votos obtenidos por el CDS el 28-O parecen haber quedado reducidos a unos 320.000, en tanto que los liberales de Garrigues habr¨ªan obtenido unos 140.000 sufragios. Resulta, as¨ª, que la mayor¨ªa de los antiguos votantes de la UCD de Lavilla y del CDS de Adolfo Su¨¢rez -que sumaron el 28-0 la nada despreciable cifra de 2.100.000 ciudadanos- habr¨ªan elegido el camino de la abstenci¨®n, al igual que 1.800.000 socialistas y 850.000 aliancistas. La bolsa de la abstenci¨®n parece recoger, en definitiva, a quienes no encontraron alicientes en las ofertas del PSOE, pero declinaron, al tiempo, cualquier invitaci¨®n a dar su apoyo a la coalici¨®n conservadora.
A diferencia de la frialdad de la campa?a socialista ante las elecciones del 8-M, Fraga ech¨® el resto durante las semanas precedentes a la consulta y trat¨® de convertir los comicios en una batalla pol¨ªtica de car¨¢cter global para poner contra las cuerdas al Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez mediante la cr¨ªtica de las medidas econ¨®micas, las reformas legales (en especial, la despenalizaci¨®n del aborto y la modificaci¨®n del C¨®digo Penal) y la estrategia internacional de la nueva mayor¨ªa socialista. De esta forma, el estancamiento relativo de Alianza Popular, la p¨¦rdida de 850.000 electores propios y su incapacidad para incorporar a los antiguos votantes de UCD convierte en algo verdaderamente preocupante para la derecha espa?ola la discreta suerte corrida por esta nueva Armada Invencible de nuestros d¨ªas tras una campa?a despilfarradora de millones y de esfuerzos. La derecha tiene que replantearse la tarea de articular una plataforma capaz de recoger los restos del naufragio centrista que prefieren votar al PSOE o refugiarse en la abstenci¨®n antes que rendir homenaje al proyecto conservador-autoritario de Alianza Popular. Pues est¨¢ visto que la nostalgia ya no es un programa para nadie, pero el pasado es siempre dif¨ªcil de olvidar en la pol¨ªtica.
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