Sara, Bos¨¦, Pantoja: tierna es la noche
Todos se echaron a la calle, anteanoche, en Madrid, para la celebraci¨®n de ritos tan antiguos como la copichuela, el cotilleo y el parip¨¦, en torno a personajes tan representativos de esta tierra como Miguel Bos¨¦, que estrenaba disco -Made in Spain, se llama-, Sara Montiel, que empieza a publicar sus memorias en la revista Lecturas, e Isabel Pantoja, que reaparec¨ªa ante el p¨²blico despu¨¦s de su fara¨®nica boda.De lo moderno a lo racial, pasando por algo tan inclasificable como el genio y figura de Sara Montiel, de todo hubo y nadie sali¨® defraudado. Tres festejos escalonados que constituyeron una muestra de lo que da de s¨ª este pa¨ªs en una sola noche.
Vestido de camarero del Titanic -"pero esto no se va a hundir, al rev¨¦s", se apresur¨® a declarar-, Miguel Bos¨¦ lleg¨® alrededor de las nueve de la noche a El Pabell¨®n, ese fascinante localestudio propiedad del conde de Siruela, un caser¨®n escondido, a medio camino entre Visconti y Andy Warhol, con un jard¨ªn a la romana en donde los gatos hacen el amor.
Warhol ha sido quien ha ilustrado con sus visiones de Miguel la portada de su nuevo disco, Made in Spain, cuya presentaci¨®n daba norte a la fiesta, y una reproducci¨®n ampliada de su trabajo presid¨ªa una de las paredes. El Pabell¨®n fue sitiado, colonizado y casi dir¨ªa que arrasado por los modernos, y all¨ª cont¨¦ al menos tantos pendientes por oreja masculina como cubitos en las bebidas.
Miguel Bos¨¦ resisti¨® como pudo el asedio de los fot¨®grafos, a quienes atendi¨® con amabilidad escueta, y estuvo, como siempre, m¨¢s entregado a saludar a viejos amigos que se le acercaban para fundirse con ¨¦l en un abrazo. Entre tanto, sonaban las canciones de Made in Spain y los invitados miraban de reojo el atav¨ªo del vecino.
Sara recuerda
Despu¨¦s de eso, aterrizar en el Palace para honrar a Sara Montiel era algo as¨ª como entrar en la polvera de madame Recamier para echarse unas parrafadas con la borla. Se trataba de presentar a la Prensa las Memorias de la estrella, confeccionadas a partir de sus confidencias por el periodista catal¨¢n Jos¨¦ Mart¨ª G¨®mez, y listas para ser publicadas a partir de la semana pr¨®xima, como un serial, en la revista Lecturas. Quien m¨¢s quien menos estaba interesado, en el Palace, por saber qu¨¦ ha contado Sara y qu¨¦ s e ha dejado en el dulce pa¨ªs del olvido. Y eso nunca podremos averiguarlo. S¨ª es cierto, sin embargo, que el resultado puede ser de lo m¨¢s estimulante. Eso afirma.
, por lo menos, Mart¨ª G¨®mez. Y, conociendo un poco la amplia trayectoria de esta mujer, hay que darle la raz¨®n.
Sara estaba como una reina
rodeada por sus vasallos. Vest¨ªda entre ad-lib y mora de la morer¨ªa, alhajada como para cumplir una promesa, recib¨ªa para bienes y los inevitables "Chica, qu¨¦ bien, te conservas", que parec¨ªan producirle especial satisfacci¨®n, dado que de cuando en cuando se refer¨ªa a su edad -55 a?os- como si fuera un trofeo. A su lado, un personaje hist¨®rico en la vida de Sara: el doctor Rafael Navarro Guti¨¦rrez, prestigioso tisi¨®logo, que en el a?o 1948 le cuid¨® a la entonces incipiente actriz la tuberculosis que contrajo durante el rodaje de Locura de amor, al tener que ingerir hielo paraque no se le convirtie ra el aliento en vapor. "Es que Sarita es una mujer de afectos antiguos y fieles", acot¨® Mart¨ª.
Al acabar la cena, Sara y Pepe Tous, su marido, abandonaron el hotel, y fue entonces cuando un camarero, ruboroso, le alarg¨® un papel con una poes¨ªa que acababa de escribirle: "En una fuente de plata/ hab¨ªa una palomita/ con un letrero en el pico: / qu¨¦ guapa es nuestra Sarita".
Apoteosis de Pantoja
En la sala Windsor debutaba Isabel Pantoja, y hab¨ªa expectaci¨®n para ver c¨®mo le sienta a la ni?a -art¨ªsticamente hablando, supongo- el v¨ªnculo matrimonial. Pero ni siquiera en nuestros momentos m¨¢s ilusos pudimos imaginar lo que se avecinaba. Isabel, hermosa y dicharachera, irrumpi¨® en la pista con bata de cola de luxe color verde intenso -de cadera para arriba era como Juanita Reina; de cadera para abajo, como Escarlata O'Hara en la escena de la humillaci¨®n en la c¨¢rcel-, rematada por un floripondio a la altura del hombro izquierdo. Y cant¨® esto: "Casaaaaada, ya estoy casaaaaada... Yo me he casao por amor. ?Que rabien las envidiooooosas!".
Una vez dej¨® sentada la declaraci¨®n de principios pas¨® a la segunda estrofa, que yo no s¨¦ si iba de proyecto de futuro o de comunicado oficial a la Prensa. Y es que trin¨®, mirando fijamente a Paquirri, que "le voy a dar un hijo que va a salir a su paaaaadre, de ojos verdes y torero".
Ni la Prensa, ni el p¨²blico en general, pod¨ªamos pedir m¨¢s. Ya he dicho que Paquirri, el feliz consorte, estaba presente. Sentado en la mesa de honor, con buen n¨²mero de familiares y amigos entre los que se contaba Paquita Rico, recib¨ªa con expresi¨®n de trance las flores que su mujer le mandaba desde el escenario. Antes de empezar el espect¨¢culo, la contundente madre de Isabel se hab¨ªa movido con precisi¨®n de samurai por entre las mesas, preocup¨¢ndose de que todo estuviese en orden para recibir a la v¨¢staga. En cuanto empez¨® el recital, la se?ora Pantoja se situ¨® junto a la entrada a los camerinos, y all¨ª mantuvo su cabecita atenta.
El recital fue largo y macizo. Lo cant¨® todo. Temas antiguos y los temas de ahora. Se cambi¨® tres veces: un vestido cl¨¢sico, negro, sustituy¨® a la bata verde, y otro tambi¨¦n negro, moderno, le sirvi¨® para las canciones del ¨²ltimo disco, durante cuya interpretaci¨®n, de paso, se solt¨® el pelo. Luego se visti¨® de hombre, de blanco: "Voy como t¨²", recalc¨®, mirando a Paquirri, para cantar Se?orito, y dedic¨® unas palabras a las personas de su entorno, incluidas la madre y el marido. Todo estuvo en orden, todo funcion¨® como se esperaba. Colmando, en ocasiones, las m¨¢s ut¨®picas expectativas.
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