Williamsburg
A la llamada del gran jefe, llegaron a Williamsburg los jefecillos de los llamados pa¨ªses desarrollados e industrializados para recibir la consabida amonestaci¨®n por no haber convencido a sus respectivos pueblos de lo necesarios que parecen ser los euromisiles para la defensa de los valores democr¨¢ticos y occidentales. Se les dijo que todo lo hecho hasta ahora ha resultado in¨²til: el embargo de trigo result¨® una verdadera tragedia para el campesinado norteamericano, y el proyecto de embargar toda tecnolog¨ªa que necesita la URSS para la construcci¨®n del gaseoducto no ha sido seguido por los europeos, puesto que el gas resulta vital sus industr¨ªas y la medida aumeritar¨ªa el n¨²mero de parados. Los misiles parecen, para Reagan, el ¨²ltimo cartucho. Y luego, cuando tenga solucionados sus problemas, previa paga y se?al con el permiso para instalarlos, Mr. Marshall volver¨¢ a Europa para repartir las ayudas pertinentes. A Espa?a s¨®lo le dejar¨¢ el polvo de su apresurado paso, como de costumbre. ?Pobre Europa libre, con su amigo americano!./
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