La zorra y los bustos
Vino la zorra y, como suele ocurrir, ya tenemos alborotado el gallinero. ?Qui¨¦n se alborota y encrespa? Pues los bustos, que en esta Espa?a son los monolitos de la estatuaria nacional, bustos de Abc y de la fiscal¨ªa, los bustos de clero y tropa, tanto busto, mucho busto... Cabezas hermosas, pero sin sexo. Hay que hacer un esfuerzo por entender qu¨¦ es exactamente lo que ese coro p¨¦treo de medias unidades reprocha a la pobre zorrita. ?sta confes¨®, con el candor que presta la buena salud: "Me gusta ser una zorra". Y los conservadores se han indignado, me atrevo a suponer que ante tan descarado conformismo. Pues los conservadores, cuando est¨¢n en la oposici¨®n, no aguantan la menor muestra de conformismo: ?que a la zorra le gusta la marcha y est¨¢ tan contenta con su vulpina condici¨®n? Pues nada, duro con ella... Y sigue la zorra, en plena org¨ªa de sinceridad: "Prefiero masturbarme en mi cama que acostarme con alguien que me hable del ma?ana". La rima es un poco forzada, pero la idea pone aut¨¦nticamente el dedo en la llaga, y nunca mejor dicho. Sin embargo, a los bustos estas confidencias les empujan al borde del frenop¨¢tico: si al personal le da por masturbarse con tal de no soportar a alguien que hable del ma?ana (y del pasado... ma?ana, que tampoco es manco), adi¨®s divorcio, adi¨®s aborto y adi¨®s defensa de los valores occidentales. La zorra es doblemente subversiva: primero, por no estar a disgusto ahora que todos tenemos obligaci¨®n moral de estarlo; segundo, por dejar a la derecha sin cosas que prohibir ni fetos que reivindicar. Y todo esto, como quien dice, al d¨ªa siguiente de la visita del Papa, cuando ya la juventud sana dej¨® bien claro cu¨¢les son sus elevados anhelos y tranquiliz¨® as¨ª a sus mayores... Los bustos se estrepitan, y con raz¨®n: ?zorras, a Nicaragua! Tanto busto, mucho busto.Ahora bien, por mucha hipocres¨ªa que haya en el esc¨¢ndalo tambi¨¦n puede haberla, y no poca, en escandalizarse del esc¨¢ndalo. Pues resulta que el esc¨¢ndalo cumple una important¨ªsima funci¨®n social: quien no se haya escandalizado nunca que se tire la primera piedra. Dice Corominas que esc¨¢ndalo viene del griego sk¨¢ndalos, que significa "trampa u obst¨¢culo para hacer caer". La piedra del esc¨¢ndalo es aquella en la que cada cual tropieza, lo que nos hace caer y as¨ª nos desenmascara. Dime de que te escandalizas y te dir¨¦ qui¨¦n eres. Pues lo mismo que todos tenemos nuestro precio, tambi¨¦n tenemos nuestra piedra de esc¨¢ndalo, y, en cambio, muchas cosas que otros consideran escandalosas nos dejan perfectamente fr¨ªos. Apliquemos, por ejemplo, lo que podr¨ªamos lla mar "patr¨®n Abc" para medir la trascendencia de las cosas: seg¨²n ¨¦ste, nos escandalizar¨¢n las alegres o s¨®rdidas confesiones de las zorras, la homosexualidad de alg¨²n gobernador civil y el m¨¦to do seguido para expropiar los bienes de Rumasa; pero no, en cambio, el cinismo criminal de las dictaduras que entregan a la misericordia divina sus desapare cidos (?no dijo el inquisidor que "hay que matarlos a todos, pues Dios reconocer¨¢ a los suyos"?, ?y no recuerdan ustedes las cr¨®nicas del maestro Luis Calvo desde Chile cuando empez¨® el pinoche tazo?), ni tampoco la desfacha tez (que no es, por cierto, quitarse de encima lo facha) de quienes fueron c¨®mplices y entusiastas del franquismo en la Seguridad Social fraudulenta, en los ayuntamientos especuladores, en la Universidad patibularia, en la ense?anza media manipulada y ventajista, en la indecente, obscena y pornogr¨¢ ica represi¨®n de la disconformidad, pero ahora se presentan como adalides de la libertad frente al absolutismo de izquierdas. Claro que este patr¨®n de referencia no es el ¨²nico posible, y tampoco faltan otros, no menos significativos. El de quienes se llevan las manos a la cabeza cuando Reagan habla de Centroam¨¦rica, pero dicen que lo de Afganist¨¢n, Polonia o Camboya "es muy complejo y no puede censurarse a la ligera". Los que se indignan contra el trato dado a la oposici¨®n en Uruguay o El Salvador sin pedir la, ficha m¨¦dica o los antecedentes de cada uno de los represaliados, pero dudan de la coi-dura o la integridad de Solyenitsin o Valladares. Y tambi¨¦n quienes ante los "40 a?os de paz" escupieron con justa rabia que "tambi¨¦n hay paz en los cernenterios", pero ahora, si se les mencionan los retrasos de las medidas que podr¨ªan acabar con la tortura, o se les reprochan los premios a la traici¨®n, o los registros dudosamente constitucionales, responden que "una pol¨ªtica debe juzgarse por sus resultados". ?Har¨¢ falta prolongar a¨²n la lista, a?adir a quienes se horripilan ante las declaraciones de inocencia del teniente coronel del caso Almer¨ªa o de Ruiz-Mateos, pero ven en los secuestros terroristas una faceta de la lucha popular o aceptan que si un ni?o es v¨ªctima de una bomba el culpable es quien no la retir¨® a tiempo, y no quien la puso?
Personalmente, estoy, a favor de todas las zorras y contra todos los bustos, aunque ello me pese y de cuando en cuando se vuelva contra m¨ª. Padezco cuando me descubro escandalizado y disfruto cuando me s¨¦ escandalizador: ?ah, delicioso placer de ser simplee socialtraidor frente a los resentidos, los muermos o los filisteos reciclados! Pero, en ¨²ltimo t¨¦rmino, no nos hagamos ilusiones, pues todo es esc¨¢ndalo: esc¨¢ndalo la vida, con su estruendo y furia inexplicables en la tersura de la nada, y esc¨¢ndalo la muerte, el esc¨¢ndalo definitivo, de cuyo pasmo no habremos de recobrarnos jam¨¢s.
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