No nos entienden
En Euskadi se oye decir constantemente lo de "no nos entienden". A cada paso, tras cada choque, cada triunfo o cada desdicha, alguien resume todos los comentarios posibles con un contundente "nada, que a los vascos no nos entienden", entre desafiante y resignado. Pues, se?or, ?qu¨¦ misterio tendremos los vascos, que nos hemos convertido en algo tan impenetrable para el profano como los objetos de la geometr¨ªa fractal o las hip¨®stasis plotinianas? ?Habr¨¢ que inventar una ciencia nueva para estudiarnos y dentro de poco se doctorar¨¢n los primeros euskald¨®logos; ¨¦ste especialista en Arzallulog¨ªa, aquel en Batasunismo Superior? Sinceramente, no me lo explico: yo no entiendo c¨®mo no nos entienden. Oigo cantar al Orfe¨®n Donostiarra, veo jugar al Athl¨¦tic de Bilbao, resisto una soflama de Periko Solaberr¨ªa y por ninguna parte presiento enigmas tan abstrusos que justifiquen la universal incomprensi¨®n. M¨¢s bien se dir¨ªa que todo est¨¢ muy claro... De modo que he empezado a sospechar que cuando se dice "no nos entienden" ("ya ves Fulano, que parec¨ªa tan majo, ahora resulta que no nos entiende") lo que en realidad quiere decirse es "no nos dan la raz¨®n". Y no creo que todo el que nos lleve la contraria no nos comprenda, ni que, en cambio, los que nos dan en todo la raz¨®n como a los locos tengan una especial sabidur¨ªa para penetrar en los entresijos del alma vasca. Ya es hora de que los vascos intentemos entender sin paranoias por qu¨¦ ciertas cosas no se entienden fuera ni mucho menos son celebradas o jaleadas; quiz¨¢ lleguemos a la conclusi¨®n de que es por lo mismo que, en el fondo, la mayor¨ªa de nosotros tampoco las entiende; es decir, tampoco puede dar ni darse aut¨¦ntica raz¨®n de ellas.Empecemos por establecer que ciertamente ha habido (y a¨²n hay en buena medida) una indiscutible falta de sensibilidad ante determinados aspectos fundamentales del conflicto vasco. La han padecido por igual derechas e izquierdas, y no es m¨¢s que un residuo m¨¢s o menos adornado del perpetuo centralismo patriotero hisp¨¢nico, el de "a m¨ª h¨¢bleme usted en cristiano", el que considera todo nacionalismo distinto al suyo como irracional o anti-hist¨®rico. Desde este mirador excluyente no puede entenderse la peculiaridad diferencial de una cultura fraguada en buena medida por la propia represi¨®n que la persigui¨®, ni tampoco la casi m¨ªstica voluntad de autogobierno (que, en sus mejores ocasiones, va m¨¢s all¨¢ de la reivindicaci¨®n de un estado propio) de quienes han padecido tantos virreyes y tanto torturador en nombre del imperio. Tambi¨¦n suele menospreciarse: la radicalidad de los planteamientos populares en torno a numerosas cuestiones sociales, del aborto hasta el ecologismo, donde las actitudes de ruptura son bastante m¨¢s frecuentes que en otras partes de Espa?a. A fin de cuentas, lo que no llega a aceptarse es que el nacionalismo vasco no es el capricho absurdo de unos pocos ni una autonom¨ªa de esas postizas que ahora gustan tanto a los nuevos jacobinos, sino una decisi¨®n irreversible y mayoritaria, con aut¨¦nticas ra¨ªces y abonada por a?os de marginaci¨®n; y que nada sacar¨¢ la democracia intentando cocear contra ¨¦l expl¨ªcita o disimuladamente, mientras que puede ganar una baza institucionalmente decisiva cuando se lo apropie del todo y sin recelos.
Hasta aqu¨ª lo que podr¨ªa y de-
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ber¨ªa ser comprendido. Pero otras cosas so n m¨¢s dif¨ªciles de entender. Es perfectamente ininteligible que haya quien siga tomando Renter¨ªa por Guatemala, que haya quien digiera su besuguito a la espalda con conciencia alucinatoria de guerrillero salvadore?o y confunda al discutible se?or Barriomiedo con un centuri¨®n de Pinochet. Es incomprensible e indecente que haya quien pegue cuatro tiros a una mujer embarazada o remate fr¨ªamente a un herido en nombre del pueblo vasco: si el pueblo vasco pidiera semejante cosa, los que formamos parte de ¨¦l estar¨ªamos a la altura moral de? populacho que jaleaba las haza?as circenses de Ner¨®n y Cal¨ªgula. Y tambi¨¦n es cosa notable que quienes dan vivas a ETA Militar no reparen en su parecido pol¨ªtico con quienes durante siglos se han apretujado en las plazas p¨²blicas para disfrutar del edificante espect¨¢culo de una buena ejecuci¨®n capital. Los que se quejan de que "no nos entienden" no tienen m¨¢s que leer con ojos forasteros la Prensa de Euskadi de los ¨²ltimos treinta d¨ªas: ciertas cosas hacen re¨ªr, y otras, temblar, como en aquella secci¨®n que llev¨® en La Codorniz mi amigo Rafael Castellanos. Por ejemplo, en un peri¨®dico donostiarra, unos j¨®venes se quejan en carta al director, con candoroso y totalmente involuntario humor negro, de la fastidiosa man¨ªa de abandonar explosivos en las calles: "Desde aqu¨ª queremos hacer llegar nuestra condena a todos los responsables que, irresponsablemente, se dedican a colocar bombas sin pensar en las consecuencias que esto puede acarrear..."; en otro diario se inserta un comunicado de quienes pusieron el regalito de Goma-2, reivindicando la proeza y concluyendo con los vivas de rigor y un deportivo "?a¨²pa Athl¨¦tic!". Pocos d¨ªas despu¨¦s, alguien se?ala que la esforzada victoria en la Liga de tal equipo bilba¨ªno es un claro exponente de no s¨¦ qu¨¦ superioridad racial de los vascos y, de paso, una derrota del espa?olismo; as¨ª las cosas, nada tiene de raro que una se?ora comentase el otro d¨ªa, glosando el fracaso de la copla de Remedios Amaya en Eurovisi¨®n: "Pues esto le va a dar votos.al PNV...". Y mientras, en el m¨¢s arriscado basti¨®n period¨ªstico de la revoluci¨®n permanente, sus tercos y confusos muchachos llevan a cabo su particular campa?a contra la pel¨ªcula Gandhi, en cuyo pacifismo ven un mal¨ªsimo ejemplo para la ya algo desmovilizada juventud abertzale. ?a ellos les van a venir con el cuento de que la no violencia pudo alguna vez derrotar a las lanzas de los cipayos! Y as¨ª tantas otras cosas, no m¨¢s f¨¢ciles de comprender y que hacen re¨ªr, pero tristemente.
Lo peor de todo es que la noci¨®n misma de izquierda se va desvirtuando cada vez m¨¢s en este contexto, porque lo distintivo de la izquierda pol¨ªtica no es el maximalismo iluminado ni el ajusticiamiento, sino la progresiva racionalizaci¨®n justiciera. Aqu¨ª el papel de los intelectuales quiz¨¢ no sea tan superfluo como es por lo com¨²n: ni se puede ser, para s¨ªempre devaluado Jomeini pro mil? desde Madrid, ni gritar "?genocidio!" cada vez que le registran a uno con mejores o peores modos la casa, protestando en nombre de una Constituci¨®n que nunca se ha defendido contra los adalides del tiro de gracia. En una palabra, lo que ni se entiende ni se puede entender es la prolongaci¨®n de la lucha armada y a¨²n menos su justificaci¨®n. Se dice que si cesa la violencia terrorista se acabar¨¢ el movim¨ªento de izquierda radical en Euskadi. Lo cierto es lo contrario: ha sido la prolongaci¨®n de la lucha lo que ha terminado por extinguir las iniciativas autogestionarias que afrontaban diversos aspectos de la renovaci¨®n de la vida cotidiana. La gente -sobre todo los j¨®venes- pasa ahora de esas iniciativas porque est¨¢ harta de que todo se manipule antes o despu¨¦s como apoyo a ETA. Y es que toda la sutileza de la confront¨¢ci¨®n pol¨ªtica ha quedado reducida a una farsa de garrotazo y tentetieso. ?El aborto? Se ametralla a un par de m¨¦dicos antiabortistas y sanseacab¨®. ?Centrales nucleares? Duro con los Ingenieros. ?El paro? Se vuela al patr¨®n y se raptw a su padre. ?La droga? ?La opini¨®n pol¨ªtica adversa? ?La propia disidencia interna? Todo se puede resolver de? mismo modo. ?Qu¨¦ gran invento! ?C¨®mo no se practicar¨¢ ya en todas partes? Es lo que Hitler llamaba la soluci¨®n definitiva. Por lo dem¨¢s, es cada vez m¨¢s evidente que el ¨²nico objetivo de la lucha armada no es la independencia (?) ni la revoluci¨®n socialista (??), sino el puro y simple mantenimiento de la propia lucha armada y de quienes viven para ella y de ella. Se perpet¨²a la lucha para que haya presos en cuyo nombre pueda seguirse la lucha y nuevos muertos propios que justifiquen las v¨ªctimas ajenas; se denuncia la tortura, pero en voz baja se reconoce su utilidad como elemento de concienciaci¨®n popular.
?Que no nos entienden? ?Ojal¨¢ un d¨ªa entendamos nosotros mismos lo que prioritariamente debe ser entendido: que ni somos Tercer Mundo ni una raza superior y perseguida; que el terrorismo no sirve m¨¢s que para brutalizar las conciencias y regalar coartadas al autoritarismo estatal; que se puede conservar el fervor y la imaginaci¨®n de la izquierda sin mancharse cada d¨ªa las manos de sangre; que descalificar una actitud razonable o progresista por no ser ante todo cien por cien eusk¨¦rica es condenarse a un fascismo de boina y kaiku! Quiz¨¢ el que ciertas cosas nuestras no se entiendan sea un buen motivo para que nosotros ¨ªntentemos entenderlas mejor y sin autocomplacencia.
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