El derecho a una muerte digna
A partir, principalmente, del reconocimiento constitucional del derecho a la protecci¨®n a la salud, diversas instituciones y particulares -principalmente m¨¦dicos y soci¨®logos progresistas- est¨¢n reflexionando y presionando para que, de una vez por todas, tambi¨¦n en Espa?a sean una realidad tangible los derechos de los enfermos.Pero la discusi¨®n se est¨¢ centrando, de forma prioritaria, en la necesidad de que sean reconocidos y obligadamente observados unos derechos que desde su nacimiento ya van a estar incompletos: no se habla casi nada de determinados aspectos -derechos- en los que s¨ª que puede, y debe, intervenir directa y decisivamente el propio paciente.
Es malicioso querer, o pretender, hacer sin¨®nimo, o en el mejor de los casos relacionar, derechos de los enfermos con malas actuaciones m¨¦dicas. Si as¨ª contin¨²a la ,discusi¨®n, a buen seguro acabaremos otra vez con la cabeza caliente y tir¨¢ndonos las culpas como venablos envenenados. Todos los esfuerzos volver¨¢n a ser est¨¦riles, y pagar¨¢n los platos rotos los propios enfermos, que, impotentes, volver¨¢n a ser v¨ªctimas. Qu¨¦ duda cabe que en algunos casos los m¨¦dicos son culpables: caiga sobre ellos el peso de la ley implacable. Pero, por favor, no sembremos m¨¢s discordia. Nuestro compromiso con la comunidad es total y. en, su defensa no cejaremos.
Infomaci¨®n-intimidad-manipulaci¨®n
Pueden considerarse estas tres palabras el tr¨ªpode sobre el que descansa la viva y rica discusi¨®n que ahora existe. Derecho a recibir una informaci¨®n amplia, veraz, completa y continuada. Derecho a la m¨¢s absoluta y total intimidad y, por tanto, al secreto profesional y al, m¨¢s escrupuloso respeto de su dignidad. Derecho a no ser manipulado para pr¨¢cticas experimentales de ense?anza o investigaci¨®n sin que previamente haya recibido una exhaustiva informaci¨®n de todos los riesgos y, voluntariamente, haya dado su consentimiento.
La evoluci¨®n de la sociedad genera cambios en valores que hasta entonces parec¨ªan inamovibles e indiscutibles. La prolongaci¨®n de la vida, al coste que sea, ?sigue siendo el ob etivo final de la medicina? A ¨ªni juicio, hoy ya no. La meta debe ser procurar una vida lo m¨¢s digna posible al paciente, donde participe y sea ¨¦l quien defina su bienestar.
Y en este sentido hoy existe un importante desaf¨ªo a la ¨¦tica m¨¦dica, a la que tenemos que dar respuesta serena y responsable, y no paternalismos trasnochados.
Morirse con dignidad: un derecho fundamental
El alivio del sufrimiento, la dignidad ante la muerte y el posible rechazo de un tratamiento son, cuando menos, tan importantes, sino m¨¢s, que la posible prolongaci¨®n de la vida.
La evoluci¨®n tecnol¨®gica de las ciencias m¨¦dicas nos ha cegado a todos, sanitarios y no sanitarios, perdiendo el rumbo humanista. La comunidad en general est¨¢ sufriendo un v¨¦rtigo maquinista en el que nada se concibe sin la prioritaria participaci¨®n de la m¨¢quina que cuanto m¨¢s compleja y emperifollada sea, mejor. Mientras, y como consecuencia, muchos pacientes que sufren procesos ¨ªrreversibles, en fase terminal, son sometidos a lo que se ha llamado de forma poco feliz masacre terap¨¦utica, con la que se pretende ayudar ¨¢ vivir (?) a estos enfermos. Y nada m¨¢s alejado de la realidad. Si bien admitido que todos los intentos sean bienintencionados, no es menos verdad que la inmensa mayor¨ªa acaban siendo del todo ineficaces, y a un coste social y humano terribles.
Se les somete a estos pacientes y a sus familiares -que no podemos olvidarles- a un aut¨¦ntico calvario, donde, la ansiedad, la zozobra, la angustia y la pena por la, separaci¨®n del ser querido son las notas que definen la situaci¨®n. Y no estoy exager¨¢ndolo; es as¨ª.
Sondas, tubos por doquier, respiradores y m¨¢quinas autom¨¢ticas, inyecciones sin utilidad real y un sin fin de otros actos, ?para qu¨¦? Para prolongar la vida unos d¨ªas, tal vez unas semanas, en la soledad y frialdad del hospital y ?a cambio de cu¨¢ntos sufrimientos? Soledad acrecentada, porque en la mayor¨ªa de los casos a los familiares no se les deja todo el tiempo que deber¨ªan y querr¨ªan estar junto al ser querido, que, solo, quiere entender lo inexplicable de su muerte antes de marchar.
Y estos son derechos irrenunciables que deben figurar en la muy anunciada y a¨²n nonata carta de los derechos del enfermo espa?ol. Derecho a morir con dignidad, sin sufrimientos f¨ªsicos ni ps¨ªquicos sobrea?adidos; derecho a estar junto al paciente todo el tr¨¢nsito de la agon¨ªa y asistirle, sin l¨ªmite de tiempo y en locales adecuados al momento; derecho a que sientan el calor humano -de una mano que poder coger como tabla salvadora-, y derecho a sentir todo el afecto del mundo a trav¨¦s de la intensa comunicaci¨®n que imprime el silencio de esas horas trascendentales y, al final, tan enriquecedoras humanamente. La muerte no tiene tratamientos, es inexorable; la soberbia humana debe comprenderlo.
es m¨¦dico del Hospital Provincial de Madrid.
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