Miles de personas, en el funeral por las v¨ªctimas del accidente de Galdacano
El lendakari Carlos Garaikoetxea y otras autoridades participaron ayer, junto a miles de personas, en el funeral celebrado ayer en Gald¨¢cano en memoria de las v¨ªctimas de la explosi¨®n ocurrida el pasado lunes en la f¨¢brica de Explosivos R¨ªo Tinto. El comit¨¦ representativo de los trabajadores espera hoy la firma de un compromiso en materia de seguridad por parte de la empresa, que se declara dispuesta a incrementar las medidas en este campo y asegura que actualmente "cumplimos por encima de los requisitos exigidos legalmente", seg¨²n sus portavoces.
Familiares y compa?eros de los tres trabajadores muertos y de los cuatro desaparecidos, a los que se supone tambi¨¦n v¨ªctimas mortales de la cat¨¢strofe, se apretaban en la iglesia de Gald¨¢cano para expresar, otra vez, su dolor ante las nuevas v¨ªctimas de la dinamita. Porque es as¨ª como se conoce en el pueblo de Gald¨¢cano a la factor¨ªa de Explosivos R¨ªo Tinto, la principal industria de la localidad, en la que conviven 20.000 vecinos, entre nativos e inmigrantes.Carlos Fern¨¢ndez, de 30 a?os, uno de los cuatro trabajadores desaparecidos en la tragedia del lunes, lleg¨® a Gald¨¢cano, de ni?o, con su familia, procedente de Palencia. "Empez¨® a trabajar un poco antes de que ocurriera la explosi¨®n de 1974, en la que hubo 22 muertos. A ra¨ªz de aquello, quiso dejar la f¨¢brica, pero le dijeron que se quedara, que hac¨ªa falta. Despu¨¦s hubo un incendio en la f¨¢brica y all¨ª estuvo ¨¦l. Todav¨ªa est¨¢ en casa el diploma que le di¨® la empresa por su comportamiento en aquella ocasi¨®n.
Y ahora, a la tercera ha sido la vencida", declara su hermano Indalecio, dos a?os m¨¢s joven que ¨¦l, que trabaja de portero en un centro hospitalario de Bilbao.
Los familiares, sin esperanza
Al cabo de tres d¨ªas, Indalecio Fern¨¢ndez, como el resto de los familiares de los trabajadores a los que se considera desaparecidos, desisten ya de encontrar alguna prueba f¨ªsica de que su hermano y el resto de sus compa?eros se encontraban en el lugar de la elaboraci¨®n y manipulaci¨®n de explosivos donde ocurri¨® el accidente. "Nuestras esperanzas han ido desapareciendo. A m¨ª me hab¨ªan dicho que hab¨ªan encontrado un pantal¨®n de mi hermano, pero fu¨ª al lugar de la explosi¨®n y la prenda estaba en el ropero. De ¨¦l y de sus compa?eros no encontramos ning¨²n resto", afirma Indalecio Fern¨¢ndez.Sobre el accidente dice que "ya no hay remedio, pero lo que no puede pasar ahora es que la empresa afirme que el accidente sea consecuencia de la negligencia de los trabajadores", a?ade.
Los testimonios humanos son, sin embargo, determinantes. "Carlos Fern¨¢ndez hab¨ªa entrado conmigo en la f¨¢brica en el turno de las seis de la ma?ana. Est¨¢bamos en la secci¨®n de embalaje de explosivos, pero le llamaron para que acudiera al departamento donde se elaboraban los explosivos, al que acudi¨® sobre las ocho de la ma?ana. ?l era un experto en explosivos, y se qued¨® all¨ª porque hab¨ªa faltado uno de los trabajadores del equipo", afirma Juan Rubio, un cacere?o de 45 a?os que lleva quince en la empresa "donde he recorrido muchos puestos".
Juan Rubio estuvo un largo tiempo en la porter¨ªa de la factor¨ªa y es ah¨ª donde ahora vigila de cerca el coche de su compa?ero desaparecido.
Un Seat Ritmo, de color rojo, que se encuentra solitario a la entrada de la f¨¢brica, y con el que su propietario se dirig¨ªa al trabajo desde su domicilio habitual en la poblaci¨®n vecina de Basauri, "donde sol¨ªamos jugar nuestras partidas de cartas".
"Cuando hay un accidente nunca llegan a conocerse las causas exactas. Esta es la contribuci¨®n especial a nuestro trabajo, porque todo lo que se hace aqu¨ª explota, y el resto no sirve", comentan en un grupo de trabajadores antes de dar comienzo a la asamblea.
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