El pianista Antonio Tovar
Talante de jubilado, en absoluto: es de los que, como se?ala Amor¨®s, conserva un fondo de ni?o y las mejillas mantienen rubor de travesura, y la boca es m¨¢s grande para re¨ªr mejor. Comprendemos la enorme importancia de sus trabajos sobre el vasco o sobre las lenguas precolombinas, pero es l¨®gico que a?oremos al Tovar que nos ense?¨® la vida de S¨®crates, ese libro que junto al de Zubiri -Naturaleza, historia y Dios- y al de La¨ªn sobre el 98, m¨¢s el grito de Hijos de la ira, de D¨¢maso, salvan como excepci¨®n los a?os oscuros de nuestra posguerra.El peligro de esa m¨¢xima y esot¨¦rica especializaci¨®n es la barbarie que ya se?al¨® Ortega. No es ¨¦ste el caso de Tovar, y su delicioso libro sobre temas castellanos vio es una excepci¨®n. En colaboraciones semanales, Tovar se ha puesto y nos ha puesto al d¨ªa de la narrativa contempor¨¢nea, si bien de cuando en cuando nos sobresaltaba alegremente al poner puntos sobre la i en temas sobre la vida cultural: la delicia ven¨ªa del acierto, y el gustoso sobresalto, de una muy suya aspereza y enfurru?amiento.
Su ser de ni?o mana de una fuente que muchos ignoran: en la casa repleta de libros hay un piano de cola. Porque Tovar toca, y mucho, el piano. Lo toca un poco como ya lo debi¨® de tocar de ni?o: con gran mecanismo de correteo sobre las teclas, pero con cierta inocencia, y Chopin y Schumann se oyen sin la menor pizca de sentimentalismo. Sin el piano no se completa la silueta del Tovar salmantino, ni tampoco, y es muy importante, un cap¨ªtulo de la vida musical de nuestra posguerra. Muerto Fern¨¢ndez Arb¨®s, aparec¨ªa gloriosamente solitaria la figura de Bartolom¨¦ P¨¦rez Casas. Pero el gran maestro se hab¨ªa quedado en zona republicana y en la Barcelona con presunci¨®n de capital y con profec¨ªa de cat¨¢strofe daba conciertos que eran el par¨¦ntesis/consuelo de Manuel Aza?a, ligado desde antes a la Orquesta Filarm¨®nica, muy querida durante la II Rep¨²blica, se?alada, sin raz¨®n, como de izquierda, frente a la Orquesta Sinf¨®nica, se?alada, igualmente sin raz¨®n, como lo contrario, y tan es as¨ª que con la Sinf¨®nica entr¨® la orquesta en palacio: si al men¨² del banquete al cuerpo diplom¨¢tico le puso Aza?a no pocos peros, el buen orgullo vino del concierto.
Gusto por la m¨²sica
A lo que vamos: P¨¦rez Casas fue denunciado, se le impidi¨® dirigir al principio -tuvo que venir Ar¨¢mbarri a ¨²ltima hora- y algunos aprendices de batuta se refocilaban imaginando retiro definitivo. Tovar tuvo tiempo, en su paso breve por Prensa y Propaganda -?aquella deliciosa multa por poner mal el nombre de Tebas al comienzo de la guerra italo-turca!-, para dar v¨ªa libre a P¨¦rez Casas como director de la Filarm¨®nica y lo hizo con gran fiesta de discursos y copeo. Sin su piano, sin su gusto por la m¨²sica, todo hubiera sido distinto.
Tovar se va de los cargos, pudiendo tener los m¨¢s altos, para ser catedr¨¢tico en Salamanca y no catedr¨¢tico guadalajarista, sino con casa, con entra?able hogar. Ven¨ªa a Madrid de cuando en cuando; para no perder clase usaba una espantosa combinaci¨®n de tren nocturno y jadeante que obligaba a larga espera y transbordo en Medina del Campo.
Su casa era como una versi¨®n celtib¨¦rica de lo que nos contaban de Oxford: all¨ª iban los amigos y los alumnos, se dirig¨ªan las tesis doctorales, y las merendolas eran conforme al apetito de sus chavales, quienes al pedir "algo fresco" ped¨ªan impl¨ªcitamente un enorme bocadillo de queso bien manchego. Pero hasta su piano llegaba la cerraz¨®n clerical de entonces: Tovar, por helenista, era visto por el obispo ?como pagano! y esto, incre¨ªble, era tan cierto que cuando yo, seminarista y gustoso participante de la tertulia cultural y de las merendolas, prepar¨¦ como ilustraci¨®n de una conferencia sobre Falla el que Tovar y el dominico P. An¨ªbal tocasen a cuatro manos las Noches de Falla, mont¨® en c¨®lera el prelado, no hubo concierto y a m¨ª me declar¨® su guerra. Ahora bien: cuando en 1951 Tovar fue rector y yo director del conservatorio, todo fueron mieles. Lo t¨ªpico del nacional-catolicismo: pastoral sobre el primer refer¨¦ndum invocando a la Virgen del Pilar para implorarla victoria, tan atada y bien atada, y gran zalema para los cargos civiles, y ya Tovar no era pagano y yo no era modernista. ?Qu¨¦ cosas!
He querido se?alar lo del Tovar m¨²sico para completar una silueta tan entra?able para much¨ªsimos: c¨¢tedra desde el hogar, empe?o en que el Di t¨² que he sido, de Unamuno, tuviera una de las mejores m¨²sicas de Rodrigo, radical castellano en Am¨¦rica y en Tubinga. ?l hace ahora memoria de la ancha Castilla, pero en ni?o pudoroso no habla de su piano, y es l¨¢stima, porque su Chopin, su Schumann y su Alb¨¦niz son inseparables de su romanticismo de fondo, de ese halo que hace del Tovar siempre austero, original y vivo humanista.
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