Seguridad
Es mucho m¨¢s inseguro para el ciudadano vivir en un pa¨ªs dotado de los ¨²ltimos artefactos de seguridad que en uno indefenso. Ese temido ataque por sorpresa del enemigo exterior nunca ocurrir¨¢, entre otras razones poderosas, porque es una verdadera petulancia hist¨®rica pretender que ahora mismo tenemos enemigos as¨ª, de esa envergadura beligerante. Es muy probable, sin embargo, que ocurra una desgracia nacional por el simple hecho de mantener engrasadas y a punto de acci¨®n las terribles m¨¢quinas disuasorias. El conflicto suele ser imaginario, pero las maniobras b¨¦licas siempre son reales.El fabuloso aparato de protecci¨®n organizado por el general Jaruzelsky con ocasi¨®n de la visita de Wojtyla no sirve para garantizar la vida del Papa, como se pretende, sino para atemorizar a las muchedumbres y consolidar durante otra temporada el ejercicio de la dictadura en Polonia. Esos piadosos entusiasmos de las masas oprimidas que rezan al paso de Wojtyla se olvidan al instante, despu¨¦s de la ¨²ltima bendici¨®n celestial; s¨®lo permanecen en la memoria y en las calles los muy terrenales dispositivos de alta seguridad.
Las estad¨ªsticas caseras nos alarman del espectacular aumento de los ¨ªndices de criminalidad. Pero esas cifras delincuentes ¨²nicamente son parte de la verdad. Aseguran, por ejemplo, que aumenta en un 3% el n¨²mero de coches robados cada a?o. Lo que se oculta es que anualmente la cifra de veh¨ªculos crece m¨¢s del doble. Lo cual quiere decir que se mantiene la misma relaci¨®n estad¨ªstica entre el ¨ªndice de ladrones de autom¨®viles y el parque automovil¨ªstico. No es que antes hubiera menos chorizos, es que ahora hay m¨¢s ocasiones. Pero si la proporci¨®n entre la poblaci¨®n ladrona y el n¨²mero de bienes susceptible de ser robado es pr¨¢cticamente la misma que hace una d¨¦cada, las medidas de seguridad han experimentado un aumento vertiginoso. No s¨®lo estamos m¨¢s vigilados que nunca, sino que ya tienen m¨¢s valor esos complejos cierres met¨¢licos, esas sofisticadas alarmas electr¨®nicas, esos aparatosos blindajes caseros, que las joyas protegidas.
Estas paradojas, de enorme utilidad pol¨ªtica, se encierran en una misma ley alarmante: la seguridad disminuye a medida que se expande la maquinaria de seguridad.
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