Victorino da cordilla
Esta vez Victorino no trajo toro encastado y fuerte, sino tora plasta. Hizo como los carniceros p¨ªcaros cuando las amas de casa les piden solomillo: las distraen con una mosca que tienen amaestrada al efecto, y aprovechan para meterles en el peso cordilla. "Que no me ponga gordo, Victorino", dicen las amas de casa, mientras hacen mohina con la manita.
Pues eso. Lo de ayer era cordilla. En lugar de mosca, Victorino se val¨ªa de los aviones que sobrevuelan la plaza y aprovechando que los mir¨¢bamos, nos pon¨ªa cordilla. La afici¨®n tambi¨¦n le hac¨ªa moh¨ªna con la man¨ªta y se enfurrufiaba, pero con afecto, porque Victorino tiene unos servicios prestados a la afici¨®n, que se le reconocen. Los toros que present¨® eran, por fuera, de irreprochable trap¨ªo, y esa l¨¢mina exclusiva de la divisa, que tanto gusta y que tan bien representa al ganado de bravo. Sin embargo, por dentro llevaban las tripas revueltas, o sueltas, y por dos nobles que hubo, los dem¨¢s hac¨ªan gala de su mala catadura y escup¨ªan por el colmillo.
Plaza de Las Ventas
31 de mayo. Decirnoloctava conrrida de San Isidro.Toros de Victorini Mart¨ªn, con trap¨ªo, mansos y flojos. Ruiz Miguel. Pinchazo y estocada (petici¨®n y vuelta). Estocada atravesada, dos descabellos -aviso- y otra estocada (vuelta) Tom¨¢s Campuzano. Estocada corta ca¨ªda perdiendo la muleta (silencio). Pinchazo hondo, bajonazo y dos descabellos (algunos pitos). Luis Reina Pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio). Pinchazo hondo, otro bajo y estocada (aplausos y salida al tercio).
Se podr¨¢ destacar que un toro, estoqueado en el tercio, camin¨® hasta el centro del ruedo y all¨ª muri¨® de pie, suceso que da imagen de bravura y la afici¨®n docta m¨¢gn¨ªfica, porque es regla que los tratados taurinos contemplan, y se podr¨¢ destacar tambi¨¦n que el cuarto y el sexto embest¨ªan con nobleza. Ret¨®rica, a fin de cuentas. Pues lo que espera de los Victorino la afici¨®n no es eso. Lo que espera es que derrochen casta tengan fuerza, derriben, impongan su ley, transmitan emoci¨®n.
En cambio, ninguno derrib¨®, ninguno ten¨ªa fuerza. Pocos - exhibieron la casta que ha dado fama a la ganader¨ªa. Hubo decepci¨®n ge neral. Pero como Victorino tiene indulgencia plenaria, las culpas del fracaso estuvieron a punto de pagarlas los propios toreros. En este sentido, Campuzano sali¨® mal parado. Con un desabrido lote intent¨® torear por cada pit¨®n, en diferentes distancias, cambiando terrenos. Demasiado expuso pues el p¨²blico no se lo ten¨ªa en cuenta y hasta le pit¨® en el sexto cuando iniciaba por gaoneras el quite del perd¨®n. Como dijo uno, que va para acad¨¦mico: "Lo que pasa es que hay muchos pasionistas".
A guisa de contraste, los pasionistas se unieron para premiar con una ovaci¨®n de gala el arrastre del cuarto, que en realidad hab¨ªa sido aborregada mole. Flojucho, apenas le pudieron picar, y de llevar otro hierro seguramente habr¨ªa suscitado levantiscas actitudes en el tendido. Eso s¨ª, tomaba humillad¨® los enga?os y Ruiz Miguel le instrument¨® series de naturales y redondos corriendo muy bien la mano, con los que construy¨® una faena poderosa y vibrante. La calidad del toreo estaba siempre por encima de la clase del toro. Y m¨¢s -por encima estuvo en el primero, un manso reserv¨¢n, al que templ¨® y bg¨® series importantes de pases, a fuerza de consentir y obligar. Tanto se confi¨®, que en un desplante sali¨® por los aires.
El sexto a¨²n result¨® m¨¢s pastucflo y Luis Reina lo mulet¨® con gusto. Su faena, bien planteada, alcanz¨® momentos de calidad porque imprim¨ªa temple y hondura a las suertes., Pudo ser de oreja, pero mat¨® mal. Hab¨ªa venido Luis Re¨ªna a Madrid con una voluntad de triunfo que hizo patente ya en su primer toro, al que recibi¨® a p orla gayola. Salv¨® con limpieza la ciega acometida, pero en las ver¨®nicas result¨® arrollado de mala manera. El Victoririo desarrollaba sentido y Reg¨® bronco al ¨²ltimo tercio. De un ga?af¨®n le desat¨¦ los machos. Terrible sensaci¨®n debe ser para un torero verse con los machos colgando por la "caricia" de un toro. Sin embargo Reina no debi¨® sentirla y continu¨® porfiando al albur de que alg¨²n pase resultara medianamente posible. Ni medianamente posible result¨®.
Todos los Victorino claudicaban patas abajo, ninguno inquiet¨® a los caballos, acusaron mansedumbre. Mala carne sirvi¨® el ganadero; cordilla de esa que disgusta a las amas de casa y a la afici¨®n. "Que no me ponga usted gordo, Victorino". Lo puso. Como ya tiene la tienda acreditada y le sobra clientela, se permite estos desahogos. Y el a?o que viene volver¨¢ a llenar la plaza.
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