Tabaco: la droga de las multinacionales
De entre todas estas drogas , hay una que destaca por su abuso entre nosotros: el tabaco. Cuando consideramos la extensi¨®n de su consumo -dos tercios de los j¨®venes son fumadores diarios- y la gravedad de sus consecuencias -"primera causa evitable de enfermedades en los pa¨ªses desarrollados", seg¨²n la OMS- resulta rid¨ªcula la importancia que la sociedad, en general, y m¨¢s concretamente los medios de comunicaci¨®n, atribuyen al consumo de drogas ilegales. Evidentemente, no es sano aspirar el cancer¨ªgeno humo del hach¨ªs ni morir de sobredosis de hero¨ªna adulterada, pero, hoy por hoy, los problemas sanitarios y sociales provocados por el consumo de drogas no institucionalizadas son incomparablemente menores que los provocados por el tabaquismo o el alcoholismo.El tabaco, droga en la que est¨¢ centrado este art¨ªculo, tiene muy buena prensa. Rara vez los medios de comunicaci¨®n informan en profundidad y con seriedad de esta abrumadora epidemia.
Espa?a es el pa¨ªs de Europa en el que m¨¢s ha aumentado el consumo de tabaco por habitante en las ¨²ltimas d¨¦cadas, especialmente durante el franquismo. Las causas fundamentales de este hecho podemos cifrarlas en las cinco que se exponen a continuaci¨®n.
En primer lugar, la publicidad de esta droga, de cuyo consumo se hace un proselitismo en nuestra sociedad. Desde los anuncios se nos presenta el fumar como una conducta sana, deportiva, natural y ecol¨®gica: justo lo contrario de la realidad. La influencia de la publicidad, de la que muy pocos fumadores son conscientes, es tal que en los pa¨ªses donde se ha prohibido la promoci¨®n del consumo de tabaco -medida recomendada por la OMS- ¨¦ste est¨¢ descendiendo en picado.
Un segundo factor es la gran disponibilidad del tabaco en nuestro pa¨ªs. En 1979 ten¨ªamos ya un punto de venta de esta droga por cada 204 habitantes. El tabaco espa?ol tiene los precios de venta al p¨²blico m¨¢s bajos de Europa.
Una tercera causa est¨¢ en la falta de una informaci¨®n veraz sobre el tabaco a todos los niveles. Desde las escuelas, en donde todav¨ªa no est¨¢ implantada la educaci¨®n sanitaria, hasta la Universidad, en cuyas aulas las drogodependencias suelen ser un tema escasamente abordado; grandes sectores de la poblaci¨®n tienen un gran desconocimiento de la realidad de esta drogodependencia. As¨ª, por ejemplo, no es raro leer en los peri¨®dicos, incluso en boca, de prestigiosos comentaristas, que gracias al tabaco el Estado tiene cuantiosos ingresos.
Este mito, difundido por las empresas tabaqueras, y que ha calado tradicionalmente en lo profundo del cerebro de nuestros pol¨ªticos, no resiste la m¨¢s m¨ªnima comprobaci¨®n emp¨ªrica. En los pa¨ªses en los que se ha estudiado el coste socioecon¨®mico originado por el tabaquismo (tratamiento de las enfermedades que origina, absentismo laboral, accidentes, incendios, etc¨¦tera) se ha visto que supera con creces a los ingresos por impuestos sobre, el tabaco. Cuan do el fumador compra una cajetilla no est¨¢ ayudando a financiar a Hacienda, sino simplemente est¨¢ pagando por adelantado una parte de fa asistencia sanitaria que, con gran probabilidad, despu¨¦s va a necesitar.
Una droga importada
En cuarto lugar, citaremos brevemente la presi¨®n de los modelos sociales. Son frecuentes los pol¨ªticos, actores, m¨¦dicos o maestro que fuman durante sus intervenciones p¨²blicas o profesionales.
Finalmente, un factor esencial, y que determina todos los dem¨¢s, es el poder de las multinacionales tabaqueras. Al tabaco le podr¨ªamos llamar la droga nacional, pero en realidad es la droga de las multinacionales. Siete grandes compa?¨ªas (BAT, Philip Morris, RJ, Reynolds, Gulf and Wester, el grupo sur africano Rothmans, American Brands y la ITC) controlan el mercado tabaquero mundial a todos los niveles. Fijan arbitrariamente, sin competencia real entre ellas, el precio de las hojas de tabaco que compran a los agricultores y el de los productos manufacturados (cigarrillos, preferentemente) que venden a los consumidores. Su influencia es decisiva incluso en los pa¨ªses en los que te¨®ricamente existe un monopolio del tabaco, como es Espa?a.
En los ¨²ltimos a?os, la penetraci¨®n de estas multinacionales en el mercado tabaquero espa?ol ha sido muy r¨¢pida y eficaz, mediante la pol¨ªtica de fabricar marcas conjuntamente con Tabacalera. Las marcas tradicionales de Tabacalera est¨¢n estancadas en sus ventas o en claro descenso, mientras est¨¢n teniendo un gran incremento de ventas marcas nuevas que, en apariencia, son espa?olas, pero que en realidad est¨¢n controladas por algunas de estas multinacionales.
En resumen, el tabaco es una droga importada -la proporci¨®n de tabaco cultivado en Espa?a es ¨ªnfima- y cuya venta provoca unos beneficios que se exportan. Aqu¨ª quedan s¨®lo las enfermedades, la contaminaci¨®n y el d¨¦ficit de la Seguridad Social.
?Qu¨¦ ha hecho el Estado para disminuir este problema? Tras el par¨¦ntesis franquista en salud p¨²blica, los Gobiernos de UCD dieron algunos pasos vacilantes para el control del tabaquismo, con una eficacia reducida. El ¨²ltimo de ellos fue el ingenuo decreto 709/ 1982, por el que se quer¨ªa limitar la publicidad y el consumo de tabaco.
Este decreto, en realidad, ha provocado s¨®lo que aumente la publicidad indirecta de tabaco en televisi¨®n (por ejemplo, la de pantalones con marca de cigarrillos), que en las cajetillas conste una advertencia sanitaria casi ilegible y que los ni?os sepan que el fumar es propio de los mayores de 16 a?os, aunque ellos puedan comprar tabaco en cualquier m¨¢quina autom¨¢tica.
Las prohibiciones parciales de fumar en los ferrocarriles y otros transportes p¨²blicos est¨¢n siendo muy poco respetadas, ya que, l¨®gicamente, el fumador piensa que el normal es ¨¦l y que el extra?o es el que se empe?a en respirar un aire limpio de alquitr¨¢n y del resto de las 3.000 sustancias t¨®xicas que contiene el humo del tabaco. Quiz¨¢ la ¨²nica medida que est¨¢ teniendo un impacto social perceptible es la restricci¨®n del consumo de tabaco en los centros escolares, a pesar de lo ambiguo del redactado del decreto.
Ahora es tarea de todos conseguir que el primer Gobierno del PSOE no finalice sin que se produzca un control real de esta epidemia y su descenso acelerado.
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