Mortal y Thatcher
El otro d¨ªa hemos hablado aqu¨ª de "la derecha que viene". Bueno, pues viene con la pena de muerte al hombro, como una guada?a, sobre el carro de heno y muertos que hace tantos siglos recorre Europa. La se?ora Thatcher, de quien su hija nos revela el detalle conmovedor de que, durante la campa?a electoral evit¨® ponerse sus mejores galas exhibe, ahora, ya, casi pornogr¨¢ficamente (y qu¨¦ mal les queda la pornograf¨ªa a las viejas), la gala medieval, luciente y atroz, de la pena de muerte. La primera ministra brit¨¢nica endurece su Gobierno. Lo tiene uno escrito en esta columna, que uno ha hecho profesi¨®n de estilita / estilista y se deja comer por los gusanos de la verdad como aquellos anacoretas que, seg¨²n Anatole France, "ten¨ªan atestados los desiertos" La pena de muerte, como proyecto sugestivo de vida en com¨²n (para los que sobrevivan) es un ¨²ltimo ¨¦xtasis m¨ªstico / menop¨¢usico de este Churchill femenino con ropa interior de ferreter¨ªa. Una menopausia letal y malva que lleva a la Thatcher a juntar las manos, como Reina Virgen y ap¨®crifa con el pelo cardado en Oxford Street, cuando se le aparecen las mitolog¨ªas sanguinarias de la Torre de Londres Reina falsa y santa, virgen ap¨®crifa, Doncella de un Orleans fingido que no oye voces del cielo, sino de la Banca, y que si, el otro d¨ªa, hemos genealogizado aqu¨ª en l¨ªnea con todas las mujeres de la angeolog¨ªa protestante, hoy queda ya como una Lady Macbeth vestida por Coc¨® Chanel que tiene las nobles y crueles manos enguantadas de sangre venidera. Lamento repetirme: la derecha que viene, cuando viene cree siempre que viene para toda la vida, de modo que la Thatcher / Stal¨ªn se propone depurar al pueblo que la ha votado, no en el sentido etimol¨®gico que uno ha usado a veces (dar / obtener pureza de una cosa o a una cosa), sino, efectivamente, en el sentido estaliniano y eufem¨ªstico de matar.Es el momento de volver la palabra a quienes han usado / abusado de ella sabiendo que jugaban con un eufemismo.La derecha / derecha espa?ola y sus vectores / media, que tienen como modelo democr¨¢tico el ingl¨¦s, por ser el m¨¢s conservador han cantado con su mejor voz de' fondo la victoria de los conservadores en Gran Breta?a, y deben asumir y asumen, sin duda, ese sue?o femenino, maduro y cruento de reinstaurar la pena de muerte -?Torre de Londres, pat¨ªbulo, fusilamiento con las claras del d¨ªa, que all¨ª son oscuras?- en sus dominios. Fraga pidi¨® aqu¨ª la misma cosa y hasta dijo una vez, en las Cortes, que es mejor tener las manos manchadas de sangre, que lavarse las manos como Pilatos. A m¨ª me parece que, entre Fraga y la Thatcher (un ordinario y una menop¨¢usica de la Historia), Pilatos queda como un modelo de elegancia, eclecticismo, predandismo y escr¨²pulo exquisito, aparte la higiene. Lo de la pena de muerte, claro, tiene que someterlo Margaret Macbeth a las C¨¢maras Lores / Comunes, pero, dada la aritm¨¦tica parlamentaria que hoy les rige, eso est¨¢ chupa do. Un pueblo enfeudado de aburguesamiento y bienestar vagamente iluminado por una-guerra-de-prestigio (Malvinas) que le devuelve el aura colonial de algunos entrevistos personajes de Virginia Woolf, ha votado a esta se?ora nuevamente, pero la visita de la vieja dama es ya un entred¨®s de sangre, y lo de la pena de muerte (en proyecto) ha sor prendido a los ingleses. Qu¨¦ le vamos a hacer, mis queridos londinenses, tan hospitalarios siempre conmigo, o yo con vosotros (el que tiene que ser hospitalario es el visitante, en cualquier ciudad del mundo, y he estado en todas). Cre¨ªais vosotros -os trato de t¨² por la traducci¨®n directa del ingl¨¦s- que se era de derecha conservadora y ego¨ªsta impunemente. Al d¨ªa siguiente de votar descubr¨ªs que la urna reventona ha sido sustituida por un pat¨ªbulo. Me ocupo de este pr¨®logo ingl¨¦s en la medida que pueda ser ep¨ªlogo para espa?oles. La Thatcher s¨®lo quer¨ªa ser una Reina Isabel de clase media, pero ha llegado mucho m¨¢s lejos, shakesperianamente: es, una Lady Macbeth cardada en Downing Street.
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