No piseis las margaritas
A lo largo de su historia, una de las m¨¢s antiguas en todo Occidente como partido pol¨ªtico, el PSOE se distingui¨® siempre por su atenci¨®n no s¨®lo a las reivindicaciones obreras digamos colectivas, sino tambi¨¦n por su especial hincapi¨¦ en una educaci¨®n integral del hombre como individuo. Los fundadores del partido socialista, y muy especialmente Pablo Iglesias, fueron unos aut¨¦nticos maestros, y sus escritos y actuaciones est¨¢n repletos de lecciones morales y de af¨¢n pedag¨®gico en busca del hombre nuevo. Leerlos hoy, y dejando de lado la inevitable ingenuidad y simplismo de algunos de sus planteamientos c¨ªvicos, no deja de tener su inter¨¦s. Y no s¨®lo hist¨®rico. Porque es el caso que los socialistas est¨¢n en el poder y desde ¨¦l gobiernan. Se les ha acusado con frecuencia desde que est¨¢n ah¨ª, y acaso con raz¨®n, de un exceso de moralina en su discurso pol¨ªtico y en su praxis cotidiana. No es este el momento, todav¨ªa es pronto, de discutir las diferencias entre la moralidad p¨²blica y ciudadana, imprescindible para modernizar este pa¨ªs, y una actitud m¨¢s bien superficial que la deval¨²a y la caricaturiza. El tiempo y la acci¨®n de gobernar nos dir¨¢n qu¨¦ hab¨ªa de una cosa o de otra en esta primera etapa pol¨ªtica del cambio.Sin embargo, a estas alturas s¨ª parece estar m¨¢s claro que los socialistas parecen haber olvidado, o dejado de lado, tanto da, una cierta pedagog¨ªa ante sus millones de votantes que explique a ¨¦stos que el cambio no es s¨®lo modernizaci¨®n, sino tambi¨¦n, y acaso primordialmente, un talante c¨ªvico diferente. Voy a explicarme con un ejemplo. La acci¨®n en una plaza p¨²blica de Madrid donde existe una zona ajardinada, primorosamente cuidada por un hombre que ha hecho de su oficio de cuidar las plantas un aut¨¦ntico ejercicio civilizador y de amor, y otra asfaltada, sin vestigio herb¨®reo alguno. En la plaza en cuesti¨®n se celebraba una concentraci¨®n pac¨ªfica de trabajadores que reivindicaban cuestiones de trabajo puntuales y perfectamente leg¨ªtimas. Los oradores se situaron, precisamente, sobre las plantas y, a su alrededor, l¨®gicamente, el resto de la concentraci¨®n. Se acerc¨® el jardinero, que, llamando compa?eros a los concentrados, intent¨® vanamente desplazarlos hacia el espacio asfaltado, mucho m¨¢s expedito y c¨®modo. Y all¨ª fue Troya, s¨®lo verbal, por suerte. La respuesta, resumida y convenientemente acomodada a las p¨²dicas p¨¢ginas de un peri¨®dico, fue, aproximadamente, la siguiente: "?No te jode el t¨ªo este! Nosotros buscando trabajo y t¨² dici¨¦ndonos que no pisemos las. pu?eteras flores". "Adem¨¢s", apostillaron, "as¨ª tienes m¨¢s trabajo, lo que, en los tiempos que corren, tienes que agradec¨¦moslo". A?adir ¨²nicamente sobre la, probablemente, intrascendente an¨¦cdota que, entre los oradores, hab¨ªa un destacado dirigente sindicalista. De la UGT, por m¨¢s se?as.
En fin, se supone que la situaci¨®n no est¨¢ para preocuparse por las plantas. Y menos con una sequ¨ªa que acabar¨¢ llev¨¢ndoselas a todas por delante. Pero, precisamente por las dificultades del momento, no estar¨ªa de m¨¢s que el PSOE, volviendo a sus or¨ªgenes, empezase a explicar a los espa?oles d¨®nde terminan sus derechos y comienzan los de los dem¨¢s. La cosa no es nada f¨¢cil, ya que un viento populista, que el PSOE alent¨® en la oposici¨®n, recorre el pa¨ªs con profusi¨®n de posturas irracionales que se distinguen por su acendrado corporativismo y su olvido de lo que podr¨ªa denominarse bien com¨²n, si este t¨¦rmino no estuviese demasiado depreciado por la interpretaci¨®n que de ¨¦l dio la dictadura, pero cuya existencia tendr¨¢n que recordar los gobernantes para atemperar muchos ¨ªmpetus leg¨ªtimamente re¨ªvindicativos que no tienen suficientemente en cuenta las debidas contrapartidas de responsabilidad y de propia exigencia. Un viento vitalista recorre Espa?a, lo que, sin duda, resulta enormemente positivo. Pero lo ser¨ªa a¨²n m¨¢s si desde el poder se entendiese que algunos de los proyectos en marcha para sustanciar el cambio requieren una concienciaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y un compromiso de ¨¦sta no s¨®lo en el plano colectivo, sino, al tiempo, con valores individuales que el PSOE deber¨ªa potenciar.
Se trata, en definitiva, de poner en marcha una pedagog¨ªa de la libertad que este pa¨ªs esta necesitando como agua de mayo. Pedagog¨ªa y no did¨¢ctica de Cat¨®n, como hicieron el otro d¨ªa en Televisi¨®n Espa?ola y a prop¨®sito del terna de la televisi¨®n privada los representantes oficiales en el debate, que demostraron no haber le¨ªdo marxismo desde hace, por lo menos, 20 a?os (?cielos, salir a estas alturas conla diferenciaci¨®n entre libertades formales y reales!) en su tosca aplicaci¨®n del evangelio seg¨²n san Luck¨¢s. Del Luck¨¢s de sus a?os mozos y no los de su madurez. Es significativo que un momento como este, tan necesitado de horizontes ut¨®picos, a que la reafidad es dura y hostil, los valores del pacifismo y de la ecolog¨ªa, entre otros, apenas reciban atenci¨®n, si no es para mal, desde las alturas del poder. Y, sin embargo, algunos seguimos creyendo que, dado el panorama estructural que nos envuelve (podr¨ªamos aplicarnos la famosa frase de aquel presidente inexicano: "?Pobre M¨¦xico, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!"), el cambio tambi¨¦n debe traducirse, como tanto recalcaron los fundadores del socialismo en Espa?a, en los comportamientos y en las actitudes individuales. No hay que pisar las plantas, ni las vegetales ni los pies, de nadie cuando se reivindican derechos. Los pol¨ªticos tienen que dec¨ªrselo as¨ª a quienes les han votado. Medios tienen para ello. Dado que nadie cree que el electorado en Espa?a est¨¦ definitivamente asentado, las posibilidades de los socialistas de llevar a buen puerto su programa, revalidando su ¨¦xito en las urnas, pasan por decir a sus gentes que no hay que pisar las margaritas. Para entendernos y sin elevar a categor¨ªa una an¨¦cdota que ojal¨¢ fuese tran intrascendente como parece.
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