Petrolemas
Los sargentos del lenguaje, los de escala acad¨¦mica y los de cuchara, salivan de ira y morbo cuando irrumpen en la monoton¨ªa vocabularia esas nuevas palabras esp¨²reas que avasallan los usos ling¨¹¨ªsticos. Es todo un g¨¦nero literario. Pero aprender¨ªan m¨¢s cosas del mundo si estuvieran igual de atentos a la muerte de expresiones que colonizaron el lenguaje durante grandes temporadas.Constato la acelerada desaparici¨®n de aquellas palabras que tanto agobiaron la actualidad inmediata y fueron el origen del aparato metaf¨®rico desde el que hablaba y nos estremec¨ªa la d¨¦cada de los setenta. Hemos dejado de pronunciar, de pronto, oro negro, petrod¨®lar, OPEP, factura del petr¨®leo, jeque, oleocracia, crisis energ¨¦tica, precio del crudo, reserva, oleoducto, barril, golfo P¨¦rsico, sin que estas bruscas deserciones ling¨¹¨ªsticas hayan suscitado la m¨¢s m¨ªnima reacci¨®n, despu¨¦s de haber provocado todas las histerias.
Los discursos de la actualidad ya no se escriben por el truco de combinar aquella serie de voces petroleras que surgieron en tromba un d¨ªa de 1973, hace ahora exactamente una d¨¦cada. Nadie osa ya dramatizar el futuro -o sea, disuadir el presente- manipulando las aceitosas palabras procedentes del campo sem¨¢ntico de los pozos petrol¨ªferos. Los sonidos que ocupaban pac¨ªficamente el lugar de la marea negra emiten otros ruidos.
Con la muerte natural del petrolenguaje desaparece una era idiota que ha hecho correr toda clase de p¨¢nicos absurdos. No s¨®lo se incumplen ahora, de nuevo, las habituales previsiones catastrofistas, sino que aquella crisis negra adopta la provocadora figura del ciclo, adem¨¢s de la obscena cronolog¨ªa de la d¨¦cada. Todo parece ocurrir al rev¨¦s. Los grandes pa¨ªses del petr¨®leo, como M¨¦xico y Venezuela, est¨¢n en bancarrota, y los que tendr¨ªan la obligaci¨®n de la bancarrota, Jap¨®n, Alemania o Suiza, nadan con desparpajo envidiable en la abundancia de las nuevas tecnolog¨ªas mareantes.
A veces el acontecimiento no est¨¢ del lado de las actualidades furiosas, sino de los fallecimientos discretos. En la muerte sin funeral de esos petrolemas que nos aterrorizaron escucho yo el ruido inconfundible que hace la historia al moverse.
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