Un universo inquietante
De entre los grandes escritores americanos, Ernesto S¨¢bato es para el lector com¨²n uno de los m¨¢s aparentemente lejanos, poco accesible, dificil de ver. Mientras Mario Vargas Llosa, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez o Julio Cort¨¢zar -por s¨®lo citar unos cuantos- son, adem¨¢s de libros, rostros, expresiones, palabras, presencias m¨¢s o menos brillantes de ese mundo de la literatura que de vez en cuando baja hasta el cotarro p¨²blico, S¨¢bato ha quedado siempre m¨¢s lejos.Bajo esa faz entre adusta y distante, anticipada en unas gafas como demasiado grandes, la mirada tantas veces meditativa, el gesto entre la debilidad del cuerpo y la fortaleza del esp¨ªritu, parece esconderse un escritor m¨¢s dado a indagar en su interior que a manifestarse en la frecuencia de lo externo.
Y, sin embargo, S¨¢bato es ya, desde hace a?os, un cl¨¢sico de la literatura latinoamericana. Este f¨ªsico de 1911, que estudia las radiaciones at¨®micas en el laboratorio Juliot-Curie de Pair¨ªs, que abandonar¨¢ la ciencia por la escritura -tras publicar Uno y el universo, su primer libro-, ha construido desde su novela inicial- El t¨²nel (1948)- uno de los universos m¨¢s inquietantes de toda la literatura moderna. Un universo en el que la angustia y el des¨¢nimo conviven con la raz¨®n y la esperanza, se disputan comoen el interior de quien lo crea, la ¨²ltima verdad de la existencia.
Raro
S¨¢bato es tambi¨¦n -y eso le hace especialmente atractivo por raro- un caso especial del escritor para quien su vida est¨¢, sobre todo, en sus libros se refleja y se construye en ellos. En ¨¦l hay algo del Castel de El t¨²nel, como hay algo del Fern¨¢ndo Vidal Olmos del Informesobre ciegos, quiz¨¢ la zona central de toda su obra y, desde luego, el eje de Sobre h¨¦roes y tumbas, la novela que en 1961 le procura el reconocimiento definitivo. Y hay, sobre todo, mucho S¨¢bato en esa novela tremenda, en ese texto total y apocal¨ªptico que es Abadd¨®n, el exterminador.
Lo mismo ocurre con el S¨¢bato de los ensayos -de Heterodoxia, de El escritor y sus fantasmas, de Hombres y engranajes-, con el escritor que se cuestiona su propio papel, que analiza -desde lo diurno de la reflexi¨®n, que complementa a lo nocturno del relato- al ser desde sus circunstancias cambiantes, desde sus valores y sus miedos, que se aleja tanto del hombre-cosa corno de un arte estrictamente individual, que sabe que la realidad es siempre confusa, desazonante, contradictoria y arbitraria. Las cavilaciones de S¨¢bato sobre la escritura pasan tambi¨¦n por esa concepci¨®n multivoca de la expresi¨®n que ni ha de ser s¨®lo emoci¨®n ni mera intelectuafidad. La visi¨®n total del universo que el novelista provoca s¨®lo nace para ¨¦l de la complejidad de su interior, de la profundidad de la experiencia vital. El mundo est¨¢ en cada uno.
Parece, pues, S¨¢bato, ese hombre en pugna continua con su propio ser, que alimenta el mundo que contempla con la continua combusti¨®n de su fuero interno, en permanente conflicto entre la culpa y la redenci¨®n.
Quiz¨¢ por eso representa tan bien los avatares del hombre moderno. Viene de la ciencia -de lo real, de lo tangible, de lo anticipador- y recala en la literatura como para poder hacerse todas la s preguntas. Tambi¨¦n buscar¨¢ todas las respuestas, siendo siempre ¨¦l y siempre sus personajes. El mundo es en S¨¢bato mundo interior, mundo en cuesti¨®n. Los l¨ªmites del yo crean un universo infinito. El escritor es el fantasma de s¨ª mismo.
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