Cuando s¨®lo queda la jota
Con un men¨² casi id¨¦ntico al del a?o pasado -sandwich de jota en pan bimbo, de Alb¨¦niz, y buler¨ªas gitanas sin tostar-, el Ballet Espa?ol de Mar¨ªa Rosa ha vuelto al Centro Cultural de la Villa de Madrid para contribuir al sopor de los primeros calores de junio.La lucha de los core¨®grafos y bailarines espa?oles por crear un estilo propio de danza teatral s¨®lo tiene dos caminos: o abrir el movimiento, t¨ªpicamente introvertido, centr¨ªfugo y hacia el suelo del baile de ra¨ªz flamenca por medio de la incorporaci¨®n de los conceptos de elevaci¨®n y utilizaci¨®n completa del espacio de la t¨¦cnica de ballet acad¨¦mico -corriendo el riesgo de desvirtuar no s¨®lo la est¨¦tica, sino incluso el sentido de la danza espa?ola- o, por el contrario, jugar arriesgadamente con la pura autenticidad, aceptando sus limitaciones y cargando sobre el magnetismo indiscutible del movimiento flamenco y su misteriosa carga de intensidad emocional r¨ªtmicamente controlada.
Ballet Espa?ol de Mar¨ªa Rosa
Coreograf¨ªas de Mar¨ªa Rosa, Victoria Eugenia, Pedro Azor¨ªn y Juanjo Linares, sobre m¨²sica de Alb¨¦niz, Falla, Ruiz de Luna, F. Liszt y Rimsky Korsakov. Guitarristas: Juan Maya Marote, Antonio Amaya y Salva de Mar¨ªa. Cantaor: Chaquet¨®n. Artista invitado: Eduardo Montero. Direcci¨®n art¨ªstica: Mar¨ªa Rosa.Centro Cultural de la Villa de Madrid. Madrid, 8 de junio de 1983.
Los fallos
Para lo primero es imprescindible un buen grupo de bailarines vers¨¢tiles y un core¨®grafo de talento. Para lo segundo, una personalidad fuerte que impregne todo el espect¨¢culo y sea capaz de proyectar esa intensidad a un teatro. El ¨¦xito que a veces han obtenido algunas compa?¨ªas de "ballet espa?ol" se basaba en una h¨¢bil combinaci¨®n de ambas v¨ªas, aunque apoy¨¢ndose casi siempre en el gancho de un gran bailar¨ªn, como el Antonio de sus mejores tiempos, y supliendo la debilidad coreogr¨¢fica con la inclusi¨®n en el espect¨¢culo de alg¨²n -"baile regional" cuya vitalidad primaria, debidamente amplificada con un suficiente n¨²mero de bailarines, a veces bastaba para dar la ilusi¨®n de que se hab¨ªa montado un ballet.
Cuando, como en el caso del Ballet Espa?ol de Mar¨ªa Rosa, falla la coreograf¨ªa, refugiada en los moldes del baile de escuela supuestamente estilizada, falla la figura central, que es una bailarina mediana, cada vez m¨¢s amanerada, y falla el flamenca, que, sin ning¨²n pudor, cae alegremente en los m¨¢s baratos tics de tablao para japoneses, pues queda, como seguramente quedar¨¢ despu¨¦s del holocausto nuclear, s¨®lo la jota.
La jota, hasta ahora, no ha conseguido carg¨¢rsela nadie. No, ciertamente, por falta de ganas ni de determinaci¨®n: de Glinka a Igor Moisseiev, pasando por las entusi¨¢sticas militantes de la Secci¨®n Femenina, todos han ido a por la jota, dispuestos, caso de no poder desintegrarla, a por lo menos desactivar convenientemente su mecanismo explosivo.
Pero la jota es indestructible y estalla cuando menos se piensa. Lo peor que se le puede hacer a la jota es bailarla mal, como anteanoche, en que algunos bailarines -entre ellos la propia Mar¨ªa Rosa- consegu¨ªan la casi imposible proeza de no acertar a llevar el comp¨¢s en los saltos; pero, al final, ella puede m¨¢s.
El p¨²blico, de una benevolencia de tendido de sol, aplaudi¨® todo con entusiasmo.
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