La 'batalla del Etna'
Por vez primera desde hace un mill¨®n de a?os, el hombre ha logrado desviar, parcialmente un torrente de lava
Por las noches, desde Catania, la boca del volc¨¢n, en lo alto, a unos 2.700 metros de altura en esta ocasi¨®n (el cr¨¢ter central est¨¢ a 3.350), se asemeja a una chimenea en la que ardiesen las ¨²ltimas brasas de la velada. Los viejos sicilianos de Belpasso, Nicolossi y Ralganza (los tres pueblos que est¨¢n situados en la misma falda del Etna), y que ya han vivido las erupciones de 1923, de 1928, de 1951, de 1971, de 1979, de 1981 y de 1983, le llaman la pipa del abuelo. Se han acostumbrado de tal forma a la presencia del volc¨¢n, le desconocen, le temen, le respetan y le quieren, todo al mismo tiempo, que ser¨ªan incapaces de explicarse sus propias existencias sin la presencia de la m¨ªtica monta?a.Para muchos de ellos no s¨®lo es una forma de vida (por los m¨²ltiples beneficios que deja el turismo en estos tres pueblos peque?os, que no rebasan entre todos los 25.000 habitantes), sino que es el alter ego de su propia identidad. Aunque a la hora de la verdad son los propios sicillanos los primeros que invocan a Santa ?gata, la patrona de Catania, cuando el r¨ªo de lava desciende amenazante hasta los confines de sus propios paeses o t¨¦rminos municipales. Dice la tradici¨®n, y los sicilianos de esta zona cercana al Etna tienen siempre el dato a mano (tantas veces han echado mano de ¨¦l), que Santa ?gata logr¨® detener la gran erupci¨®n de 1886 desplegando uno de sus velos. Para los viejos depositarios de las leyendas del primer volc¨¢n del mundo, el Etna, que arras¨® Catania en 1669, cuando la ciudad ten¨ªa s¨®lo 27.000 habitantes (hoy tiene 700.000) el Etna, que en 1917 lleg¨® a formar una fuente incandescente de 800 metros de alto, al fin de cuentas, nunca ha sido siempre negativo: una vez la lava impidi¨® la invasi¨®n de Sicilia por los cartagineses.
Por eso, Giancarlo Rossi, de 83 a?os, o Giulio Ricci, de 79, no entienden por qu¨¦ hay personas (los vulcan¨®logos) que traen m¨¢quinas y ponen bombas para reventarle el vientre al volc¨¢n. Lo mejor, dicen, es dejar al Etna en paz. Tras el fracaso relativo de la batalla del Etna, Rossi y Ricci opinan que es la venganza del volc¨¢n contra la agresi¨®n de la ciencia.
La otra cara de la moneda eran, entre otros, los llamados magos de la vulcanolog¨ªa, el polaco Haroun Tazieff, el sueco Lennard Aberten y los italianos -Barberi, Cristopolinni y Ripamontini. Para ellos era la primera vez que se daban todas las condiciones objetivas para demostrar c¨®mo la inteligencia puede superar a la fuerza. Y consiguieron lo fundamental, es decir, convencer al ministro de Protecci¨®n Civil de Italia, Loris Fortuna, y equipo para llevar a cabo el experimento.
Todo hab¨ªa comenzado la tarde del 28 de marzo pasado. Un turista descubr¨ªa una fuga de gas en lo que m¨¢s tarde ser¨ªa una m¨¢s en las decenas de cr¨¢teres del volc¨¢n. La brecha inicial, de unos cinco metros de altura, se hab¨ªa abierto entre las cotas 2.700 y 2.500 metros de altitud. Las autoridades inicialmente respiraron tranquilas. Por encima de los 1.300 o 1.500 metros las erupciones no revest¨ªan peligro. Nunca hab¨ªan causado da?os irremediables. Pero aunque para el 22 de abril se hab¨ªa destruido ya una buena parte de la riqueza forestal de la zona, no ser¨ªa hasta el 29 del mismo mes cuando el Consejo de Ministros italiano decidi¨® intervenir en el caso, y la comisi¨®n Fortuna dictamin¨® que la soluci¨®n era hacer un canal artificial. Desde entonces, los pobladores de Belpasso, Nicolossi y Ralganza comenzaron a ver pasar todo un ej¨¦rcito de orugas, tanquetas y palas excavadoras, con gentes con equipos especiales para soportar temperaturas de hasta 1.100 grados cent¨ªgrados.
Lo pullmans, repletos de turistas, movi¨¦ndose torpemente por las carreteras, se hab¨ªan trocado por las tanquetas, y entonces los viejos sicilianos Rossi y Ricci hicieron una apuesta ins¨®lita al ver pasar a aquellos hombres vestidos con pantalones y camisas con tantos bolsillos. A lo mejor ten¨ªan raz¨®n y tra¨ªan la soluci¨®n para las erupciones del Etna. Si ganaba el volc¨¢n, Ricci se afeitar¨ªa su bigote. Si era al rev¨¦s, lo har¨ªa Rossi. Los dos bigotes hab¨ªan olido ya alguna que otra vez los gases de azufre que salen del volc¨¢n ardiente. Ten¨ªan m¨¢s de 40 a?os.
Para entonces, el prefecto de polic¨ªa de Catania, en colaboraci¨®n con Protecci¨®n Civil, con los carabinieri, los guardias forestales, los soldados y los voluntarios hab¨ªan formado un ej¨¦rcito de 800 hombres, a los que se ve¨ªa cada d¨ªa y cada noche trabajar entre una nube muy parecida a la estela que deja tras de s¨ª una tormenta de arena en el desierto, aunque m¨¢s gris¨¢cea.
El lugar escogido fue la cota de 2.300 metros, cerca del citado refugio de monta?a y del funicular. Se prepar¨® el nuevo cauce -cuatro metros de anchura, tres de profundidad- con muchas dificultades. A veces el trabajo de muchas horas se destru¨ªa en unos segundos con un peque?o rugido del volc¨¢n. Era como si el Etna se burlara de quienes estaban ordenando que lo bombardeasen. Escupiendo lava que se tragaba m¨¢quinas y deglut¨ªa los explosivos, capacitados para resistir temperaturas superiores a las del volc¨¢n, con el fin de evitar que reventasen antes del plazo se?alado.
Incluso la hora de la explosi¨®n -anunciada a bombo y platillo para que todo el pa¨ªs pudiese contemplarla en directo- se demor¨® en 13 horas.
El grito m¨¢gico -riesgo cero- lo dio en la madrugada del s¨¢bado d¨ªa 14 el profesor Tazieff, 69 a?os, veterano de muchos volcanes, y Fortuna dio la orden de apretar el bot¨®n. C¨¢maras de radiotelevisi¨®n, fot¨®grafos y periodistas se guarec¨ªan tras un b¨²nker de cristal blindado, situado a unos 500 metros de distancia. Eran las 4.08 horas de ese d¨ªa 14, y el aire, con olor a azufre, era irrespirable.
Una gran mancha roja-arnarilla-negra, como las centellas que recuerdan a los fuegos artificiales estall¨® en el coraz¨®n de la noche en el majestuoso Etna. A uno de los comentaristas de la televisi¨®n italiana se le escap¨® un "Qu¨¦ maravilla" en momentos tan dram¨¢ticos como aqu¨¦llos, que le hicieron autocorregirse as¨ª de inmediato "Bueno, lo digo desde el punto de vista de la espectacularidad, se en tiende", y pocos segundos despu¨¦s, el silencio.
La ciencia ganaba en los primeros momentos. Los millones de televidentes desvelados vieron c¨®mo las chirivitas luminosas eran seguidas de una imagen de un trozo de fuego que se perd¨ªa hacia la izquierda de las c¨¢maras. Era el magma que descend¨ªa ya por el cauce artificial. Pero la alegr¨ªa dur¨® poco. 600 metros adelante -unas seis horas despu¨¦s- el r¨ªo artificial se frenaba por falta de fuerza y se secaba, y el cauce natural recog¨ªa entonces la gran mayo r¨ªa del torrente incandescente Rossi y Ricci estuvieron discutiendo ante el barbero de Belpasso hasta que, al final, se afeit¨® el bigote el segundo. Ganaba la naturaleza.
La lava, adem¨¢s, descend¨ªa m¨¢s deprisa. A la alegr¨ªa del triunfo de la t¨¦cnica -un buen triunfo para el socialista Fortuna, m¨¢s en ¨¦poca electoral- sigui¨® la pol¨¦mica. Se supo entonces que hab¨ªan fallado 22 de las 50 cargas explosivas. Se especul¨® entonces con que los t¨¦cnicos se hab¨ªan precipitado y la pol¨¦mica se generaliz¨® en todo el pa¨ªs cuando se insinu¨® que har¨ªa falta una segunda operaci¨®n dinamita.
El hito hist¨®rico estaba ah¨ª
Aunque s¨®lo parcialmente, se hab¨ªa logrado desviar un r¨ªo de lava. Se hab¨ªa doblegado al volc¨¢n, aunque ¨¦ste se vengara luego escupiendo m¨¢s y m¨¢s deprisa el nuevo magma. Las cosas se ve¨ªan, empero, distintas en el resto del pa¨ªs, a trav¨¦s de la televisi¨®n, que emit¨ªa im¨¢genes escalofriantes de Catania y en los pueblos de su entorno.Fue entonces cuando todos los Rossi y Ricci de la zona se hicieron o¨ªr en los medios de comunicaci¨®n en Roma, a trav¨¦s de las autoridades. La situaci¨®n no era tan desesperada -aunque la lava hab¨ªa rodeado el refugio y el funicular- como para hacer nuevos experimentos. Los que conviv¨ªan con el volc¨¢n, a fin de cuentas, eran ellos; cuando la fiera se enfurece porque le hurgan en el vientre, nadie sabe lo que puede hacer. D¨ªas despu¨¦s comienz¨® a remitir la fuerza del volc¨¢n; aunque segu¨ªa escupiendo fuego y lava, no hab¨ªa peligro, y la pipa del abuelo continuaba echando humo y brasas. La majestuosa chimenea segu¨ªa encendida en las noches sicilianas.
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