Explicar Espa?a en las universidades de Estados Unidos
Durante mis ¨²ltimos tres meses como profesor en la universidad de California he dado una serie de conferencias sobre el cambio ocurrido en Espa?a desde la muerte del general Franco. La mayor parte de mi audiencia estaba constituida por estudiantes y miembros de facultades de instituciones como Berkeley y Stanford, en la Costa Oeste, y Harvard y Princeton, en el Este. En todas mis disertaciones subray¨¦ los siguientes puntos:a) Espa?a ha realizado una transici¨®n afortunada de una dictadura personalista a una monarqu¨ªa parlamentaria, de una forma mucho m¨¢s r¨¢pida y pac¨ªfica de lo que nadie hubiera podido suponer en 1975.
b) El cr¨¦dito de este ¨¦xito corresponde por un igual al. Gobierno de Adolfo Su¨¢rez, a la actitud moderada de los partidos socialista y comunista y los sindicatos obreros, y a la conducta ejemplar de la Corona.
c) Los cambios pol¨ªticos e institucionales no han afectado, sin embargo, a las formas fundamentales de poder econ¨®mico y social, ni al factor dirigente en los tribunales, Administraci¨®n, fuerzas armadas, radio y televisi¨®n, as¨ª como las principales entidades industriales y financieras, que contin¨²an siendo b¨¢sicamente lo mismo que durante la dictadura.
d) Los municipios democr¨¢ticamente elegidos con una mayor¨ªa de izquierda han logrado que mejorara de forma sensible la vida en las ciudades.
e) El consenso en las Cortes ha dado lugar a sendos estatutos de autonom¨ªa para Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, as¨ª como a las otras regiones, al tiempo que se han producido progresos importantes en las relaciones de Barcelona con Madrid, si bien el terrorismo de ETA ha continuado bloqueando las, relaciones entre el Ejecutivo vasco y el Gobierno central.
f) El Gobierno socialista no est¨¢ comprometido con el marxismo dogm¨¢tico sino con la introducci¨®n de reformas de car¨¢cter socialdem¨®crata, un poco a la manera del New Deal rooseveltiano, tales como una mayor eficiencia de la Administraci¨®n, lucha contra la corrupci¨®n y el privilegio, sistemas m¨¢s democr¨¢ticos para la tributaci¨®n, la educaci¨®n y la justicia, as¨ª como el mantenimiento de una econom¨ªa de tipo mixto.
g) Espa?a participar¨ªa probablemente en la defensa de Occidente contra cualquier amenaza totalitaria, sin que ello implicara necesariamente su integraci¨®n en la OTAN.
En el turno de preguntas que segu¨ªa a mis conferencias quedaba claro el, escaso conocimiento de Espa?a que ten¨ªan los alumnos, incluso aquellos que preparaban una licenciatura en historia de Europa o en lengua y literatura espa?ola. Los interpelantes no conoc¨ªan los nombres de los principales partidos ni de sus l¨ªderes, sino que sus conocimientos se limitaban a nociones generales de que los espa?oles eran una gente pintoresca y simp¨¢tica con dificultades para consolidar una forma de Gobierno estable. Como ciudadanos de una de las rep¨²blicas m¨¢s antiguas del mundo, a los norte americanos les encanta o¨ªr hablar de reyes que se comportan democr¨¢ticamente. "?Se llama el rey Borb¨®n, Alfonso, Juan o Juan Carlos?". No importa la imprecisi¨®n, todos mis interlocutores le deseaban lo mejor al Monarca y a los espa?oles, en el deseo, pero sin tener una confianza absoluta en que la democracia se consolide en el pa¨ªs. La falta de informaci¨®n,
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que me sorprendi¨® aunque debiera haberlo supuesto, se debe a la escasez de noticias sobre Espa?a en la prensa norteamericana.
En general, informaci¨®n europea significa en Estados Unidos noticias sobre Inglaterra, Francia, Alemania e Italia, con menci¨®n de los restantes pa¨ªses .s¨®lo cuando ocurre algo dram¨¢tico, como un intento de golpe de Estado, una proeza atl¨¦tica o art¨ªstica, o una revaluaci¨®n de moneda.
Esta atenci¨®n tan selectiva contribuye a reforzar la impresi¨®n de inestabilidad en la ¨®ptica del norteamericano medio, no s¨®lo relativa a Espa?a sino tambi¨¦n a Portugal y Grecia.
Una excepci¨®n notable a esta falta de informaci¨®n acerca de Espa?a es el caso de los veteranos de la brigada Lincoln que luch¨® en la guerra civil al lado de la Rep¨²blica. No es exagerado decir que estos hombres aman a Espa?a como si fuera su propio pa¨ªs. Incansablemente repasan la prensa mundial buscando noticias de Espa?a, y se sienten enormemente identificados con la resurrecci¨®n de la democracia en el pa¨ªs. Algunos de ellos estuvieron presentes en mis conferencias y formularon preguntas intencionadas acerca de la actitud del Ej¨¦rcito y las fuerzas de polic¨ªa, la crisis del partido comunista y los sentimientos de los votantes socialistas con respecto al Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez. De una manera muy especial, estaban interesados en saber si los veteranos del Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica cobrar¨ªan pensiones en igualdad de trato con los franquistas, y si en un pr¨®ximo futuro se permitir¨ªa la reintegraci¨®n a la milicia de los oficiales de la UMD (Uni¨®n democr¨¢tica militar). Pese a que la mayor¨ªa de mis interlocutores carec¨ªa de informaci¨®n suficiente, no, por ello, dejaba de hacer numerosas preguntas casi siempre desde un punto de vista moral. ?Deb¨ªan los Estados Unidos mantener una presencia naval y a¨¦rea en Espa?a?. ?Debiera Washington presionar a Espa?a para que se integrara totalmente en la OTAN?. ?Habr¨ªa que forzar a, Espa?a a comprar tecnolog¨ªa militar norteamericana?. ?Qu¨¦ papel debieran jugar los bancos y las multinacionales norteamericanas en Espa?a?. Respond¨ª a esas preguntas de dos formas diferentes. Dije que siempre hab¨ªa deplorado la abrumadora proporci¨®n de gastos militares, en relaci¨®n a los culturales o educativos, en los sucesivos acuerdos bilaterales de Estados Unidos y Espa?a. Al tratar de dar respuesta a las cuestiones sobre el comportamiento de las multinacionales ped¨ª a mis interlocutores que abandonaran cualquier forma de condescendencia.
Los norteamericanos tienden a dar por sentado su inmenso poder, que existe, y su formidable dotaci¨®n de virtudes, que como todas las cuestiones filos¨®ficas es algo sujeto a diferentes interpretaciones, y, por ello, suponen tambi¨¦n que todo el mundo est¨¢ deseando adoptar su forma de vida, con todo lo que supone de desarrollo tecnol¨®gico y organizativo. Pero no hay ninguna raz¨®n objetiva para que nadie est¨¦ deseando convertirse en norteamericano y, por consiguiente, no hay raz¨®n para que los estudiantes de los Estados Unidos pregunten si su pa¨ªs debiera o no invertir en un determinado lugar. Admitido esto, sin embargo, debo decir que la combinaci¨®n de inversiones europeas y norteamericanas en Espa?a desde 1965 a 1975 ha contribuido poderosamente al desarrollo econ¨®mico que convirti¨® a Espa?a en la d¨¦cima potencia industrial del mundo y cre¨® la base econ¨®mica para la sociedad democr¨¢tica posfranquista. Lo importante no es si Estados Unidos ha de invertir en Espa?a, sino si ha de haber pluralismo y flexibilidad, sector privado y sector p¨²blico, inversi¨®n europea e inversi¨®n norteamericana, m¨¢s un enf¨¢sis en una econom¨ªa civil en tina atm¨®sfera de tolerancia y justicia social.
En varias ocasiones se me ha preguntado por la legitimidad de la monarqu¨ªa, y a esta cuesti¨®n he replicado que el general Franco se hab¨ªa considerado siempre a s¨ª mismo como el regente nombrado por Dios y que ¨¦l hab¨ªa elegido personalmente a Juan Carlos como su heredero, pero que el Rey se hab¨ªa comprometido sin ambages con una constituci¨®n parlamentaria y democr¨¢tica, y que su conducta hab¨ªa legitimado la monarqu¨ªa ante una vasta mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
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