El hijo pr¨®digo
Pocas cosas tan conmovedoras como la foto de Jordi Pujol bendiciendo a Maradona. Ni siquiera la imagen de esa espont¨¢nea que se lanz¨® a los ruedos para encontrarse con un beso en la mejilla, una multa y un toro cojo. Ni siquiera el rostro complacido de Arrabal con un revuelto de trigueros en el pelo.No, nada tan enternecedor como ver al president dirigi¨¦ndole la palabra al hijo pr¨®digo, al peludo y renegrido argentino que ha osado desafiar las iras de los directivos del Bar?a. Mirando el rostro digno y sereno de Pujol, escrutando el rictus quiz¨¢ avergonzado del jugador, algo muy parecido a la emoci¨®n se me enrosc¨® en las entretelas. As¨ª son ellos.
No le duelen prendas a Pujol a la hora de ponerse a integrar en la gran familia del Barcelona al d¨ªscolo jugador argentino. Es un gesto digno de los m¨¢s grandes empresarios catalanes, y tiene su ra¨ªz en la astuta filosof¨ªa paternalista iniciada por el senyor Esteve y proseguida por todos los fabricantes de cintas e hilos que el terru?o ha dado: recuperar al empleado arisco por el sistema de hacerle creer que es como un hijo de las entra?as. "Muchacho, el club te necesita". Santas palabras que solucionaron muchas papeletas antes de que a los sindicalistas les diera por ponerse bordes. A ver si aprende N¨²?ez, cuyos or¨ªgenes esp¨²reos le hacen ser especialmente patoso a la hora de jugar la carta del padre padrone.
A pesar de todo, no creo que baste con la human¨ªsima actitud de Jordi Pujo? para domesticar como est¨¢ mandado a un chaval que nos ha salido individualista, pele¨®n y dispuesto a defender sus intereses multinacionales. ?Podr¨¢ Maradona, que todav¨ªa est¨¢ por asilvestrar, entender la magnitud de la benevolencia del presidente? ?Sabr¨¢ asimilar su rudimentario cerebro la idea de que el Bar?a es m¨¢s que un club? Enorme duda.
Tal vez ser¨ªa conveniente enviarle durante unos d¨ªas a practicar ejercicios espirituales a Montserrat. Aunque la primera medida que habr¨ªa que tomar ser¨ªa devolver a su pa¨ªs de marca a la extranjera que le acompa?a constantemente, y casarle a ¨¦l con una pubilla de Agramunt.
No veo otra salida.
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