La bella soledad de Lisboa
Asegura Alain Tanner que rod¨® En la cuidad blanca sin gui¨®n previo, dej¨¢ndose inspirar por el en torno y por los actores. Por lisboa, que le fascina, ofreciendo su luz y su ambiente; por Bruno Ganz y Teresa Madruga, que viven una breve pero rom¨¢ntica historia de amor que se mezcla y pierde entre la ciudad como si fuera una consecuencia suya.El punto de partida, pues, era muy simple: Lisboa, y un marinero suizo que decide abandonar su barco, su seguridad, su medio, para vivir las calles de esa poblaci¨®n que desconoce. Su soledad, que se ampl¨ªa ante la falta de dinero , de amigos, de ra¨ªz, se encuentra, sin embargo, tamizada por el placer de sentirse libre en un mundo a descubrir.
En la ciudad blanca
Argumento y director: Alain Tanner. Fotograf¨ªa: Acacio de Almeida. M¨²sica: Jean-Luc Barbier. Int¨¦rpretes: Bruno Ganz, Teresa Madrugada, Julia Vonderlinn, Jos¨¦ Carvalho. Suizo-portuguesa, 1982.Local de estreno: Alphaville. Madrid
El documental de la ciudad se desliza por entre el poema de la soledad de ese hombre brioso que ha decidido convertirse en perdedor o, al menos, perderse en un par¨¦ntesis sin meta, mostrando una evoluci¨®n que se enriquece s¨®lo a base de im¨¢genes, de sugestiones. El marinero que ignora la ciudad y su lengua, la raz¨®n de sus cuitas y costumbres, que no entiende su filosof¨ªa ("es un reloj que va al rev¨¦s; si todos lo hicieran, el mundo ir¨ªa al derecho") pero se deja seducir por sus posibilidades, refleja esa ciudad en una m¨ªnima c¨¢mara de cine con la que escribe cartas que le comuniquen con un trozo de un pasado al que, por inseguridad, no se resiste: la libertad y su miedo, el placer y su sentido del pecado.
Bruno Ganz interpreta con maestr¨ªa, con un delicado sentido de la locura, a ese marino que busca alg¨²n objetivo: sus aventuras, la posibilidad de la muerte y el amorvivo de la muchacha que le quiere, descubren un mundo que renueva su viejos dolores pero no elimina cuanto arrastraba. Ionesco hab¨ªa contado ya en El nuevo inquilino c¨®mo cada uno lleva consigo sus propios muebles y las telara?as que los manchan.
En la ciudad blanca no es pel¨ªcula f¨¢cil porque oculta su secreto sin temores, invitando a que cada espectador lo descubra desde su propia sensibilidad. Cuando se proyect¨® en el ¨²ltimo festival de Berl¨ªn, distintas opiniones se enfrentaron sin reconciliaci¨®n posible. Desde el entusiasmo apasionado hasta la aburrida frialdad de quienes no penetraron en su magia, En la ciudad blanca fue motivo de pol¨¦micas, que el jurado no supo reconocer a tiempo, olvidando la pel¨ªcula en su palmar¨¦s definitivo.
Quiz¨¢s sea ese el l¨®gico destino de una pel¨ªcula voluntariamente marginal arriesgada, que no se entrega a ninguna sumisi¨®n dram¨¢tica y que no hace uso de los elementos trillados. Su belleza es original.
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