Error hist¨®rico sobre la Universidad
He cometido un error hist¨®rico, hemos cometido un herror hist¨®rico. El equipo ministerial acaba de dejarlo bien sentado con su proyecto de ley de reforma universitaria.Al menos en algunos casos, diversos miembros de ese equipo participaron, conmigo y con muchos otros, en ese error. Quiz¨¢ por ello es mayor la radicalidad de su arrepentimiento y firman ese proyecto como oferta de expiaci¨®n. Pretend¨ªamos aminorar, con vistas a eliminar, la jerarquizaci¨®n universitaria, y para ello defendimos que todos eran iguales, que las categor¨ªas administrativas no son categor¨ªas cient¨ªficas y que no se es mejor docente o investigador en funci¨®n del n¨²mero de registro personal, sino, precisamente, en atenci¨®n a la calidad docente e investigadora. En algunas universidades, esta pretensi¨®n -que tuvo costes elevados- alcanz¨® ciertos niveles de efectividad. Por ejemplo, en la U. A. M. los profesores obtuvieron representaci¨®n en el claustro en atenci¨®n a su condici¨®n de doctores o no doctores, superando (?) la vieja estamentalizaci¨®n/compartimentaci¨®n numerarios/no numerarios o catedr¨¢ticos/adjuntos/encargados/ ayudantes.
Fue nuestro prop¨®sito democratizar la vida universitaria, lograr que en los departamentos -base de la actividad cient¨ªfica, docente e investigadora, que constituye esa vida, cuando existe- participaran los estudiantes y los profesores. No dir¨¦ que lo hab¨ªamos logrado todo, pero en algunas partes, cuando menos, se hab¨ªa logrado algo e incluso, me atrever¨¦ a decirlo, parec¨ªa que est¨¢bamos en v¨ªas de lograrlo m¨¢s y m¨¢s intensamente. Por lo pronto, los directores de departamento deb¨ªan ser elegidos por los miembros del mismo, y pod¨ªa ser elegido cualquiera de sus profesores, no necesariamente un catedr¨¢tico, no necesariamente un funcionario. Bien es verdad que la ley, una ley obsoleta casi en el momento de nacer, que s¨®lo la fuerza de las cosas -y muchas veces la pura y simple violencia- hab¨ªa impuesto, iba por detr¨¢s de todo eso, incluso procuraba cercenarlo. Que no lo lograse, y en algunos sitios no lo lograba, era cuesti¨®n de fuerza pol¨ªtica.
Otro tanto sucedi¨® con cargos directivos de m¨¢s alto rango, decanos por ejemplo. Se buscaron l¨ªneas sinuosas, alegales, que no ilegales, para imponer una voluntad pol¨ªtica a la obsolescencia jur¨ªdica. Tambi¨¦n aqu¨ª fueron grandes los costos, pero los resultados, si no alcanzaban ajustificarlos pleriamente, eran al menos -y s¨®lo en algunos casos, ser¨¦ realista- gratificantes.
Est¨¢bamos equivocados, estaba equivocado. El equipo ministerial me lo dice claramente, taxativamente: el director del departamento ser¨¢ catedr¨¢tico, tambi¨¦n el rector; el decano ser¨¢, por lo menos, funcionario..., tal como se desprende literalmente del proyecto de ley. Y los directores de departamento tendr¨¢n representaci¨®n en las juntas de gobierno, que, entre otras cosas, fijar¨¢n las plantillas de las universidades. Y los decanos ser¨¢n elegidos por las juntas de facultad, que no, como hasta ahora, por la facultad misma... Cinco meses y medio ha sido el tiempo necesario para tomar conciencia del error hist¨®rico.
Paralelamente, ?ten¨ªamos tambi¨¦n instintos m¨¢s bajos!, est¨¢bamos preocupados por nuestra estabilidad laboral. Dif¨ªcilmente aceptar¨¢ un trabajador que lo normal es poder ser despedido en cualquier momento por necesidades del servicio, tal como figuraba, y figura, en los contratos..., sin indemnizaci¨®n, sin seguro de desempleo, tampoco con derecho a recurso ante la jurisdicci¨®n laboral. Y dif¨ªcilmente aceptar¨¢ que no existan trienios, que los salarios sean diferentes, y m¨¢s bajos, aunque el trabajo es
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el mismo, que la responsabilidad, la posibilidad de control del propio trabajo, etc¨¦tera, fuera menor, a veces casi irrelevante, cuando no completamente nula.
Pero la Universidad necesitaba mano de obra barata, hab¨ªa que atender a los muchos alumnos que el desarrollo enviaba. Hab¨ªa que darles clase..., nada de investigaci¨®n, s¨®lo clases, cuantas m¨¢s mejor. Todav¨ªa recuerdo las protestas que suscit¨® aquella figura del profesor encargado de curso dedicado a dar clases para levantar una Universidad convertida en academia. Sobrevivir era su posibilidad, casi la ¨²nica. Y por eso se luch¨® por una contrataci¨®n digna, laboral, por una estabilidad en el trabajo, por una posibilidad de promoci¨®n que empezaba muchas veces en niveles bien miserables: el de los salarios..., pero es que los salarios eran bien miserables.
Pues bien, est¨¢bamos equivocados, estaba equivocado. Para mejorar la Universidad, cambiarla, lo mejor es convertir a todos en funcionarios y establecer lo vitalicio como norma, pero como todos los que trabajan en la Universidad no pueden serlo, deber¨¢n demostrar que... son capaces de hacer lo que llevan a?os haciendo, y as¨ª poder desprenderse de una parte.
En otras palabras: la estabilidad no era una buena reivindicaci¨®n puesto que la inestabilidad es lo que se propone a gran parte del colectivo: que prepare antes de 1987 esa nueva oposici¨®n para una plaza que convocar¨¢ -o no- una Universidad. Si no la convoca, o si no tiene la suerte (?) de sacarla, entonces dispondr¨¢ de dos a?os de seguro de desempleo: se me dir¨¢ que algo es algo.
Hay algunas cosas que echo de menos en este proyecto, otras de m¨¢s. Nada se dice, cosa bien sencilla hubiera sido ponerlo, de la representaci¨®n del profesorado o de los estudiantes en la junta de gobierno de la Universidad, s¨®lo alusiones vagas que dejan para la lucha pol¨ªtica efectiva en cada Universidad la soluci¨®n..., en cambio -?qu¨¦ diferencia de tratamiento!-, la lucha por la direcci¨®n de los departamentos o por la representaci¨®n de sus directores en junta de gobierno, no tendr¨¢ por qu¨¦ llevarse a cabo: est¨¢ legislada.
Hemos cometido un error hist¨®rico, ahora lo veo bien. Intentamos quitarle la Universidad a quien la ten¨ªa -caricatura de Universidad, es cierto, pero Universidad al fin y al cabo- y ahora ha llegado el momento de devolv¨¦rsela. El equipo ministerial es el encargado de consumarlo.
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