Diego Mullor
El que dice ser el ¨²ltimo prisionero de Abd el Krim asombra con sus relatos a los ancianos del min¨²sculo pueblo de Hu¨¦cica
La comunidad de ancianos de Hu¨¦cica, un puntito perdido entre las resecas sierras de Almer¨ªa, ha obtenido recientemente un importante refuerzo. A este pueblecito donde nunca pasa nada ha llegado un bombre con una aventura que contar. Diego Mullor Heredia es, salvo error u omisi¨®n, el ¨²ltimo prisionero de Abd el Krim. Testigo del desastre de Annual, prisionero de los moros, liberado por amistad familiar con el propio Abd el Krim y con una biograf¨ªa viajera desde entonces, gusta de asombrar a los jubilados que se sientan en la plaza, al sol, a escuchar de sus labios c¨®mo es el mundo fuera de las monta?as.
Llegar a Hu¨¦cica desde Almer¨ªa es f¨¢cil. Se sale hacia Granada y en cada bifurcaci¨®n se coge la carretera menor. Cuando la ¨²ltima, la m¨¢s peque?a de todas, muere, sin salida posible, al fondo de un valle al que se llega tras mucho subir y bajar, ya se est¨¢ en Hu¨¦cica. Es imposible pasarse de largo, porque m¨¢s all¨¢ no hay nada. Y all¨ª, en Hu¨¦cica, en la plaza, hay siempre un grupo de ancianos, apoyados en su bast¨®n y sin nada que contarse. Son muchos a?os encerrados en ese rinc¨®n, sin ver otro mundo que las polvorientas monta?as que encierran el pueblo.Por eso cuando lleg¨® Diego Mullor, hace algo menos de un a?o, el pueblo, y especialmente su comunidad de ancianos, se revolucion¨® "M¨ªrele, ¨¦se fue prisionero de Abd el Krim y ha vivido en Sevilla, en Madrid, en Barcelona y hasta en el extranjero". Y Diego Mullor aparece sentado entre sus ansiosos contertulios, repitiendo una y otra vez su azarosa vida.
Vuelta a casa
Cuenta que naci¨® en San Roque, el pueblo fundado por los gibraltare?os expulsados de la Roca cuando la tomaron los ingleses Cuenta que su padre era cronista de guerra y que eso les llev¨® a Melilla, que los domingos sol¨ªan acercarse en tren a Montearruiz, 70 kil¨®metros, para comprar, y que el 24 de julio de 1921, el d¨ªa del desastre de Annual, era domingo.
Entre el enorme grupo de prisioneros que cayeron en manos de Abd el Krim, cuando rompi¨® las l¨ªneas espa?olas, estaban Diego Mullor, entonces un ni?o de doce a?os, su padre y su tio. "Los que nos cogieron eran moros de Beniuragel, los m¨¢s feroces de todos los moros", explica, y sus contertulios aguzan el o¨ªdo. "?ramos como seiscientos y nos llevaron andando hasta Kamara, donde Abd el Krim. pas¨® revista a los prisioneros, acompa?ado de sus lugartenientes, el Moro Gato, el Moro Pajarito, sanguinarios y crueles, y Abd Zelam, que inspiraba miedo y respeto. Pero el padre de Abd el Krim, jefe de la c¨¢bila de Agadir, conoc¨ªa y respetaba a mi familia y el gran guerrillero moro nos hizo salir del grupo y nos mand¨® para casa escoltados".
Elogia a Abd el Krim, "que entonces tendr¨ªa 32 a?os; era peque?o, pero fuerte y de bella cabeza noble y valiente guerrero. Trajo en jaque a Espa?a porque sab¨ªa hacer la guerra. Para hacer la guerra hay que saber perdonar y tambi¨¦n saber castigar. Con nosotros fue generoso. Con el sargento Vasallo, que le quiso robar el cad¨¢ver de un general espa?ol, para enterrarlo cr¨ªstianamente, no. Le fusil¨®, como hizo con muchos de sus moros, que aprovecharon la victoria para violar y saquear".
Luego, este curioso aventurero cuenta c¨®mo lo pasaron de mal aquellos seiscientos regulares, que estuvieron prisioneros hasta que el rey los liber¨® en un canje.
La mirada de Ava Gardner
Mullor explica despu¨¦s toda su azarosa vida posterior como m¨²sico de orquesta en los mejores hoteles de Espa?a y Francia. Explica c¨®mo le miraba insinuante Ava Gardner desde la mesa del restaurante en el que ¨¦l tocaba y c¨®mo ha recorrido el mundo de la prensa escrita, en Madrid, como linotipista, hasta que decidi¨® venirse a Hu¨¦cica, el pueblo de su mujer, que sali¨® de aqu¨ª siendo ni?a.Despu¨¦s se levanta, con aires de famoso, y sus contertulios se quedan en la plaza, moviendo la cabeza de arriba a abajo, con asombro -"hay que ver lo que ha vivido este hombre"- y tratan de ver por encima de las monta?as el rostro de Abd el Krim o la mirada p¨ªcara de Ava Gadner.
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