Cuando los alemanes emigraban a Espa?a
En Sierra Morena todav¨ªa perviven los apellidos de los emigrantes extranjeros que la colonizaron
Pepi Scheroff Scheroff, diecinueve a?os en la actualidad, ha sido miss Carolina y miss Ja¨¦n. Nacida en Las Navas de Tolosa, esta guapa jiennense, te?ida de rubio, m¨¢s podr¨ªa parecer, por sus apellidos, descendiente del correo del zar de todas las Rusias que hija de un andaluz cetrino de verde oliva nacido en esta tierra andaluza del ronqu¨ªo, coraz¨®n del Santo Reino.Pero Pepi no es un caso ex¨®tico en casi una veintena de pueblos y peque?as aldehuelas que se alinean a una y otra margen del desfiladero de Despe?aperros. Otros apellidos alemanes, belgas, valones, franceses, italianos, etc¨¦tera, m¨¢s los de origen gallego y catal¨¢n son normales y corrientes entre sus habitantes.
La Reconquista de Espa?a' se llev¨® a cabo en cuatro grandes fases, la ¨²ltima de las cuales correspondi¨® a la actual Andaluc¨ªa. Pero ya antes de acometerse la misma se produjo un inmenso vac¨ªo poblacional entre la zona cristiana y la, musulmana. Esa frontera, esa tierra de nadie, tiene un nombre bien definido: Sierra Morena.
Un poco de historia
El paso de Despe?aperros no es el m¨¢s antiguo de los que cruzan la cordillera. Comenz¨® a tener importancia solamente a partir del siglo XVIII, y antes de su apertura, el camino real de Madrid a Andaluc¨ªa pasaba por el valle de Alcudia, donde pueden encontrarse todav¨ªa algunas de las famosas ventas que lo jalonaban, como la del Zarzoso, la de la In¨¦s, la de la Divina Pastora y otras. Pero, desde el siglo XVIII, la decadencia y abandono de los dem¨¢s caminos ha convertido a Despe?aperros en algo as¨ª como el s¨ªmbolo de las diferencias que separan a Andaluc¨ªa del resto de Espa?a. "De Despe?aperros p'arriba", "de Despe?aperros p'abajo". Despu¨¦s de la batalla de Las Navas de Tolosa, en la puerta misma del estrecho desfiladero de Despe?aperros, en el a?o 1212, se derrumba el poder¨ªo ¨¢rabe y la conquista del valle del Guadalquivir se precipita. Los conquistadores caen a racimos sobre las f¨¦rtiles vegas y campi?as. Mas la tierra de nadie segu¨ªa siendo una zona despoblada. Pasan los siglos. Los puertos de Sevilla y C¨¢ diz se convierten en los principales receptores de las riquezas de In dias, de las tierras descubiertas por Col¨®n. Espa?a, entre la emigraci¨®n a Am¨¦rica, las pestes (m¨¢s de medio mill¨®n de personas se llev¨® la de 1599-1603) y las guerras, se, encuentra ralamente poblada. Todo el siglo XVII se pasa en vanos intentos de colonizar extensas zonas de la naci¨®n. Ser¨¢n Carlos III y los hombres de la Ilustraci¨®n quienes acometan la obra. Este poblamiento se har¨ªa a base, sobre todo, de extranjeros.
Estamos en el a?o 1761. Se ordena la construcci¨®n de la carretera general Madrid-C¨¢diz, que hoy conserva pr¨¢cticamente el mismo trazado, pasando por el embudo de Despe?aperros. Esa decisi¨®n de acometer la construcci¨®n de la carretera fue el motor de arranqu para colonizar esas tierras, asen tando en ellas lo que se conocer¨ªa como nuevas poblaciones de Sierra Morena y Andaluc¨ªa, que, en su mayor¨ªa, se concentraron en el tramo de cincuenta kil¨®metros que media entre el comienzo de Des pe?aperros y Bail¨¦n, donde entonces s¨®lo exist¨ªa un convento de carmelitas, Las Pe?uelas, dond hab¨ªa vivido san Juan de la Cruz doscientos a?os antes. El 5 de julio de 1767 se public¨® el Fuero de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, cuyo art¨ªculo 32 reza as¨ª: "Cuidar¨¢ mucho el superintendente, entre las dem¨¢s calidades, de que las. nuevas poblaciones est¨¦n sobre los caminos reales o inmediatamente a ellos, as¨ª por la mayor facilidad que tendr¨¢n en despachar sus frutos como por la utilidad de que est¨¦ri acompa?ados y sirvan de abrigo contra los malhechores o salteadores p¨²blicos". Cuando nacieron las nuevas colonias, la densidad de poblaci¨®n en Sierra Morena era de 18 habitantes por kil¨®metro cuadrado. En la inmensa superficie poblada de bosques y jarales hab¨ªa tan s¨®lo unas pocas ventas, cuyos due?os -unos por miedo y otros por conveniencia- amparaban a los bandoleros o -as¨ª fue en muchos casos- eran los cabecillas de los mismos. La colonizaci¨®n no acab¨® con el bandidaje, eso es lo cierto, pero s¨ª dio seguridad al tr¨¢nsito por la carretera general.
Ideas y anejos
Dos a?os despu¨¦s de firmarse el decreto para construir las Nuevas Poblaciones ya hab¨ªa construidos dieciocho establecimientos -aldeas, feligres¨ªas y anejos- poblados por 1.535 familias, de ellas 248 espa?olas (principalmente catalanes y gallegos). En total, una poblaci¨®n de 6.585 personas. A finales de ese a?o de 1769 termina la admisi¨®n de colonos extranjeros y, al parecer -los datos no son absolutamente fidedignos-, las nuevas aldeas contaban con 1.585 familias, de ellas 255 espa?olas, que sumaban cerca de 6.700 personas repartidas en doce pueblos y treinta aldeas o anejos, con 1.500 edificios y m¨¢s de catorce leguas de caminos que las intercomunicaban. Recibieron el nombre de Nuevas Poblaciones de Sierra Morena La Carolina, con sus aldeas de Fernandina e Isabela, Navas de Tolosa, Ocho Casas y Vista Alegre. Carboneros, con sus anejos de Acebuchar, Los Cuellos, La Escol¨¢stica y La Mesa. Guarrom¨¢n, con sus aldeas de El Altico, Mart¨ªn Malo, Los R¨ªos y Rumblar. Santa Elena, con las aldeas de Las Correderas, La Aliseda, El Portazgo, Miranda del Rey y Venta Nueva. Arquillos el Nuevo, con su aldea del Perrosillo y el caser¨ªo de Arquillos el Viejo. Montiz¨®n, con las
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de Aldeahermosa y Venta de los Santos. Aldeaquemada, con los n¨²cleos de Buenos Aires, Santa Cruz y Concepci¨®n de Almuradiel.
Quien conozca la carretera nacional a Andaluc¨ªa o consulte un mapa de hoy, podr¨¢ ver que Santa Elena, La Carolina, Las Navas de Tolosa, Carboneros y Guarrom¨¢n se encuentran sobre ella y muy pr¨®ximas, y a¨²n subsisten -la mayor¨ªa deshabitadas o con escasa gente- bastantes de las aldeas que acabamos de enumerar. Otras han desaparecido.
No saben, no contestan
La mayor¨ªa de las gentes con quienes conversamos y que llevaban apellidos extranjeros de los antiguos pobladores no parecieron ni extra?arse ni dar importancia al hecho de llevar un apellido ex¨®tico.
As¨ª, Feter, de antepasados alemanes, alguacil de Aldeaquemada, nos acompa?¨® junto con Te¨®filo Masdemont, de or¨ªgenes francocatalanes, al cementerio, donde nos se?alaron las tumbas de sus antepasados y otras con nombres en sus l¨¢pidas de inconfundible ascendencia extranjera, pero sin dar m¨¢s importancia al tema. Masdemont dec¨ªa: "Yo estuve veinte a?os de emigrante en Catalu?a, y all¨ª me dijeron que mis antepasados eran de Gerona. Les hac¨ªa gracia que llevara un apellido catal¨¢n y que hablara andaluz cerrado".
Carmelo Mas Wiztez, mientras ve¨ªa una pel¨ªcula de La Conquista del Oeste, parec¨ªa indiferente a nuestra conversaci¨®n admirando la gesta de los extranjeros que colonizaron el Far-West y ajeno a que sus antepasados hab¨ªan llevado a cabo una gesta parecida.
Otros ignoran de d¨®nde proviene su apellido: no saben si sus antepasados eran alemanes, franceses o de otro lugar. As¨ª, el recepcionista de un conocido hotel de La Carolina apellidado Ming (!). Desde luego, escrito as¨ª y as¨ª pronunciado, parece de origen oriental, pero lo cierto es que aqu¨ª no vino persona alguna de aquella procedencia.
No todos son indiferentes a sus ancestros. As¨ª, un ferretero de La Carolina -que lleva ya en cuarto lugar de sus apellidos el de Ahuffinger y que est¨¢ casado con una Mayer-, nos mostr¨® mecanografiado su ¨¢rbol geneal¨®gico y el de su mujer desde el a?o 1772, es decir, desde los primeros a?os de la colonizaci¨®n.
Josefa Ruiz Sheroff se muestra sumamente desconfiada por nuestras preguntas. Trabaja como mujer de la limpieza en un establecimiento cercano a La Carolina. Nos habla de que en La Carolina existe un Instituto de Estudios Carolinenses.
Otra persona sin ascendencia extranjera nos explica que all¨ª realizan el ¨¢rbol geneal¨®gico de quienes tienen apellidos extranjeros.
Aunque a¨²n pervivan apellidos tales como Bayer, Liz, Waterman, Neff, Wizner, Wizneter, Masdemont, Feter, Lietor, Risoto, G¨¹iza, Kabel, Kraf, Zulat, Eismer, Kaiser, Kel, Saniger, Teklemayer, Paterman, etc¨¦tera, los primitivos pobladores extranjeros se han diluido de tal forma en la masa espa?ola, andaluza, que s¨®lo un investigador antrop¨®logo pudiera, al d¨ªa de hoy, encontrar alguna diferencia som¨¢tica o gen¨¦tica. Desde un punto de vista social nos encontramos ante el hecho de la total y absoluta absorci¨®n del primitivo n¨²cleo for¨¢neo. Quien busque vestigios que pudieran hablar de la pervivencia de una cultura diferente (o de vestigios de folklore, pala bras, usos o costumbres) quedar¨¢ defraudado.
Quiz¨¢ la explicaci¨®n m¨¢s racio nal de la r¨¢pida absorci¨®n de los colonos extranjeros la encontra mos en el hecho de que su propio gobernador, Pablo de Olavide, hizo caso omiso del fuero de las mismas, que prohib¨ªa la admisi¨®n de espa?oles a no ser en casos excepcionales, y fue admitiendo cada vez m¨¢s a familias hispanas. Asimismo desatendi¨® Olavide la orden de agrupar a los extranjeros por pueblos y aldeas distintas: atendiendo a su nacionalidad de origen: suizos, alemanes, saboyanos, flamencos, etc¨¦tera. Y, de tal forma, a los nueve a?os de iniciada la colonizaci¨®n, buena parte de los colonos eran de origen espa?ol, y las familias extranjeras no se encontraban agrupadas -lo que hubiera dificultado su absorci¨®n-, sino diluidas entre las hisp¨¢nicas.
La propiedad
Seg¨²n el fuero, a cada colono se le entregaban cincuenta fanegas de tierra (32,5 hect¨¢reas), as¨ª como derecho a una parte del regad¨ªo para huerta en cada lugar. Recib¨ªan adem¨¢s en los collados y laderas "alg¨²n plant¨ªo de ¨¢rboles y vi?as, y les quedar¨¢, libre en los valles y montes espacio para aprovechar sus pastos con sus vacas. ovejas, cabras y puercos, y lo mismo la le?a para los usos necesarios". Por otra parte, le eran entregados a cada familia "dos vacas, cinco ovejas, cinco cabras, cincoi gallinas y una puerca de parir".
Pero de aquel reparto de la tierra poco o nada queda. El latifundismo tambi¨¦n se ense?ore¨® de estas tierras, que ahora (fuera de los pueblos que se asientan sobre la carretera general) malviven sus escasos supervivientes de "las olivas y algo de ganado", como nos dec¨ªa un anciano, Jos¨¦ Garc¨ªa Hern¨¢ndez, en la aldehuela de Fernandina.
En el Ayuntamiento de La Carolina se pueden admirar los retratos, colgados en el Sal¨®n de Sesiones, de los dos personajes principales de la colonizaci¨®n de Sierra Morena: el del aventurero b¨¢varo el bar¨®n de Th¨¹rriegel -que fue el encargado de reclutar a los colonos extranjeros-, y el del ilustrado Pedro de Olavide, que luego fue acusado por la Inquisici¨®n de hereje al ser denunciado por un capuchino llegado a Espa?a con los primeros colonos alemanes: fray Romualdo de Friburgo lo denunci¨® a la Inquisici¨®n, que le someti¨® a un oprobioso proceso bajo la acusaci¨®n de herej¨ªa. Todo ello debido a que, desde sus inicios, los sectores m¨¢s reaccionarios de la sociedad espa?ola se opusieron al proyecto llevado a cabo bajo Carlos III de repoblar, estas tierras.
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