El Gobierno Thatcher, modernizar¨¢ la fuerza nuclear brit¨¢nica y apoyar¨¢ el ingreso de Espa?a en la CEE

La reina Isabel II abri¨® ayer en Londres el nuevo Parlamento brit¨¢nico, con la lectura del programa del Gobierno de la primera ministra Margaret Thatcher. El discurso no ofreci¨® ninguna sorpresa. El discurso contiene dos menciones que interesan a Espa?a: el Gobierno brit¨¢nico apoyar¨¢ el ingreso de nuestro pa¨ªs y de Portugal en la Comunidad Econ¨®mica Europea y har¨¢ honor a sus compromisos con el pueblo de Gibraltar. El programa incluye la modernizaci¨®n de la fuerza at¨®mica brit¨¢nica.

En pol¨ªtica exterior, destaca tambi¨¦n la decisi¨®n de desplegar los euromisiles si no se llega a un acuerdo definitivo en Ginebra. La ¨²nica novedad es que Londres admite que el n¨²mero de misiles inicialmente previsto por la Alianza Atl¨¢ntica en 572 (incluyendo los Pershing II y los misiles de crucero), puede ser reducido. En cualquier caso, el Reino Unido apoyar¨¢ firmemente,las propuestas norteamericanas de control y reducci¨®n de arm ento nuclear.Una ceremonia vistosa

En econom¨ªa, proseguir¨¢ con su pol¨ªtica de privatizaciones y control de los sindicatos. Los habitantes de las Malvinas no tienen tampoco de qu¨¦ preocuparse. Normalmente el discurso de apertura del Parlamento ignoraba al remoto archipi¨¦lago austral, pero en esta ocasi¨®n ha merecido un p¨¢rrafo: Londres "cumplir¨¢ plenamente"todas sus obligaciones hacia sus habitantes.

La ceremonia de apertura de una nueva legislatura es una de las m¨¢s tradicionales y vistosas de la vida pol¨ªtica brit¨¢nica. La reina, ataviada con todos los ornamentos de la soberana de la Commonwealth, corona imperial, cetro y joyas incluidas, acude a la Casa de los Lores -tiene prohibida la entrada en la C¨¢mara Baja, o de los Comunes- y ocupa un trono. Pocos metros detr¨¢s, su esposo, el pr¨ªncipe Felipe, en otro trono m¨¢s peque?o, y en otros asientos los dem¨¢s miembros de la familia real, con uniformes, entorchados y trajs de gala.

La reina manda a un ujier que invite a los miembros de la C¨¢mara de los Comunes, encerrados en su propio edificio, a reunirse con ella, cosa que hacen en un vistoso desfile que presiden el primer ministro y el jefe de la oposici¨®n, en esta ocasi¨®n Margaret Thatcher yMichael Foot. Marcharon codo con codo, sin mirarse. Como los 650 diputados no caben en la C¨¢mara de los Lores, la puerta tuvo que permanecer abierta para que, todos de pie, se arremolinaran en los salones adyacentes.

Cuando se hizo el silencio la reina, con una voz potente, ley¨® el discurso que habia preparado la primera ministra. Un discurso sin florituras en el que se repasan escuetamente los problemas pendientes y se enumeran los proyectos de ley que el Gobierno piensa enviar proximamente a los Comunes.

El primero de todos ser¨¢ el destinado a recortar aun m¨¢s el poder de los sindicatos: no podr¨¢ convocarse una huelga sin votaci¨®n previa y secreta de los, trabajadores interesados y los directivos de las diferentes Trade Unions deber¨¢n ser elegidos tambi¨¦n en votaci¨®n per¨ªodica y secreta por todos sus miembros.

La privatizaci¨®n de la British Telecommunications (equivalente a la Telef¨®nica) ser¨¢ tambi¨¦n organizada a toda velocidad, as¨ª como la legislaci¨®n que abolir¨¢ el Greater London Council, algo as¨ª como el gobierno federal de la capital, que est¨¢ en manos del laborista radical, Ken Levingston.